Nathan caminaba en medio de una desolada pradera de hierba muerta y escombros de una ciudad en ruinas. Se había separado del grupo sin darse cuenta. Caminó varias horas sin ningún rumbo, y no notaba cambios en el paisaje.
Ya cansado pensó en rendirse, hasta que llegó un punto en el que por fin vio desde el horizonte algo. Así acereló el paso agunstiado.
A madida que iba avanzando, la figura que veía al lejos tomaba forma de una casa un tanto peculiar hecha de madera. Estaba impecable, como si hubiera una cúpula o una muralla invisible que le separase de aquella destruida ciudad que le rodeaba.
Con temor se acercó a aquella casa de madera. La puerta estaba abierta.
Después de tragar saliva, abre un poco más la puerta, y suena un crujido de ella, pudiendo alertar a cualquiera que estuviera dentro de ésta. Nathan de todas formas entró.
La casa estaba completamente vacía y polvorienta. El más mínimo sonido haría eco con fuerza.
A pesar de parecer muy linda la casa, tanto la puerta como su suelo crujían sonoramente, cuyo sonido hacían eco en la vacía casa. De todas formas si hubiese algún zombie ya le habría avisado el suelo de dicha casa.
Entró en lo que probablemente sería la cocina, ya que había uma encimera y un fregadero, con una larga península que seguramente separaba la cocina del comedor/salón
Cuando pasó por el comedor vio una pequeña puerta. Cuando abrió ésta, se trataba de un pequeño aseo, con su váter y lavabo incluido.
Retrocediendo, vio unas escaleras no muy lejos de una habitación. Nathan supuso que se trataría de una oficina; y ésta, junto al resto de la primera planta, se le hizo muy familiar.
Sin pensarlo más, subió las escaleras -que también hacían muchp ruido- y se encontró con un largo pasillo con unas tres puertas a lo largo de ésta.
Acercándose a la primera, vio el enorme cuarto de baño principal, compuesto por una ducha, un enorme baño y un gran lavabo.
Después de echarle un vistazo pasó hacia la siguiente habitación. Era la habitación principal, cuya única pieza en la habitación era una enorme cama de matrimonio totalmente adornada con mantas, cojines de tonos rojo cereza, negro y blanco y un charco de sangre. Aquel charco de sangre tenía un rastro que llevaba a otra habitación, que no llegó a entrar debido al miedo. Nathan retrocedió asustado. Entonces, un escalofrío recorrió por su espalda al salir de la habitación.
Cuando se quedó en el pasillo sentía que su cuerpo empezaba a sentir un fuerte frío que le caló hasta en los huesos. Volvió a caminar con lentitud mientras tiriteaba del frío, y el sonido de los crujidos se intensificaban a medida que iba avanzando, junto los latidos de su corazón.
Se acercó al pomo de la última habitación y estubo a punto de abrirla...
Hasta que escuchó la risa de una chica al otro lado de la puerta.
Nathan instantáneamente retrocedió mientras casi sintió que moriría de un infarto, especialmente cuando la puerta se abrió y vio a una niña vestida con un camisón blanco sucio y la cara cubierta por unos cabellos dorados que reía como una psicópata.
El rubio lo único que hizo fue correr escalera abajo, sin embargo la chica se le echó encima, y con una fuerza brutal le arrastra hacia la habitación como si de un peluche se tratase, mientras el chico intentaba zafarse del agarre de la chica.
La niña le tiró en una de las dos rojas e idénticas camas que había. Sin mucho esfuerzo le ató las manos al cabecero de la cama y se marchó.
Mientras Nathan con todas sus fuerzas intentaba quitarse sus ataduras, podía ver que era la única habitación que realmente estaba decorada: tenía una linda casita de muñecas, unas cortinas muy femeninas, una estantería con una linda caja de música, un lindo espejo de cuerpo entero, un baúl decorado con detalles a mano... Pero el mejor detalle de la habitación eran las fotos de Nathan junto a una chica cuyo rostro estaba desenfocado.
Nathan se asustó bastante al ver todas esas fotos, así que se apuró a quitarse las ataduras en las manos.
Al estar atado con unas finas vendas negras pudo romperlas con mayor facilidad y así huir de aquella casa maldita.
Al ponerse de pie, se volvieron a escuchar de nuevo la risa de aquella niña, y la habitación se llenó de sangre fresca. Miró al techo asustado y comprobó que aquella sangre caía de ésta.
Sin pensárselo dos veces, Nathan salió corriendo por el pasillo, que también se llenó de sangre. Al fondo del pasillo estaba la niña cantando una nana de espaldas al chaval. La melodía era lenta y pausada, sin embargo le surgía cierta nostalgia al rubio. Volviendo en sí, aprovechó la oportunidad, y sigilosamente se acercó a las escaleras, rezando por que no se diera cuenta de que estaba allí.
La niña paró de cantar la nana y empezó a hablar:
-Mamá siempre estaba trabajando mucho- dijo dándose la vuelta, teniendo en sus manos dos muñecos, un Ken sin cabeza y una Barbie con el pelo corto y gafas-. Papá perdió la cabeza. Nathan, ¿quieres ser mi papá? No te vayas otra vez, Nathan... Por favor...
Nathan palideció al instante y se quedó paralizado. La niña se iba acercando poco a poco, pero éste retrocedía.
Llegó a un punto en el que pisó mal justo en el borde de la escalera y se resbaló escalera abajo, golpeándose fuerte en varias zonas del cuerpo, entre ellas, la cabeza.
Milagrosamente seguía vivo a pesar de aquellos golpes. La niña miraba desde la segunda planta de aquella casa sin mostrar emoción alguna.
Rápidamente bajó las escaleras como un espectro y se le echó encima suya. A duras penas Nathan se defendía de las poderosas mandíbulas de la niña que trataba de arrancarle la piel a bocados.
-¡¿NATHAN, POR QUÉ TE VAS?! ¡TE PEDÍ QUE NO TE FUERAS! ¡NATHAAAAN!- gritaba la niña con voz diabólica mientras intentaba comerle.
Nathan apenas tenía fuerzas para defenderse, pero no dejaba de gritarle cualquier burrada a la niña diabólica. Estaba demasiado cansado. Nathan se rindió.
Cerró los ojos con fuerza y rezó porque todo el dolor pasara.
Abrió los ojos y estaban Caroline y Alain agitando el cuerpo del chico que estaba en reposo.
-¡La niña!- gritó Nathan asustado mientras se levantó apurado.
-¿De qué estás hablando, Nathan?- preguntó Caroline angustiada.
-¡La niña! ¿Quién sino?- volvió a exclamar el rubio.
-Me parece que estabas teniendo una pesadilla- aclaró Alain.
-¿Cómo?
-No pasa nada, estás a salvo...- dijo Caroline.
-No, no lo estamos- pensó Nathan al volver a la realidad. Nathan le devolvió una sonrisa a Caroline, lo cual a Alain no le terminó de agradar, desviando la mirada a un lado. Nathan miró a su alrededor mientras suspiraba con pesadez.
-Si te sirve de algo, escribe el sueño y así te desahogas- propuso Alain.
-Si insistes...
Nathan buscó su libreta y un bolígrafo y empezó a escribir de principio a fin aquella pesadilla.
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Bueeenas
Pues nada, amiguitos míos, he aquí un nuevo capítulo de esta historia. Es cortito, pero es necesario para la historia, ya entenderán... Jejeje
Y sí, lo sé, no es que sea la mejor para narrar algo de miedo, pero nadie querría tener este tipo de pesadillas XD jajaja
Pues nada, espero que os haya gustado :3