La espada en la piedra (Segunda parte)

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No habían pasado ni dos horas cuando Arturo desistió de la idea de dormir y se preparó para partir de nuevo. No paraba de darle vueltas a demasiadas cosas. Había pensado en hacer algo y no sabía si iba a empeorar la situación con Merlín o no. Cada vez le parecía más imposible conseguir acabar con la maldición pero debía seguir intentándolo costara lo que costara. Porque ya no solo importaba la maldición. No quería perderlo. Quería protegerle y conseguir que se quedara a su lado. Merlín no puso muchas objeciones en cuanto a partir y pronto empezaron el viaje de nuevo en silencio hasta que Arturo lo rompió.

      - Nunca conocí a mi madre.

      - ¿Qué? -dijo Merlín mirándole desde su montura

      - Murió el día en que yo nací. Sé cómo era porque hay cuadros de ella en Camelot. La mansión donde estamos es donde está enterrada.

      - Lo siento. ¿Qué sucedió? ¿Complicaciones en el parto?

      - Magia. La mató una hechicera llamada Nimue. Mi padre me lo contó. La magia me ha arrebatado demasiado. La magia ha matado a gente de Camelot. Me dejó sin madre. Me maldijo. No puedo decirte ni una sola cosa buena que haya hecho la magia por mi.

      - No todos la ven así. Solo te has encontrado con hechiceros con un oscuro corazón.

      - Ese es el problema. Lancelot me ha tratado de hablar bien de la magia en algunas ocasiones aunque siempre huyo de esa conversación. Tú también lo has hecho. Pero hay algo que no entendéis.

      - ¿El que?

      - Quizás para vosotros la magia pueda ser algo bueno. Pero no para mí.

      - ¿A qué te refieres?

      - Mi padre ha condenado a muerte a demasiados hechiceros. Y ha hecho que muchos otros deban huir o esconderse. Ese es el legado de los Pendragon. Por tener este apellido los brujos solo se acercarían a mí por venganza. Nadie usaría la magia para mi bien porque todas las personas que poseen magia odian a los Pendragon.

Merlín recordó que él mismo era uno de esos hechiceros que tras saber su apellido había tratado de huir. Porque no quería ayudar a un Pendragon cuando otro le había arrebatado tanto. Lancelot le dijo en aquella ocasión que no debería juzgar a Arturo por su apellido y empezaba a pensar que tenía razón.

      - ¿Y crees en ese legado?

      - ¿Creer?

      - Si no fueras un Pendragon, si no hubiera un motivo que hiciera que los hechiceros te odiaran, ¿seguirías pensando que toda la magia es mala?

      - Eso no importa. Si soy un Pendragon.

      - Me importa a mi. -Merlín se dio cuenta de que iba a volverse a sumergir en sus pensamientos así que decidió añadir- ¿Qué pasaría si un hechicero decidiera usar su magia para ayudarte?

En ese momento la bestia saltó sobre Merlín tirándole del caballo. En el proceso se aseguró de cogerlo firmemente contra su cuerpo para asegurarse de que no se lastimara. El caballo por su parte se asustó y salió corriendo. Arturo se llevó todo el golpe de la caída pero antes de que Merlín pudiera quejarse por lo sucedido le cubrió la boca y se llevó un dedo a los labios indicando que se callara a la vez que se escondía más. El joven hechicero entendió que sucedía cuando oyó pasos de personas. Apartó la mano de Arturo y se asomó ligeramente. Allí estaba el ejército de no muertos. Los oídos de Arturo debían estar mucho más agudizados que los suyos y los había oído desde lejos. El ejército no se percató de su presencia pero enviaron a un par de sus soldados a perseguir al caballo. El resto siguió su camino hacia la mansión. Cuando vio que se alejaban Merlín hizo la intención de ponerse en pie pero Arturo, temiendo que aún pudieran oírle, le cogió por la cintura impidiéndoselo. Merlín no se lo esperaba y acabó cayendo sobre el pecho de la bestia. Levantó el rostro para mirarle y sus ojos conectaron. Merlín no tardó en apartar la mirada algo sonrojado y Arturo sonrió. Sabía que estaba recordando lo sucedido la otra noche. Merlín trató de separarse pero Arturo se lo impidió y le hizo señas haciéndole entender que aún podían estar cerca aunque sabía de sobras que ya no era peligroso. El joven hechicero miró de nuevo a la bestia y cuando sus miradas conectaron de nuevo Arturo levantó una de sus manos y acarició la mejilla de Merlín. Se perdió en su mirada intensa. Por un segundo pensó que le iba a volver a besar. Hasta notó que se estaba acercando. Pero algo sucedió. No sabía que era pero de repente la mirada de Merlín cambió. De una intensa que se estaba dejando llevar por el momento a una mucho más apagada. Parecía casi triste. Tras eso se apartó de él. Arturo no entendió que había sucedido aunque supuso que algo había pasado por su cabeza y le había hecho ponerse así. Algo que los alejaba. Y ese algo, fuera lo que fuera, podía ser el verdadero motivo de que el beso no hubiera roto la maldición.

The sourcerer and the beastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora