23. Castigo

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Aproximadamente dos horas después la puerta se abre, Ömar entra con paso firme y se detiene frente a mí. No enciende la luz, yo tampoco lo hice, quería estar en la oscuridad para pensar mejor.

—Te portaste mal abtikari  —Me levanta del piso con ambas manos.

Lleva únicamente puesto un pantalón negro, miro embelesada su torso, sin pensarlo extiendo la mano y lo toco, él me detiene sujetándola con la suya, ya no lleva el vendaje, la herida comienza a cicatrizar, acerco mis labios a ella y la beso, no me gusta ver su perfecto cuerpo lastimado aunque a él no le importe lastimar el mío. 

Su expresión confundida me divierte, se estaba acostumbrando a verme sumisa, si quiere destrozarme la mente y el cuerpo le daré batalla, vamos a ver quien confunde mas a quien.

Estoy segura que en la playa tuvo una escena de celos con los hombres que se nos acercaron, lo que me deja claro que no es inmune a mi como yo tampoco lo soy con él.

Ömar se va a enamorar de mi, eso es un hecho pero debo cambiar la estrategia, hacer lo que él me ordena con la cabeza baja no es la forma, Zanahoria me dio la pauta y no lo comprendí hasta este momento, ser solo yo, ser esa Nath que lo convenció de aceptar mi trato y de volverse miembro del burdel, le he otorgado mucho poder a Ömar sobre mí, es momento de reclamar un poco de vuelta.

—¿Vas a castigarme? —Frunce el ceño y me mira con esa expresión gélida.

—No te he permitido hablar. —Sonrío cínica, que se vaya olvidando de sus jodidas reglas.

—No me importa. —Bajo los tirantes del traje de baño y saco los brazos, lo deslizo por mi cuerpo hasta mis pies.

Él permanece inmóvil, me acerco, recorro con mis manos su torso firme, debo ponerme de puntitas y aún así no logro alcanzar sus labios, en un arranque de valentía rodeo su cuello, lo jalo hacia mi y lo beso.

Su primera reacción es alejarse, pero mantengo mi agarre de su cuello pegándolo de nuevo a mí. Él se yergue cuan alto es levantándome del piso, aprieto el abdomen y levanto las piernas para enroscarlas en su cadera.

Coloca sus manos en mis glúteos, da dos pasos con sus largas piernas y me estrella contra la pared, el golpe es duro pero no me quejo, continúo besándolo.

Me presiona contra la pared, clavando su potente erección en mi pubis, quiero quitarle el pantalón pero tendría que soltar mis piernas. Muerdo su labio, no tan fuerte como para hacerlo sangrar pero si lo suficiente para que gima. Alarga el brazo y cierra la puerta dejándonos en la oscuridad total.

Hadha sayuklifuk ghaliaan —sisea aún besándome.

No sé que fue lo que dijo pero sonó a amenaza.

Nos separa de la pared y camina en la oscuridad ¿Cómo puede moverse sin ver nada? Debe conocer este sitio a la perfección. Continúa besándome pero de manera ruidosa, nuestros labios se chocan haciendo chasquidos que me parecen graciosos.

Algo frío toca mis glúteos, me estremezco, me sienta sobre una superficie y se aleja. Empiezo a reconocer los ruidos que hace Ömar cuando anda en la oscuridad, los repiqueteos y golpes, los leves susurros y chasquidos, creo que sé cuando los hace conscientemente y cuando son accidentales.

Sus dedos acarician mi espalda, provocándome escalofríos, cuando él me acaricia es porque viene la peor parte. Coloca una mano en mi pecho y otra en mi espalda y me recuesta sobre la superficie helada, mis piernas aún flexionadas en la orilla. junta mis manos al frente y comienza a rodearlas con una cuerda.

—No tienes que atarme, no iré a ningún lado, te lo dije en la playa.

—Es necesario, no quiero que te muevas.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora