Cap. 3 CÓWAN

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Por su parte, en otro sector del universo, Álefer había abierto los ojos, estaba adolorido y algo desorientado, luego su sirviente Núm se acercó a él y dijo aliviado.

—Mi señor, ha despertado.

—¿En dónde estoy? —preguntó Álefer sentándose en la cama.

—Se encuentra en sus aposentos de palacio.

—¿Estamos en Cówan?

—Así es mi señor. Las personas de aquél planeta nos subieron a las naves y nos enviaron devuelta, sin lastimar a nadie —contestó Núm mientras le extendía un vaso de agua.

—¿Y mi hermano? —preguntó Álefer luego de beber un sorbo de agua.

—Permaneció en aquél lugar. Informes indican que al parecer él y muchos otros Cowanos formaron una alianza con los humanos nativos de ese planeta. Ahora pelean para ellos.

—Todos son unos traidores y van a pagar por ello, en especial mi hermano.

—Debo admitir que me encontraba muy preocupado por usted príncipe —confesó Núm.

—¿Por qué razón? —preguntó extrañado.

—Desde que llegamos no podíamos hacerlo despertar. Estuvo inconsciente varios días, nadie entendía cómo era posible.

—Te aseguro que fue una sorpresa incluso para mí —dijo Álefer mientras se ponía de pie y comenzaba a vestirse.

—Disculpe la pregunta, señor. ¿Pero cómo fue posible que ellos lograran hacerle tal daño? Ninguno tiene ese poder.

—Una sí, y voy a ir por ella —dijo Álefer caminando hacia la salida del cuarto.

—¿A qué se refiriere? —preguntó Núm confundido.

—La chica, Alina, ella tiene el poder de los Váizon —contestó Álefer mientras caminaban por los pasillos del palacio.

—¿Alina Warriors? No puede ser. ¿Justo ella? —dijo Núm sorprendido.

—Justo ella.

—¿Qué hará ahora príncipe? ¿La matará de todas formas?

Álefer lo miró sin contestar palabra. En el camino se toparon con el capitán de la guardia, el cual iba acompañado por dos escoltas. Ambos guardaespaldas estaban vestidos con grandes armaduras plateadas, portaban armas de fuego en sus manos, mientras que el capitán de la guardia vestía una reluciente armadura dorada, y portaba una gran espada con el emblema Cowano en la empuñadura.

—Álefer, veo que ya te recuperaste, empezaba a creer que estabas muerto —dijo el capitán con una pícara sonrisa.

—También es un gusto volver a verte, tío —contestó Álefer.

—En este momento me dirijo a la sala del trono, deberías venir conmigo, a tu madre le alegrará verte.

—Antes tengo unos asuntos que resolver, pero iré inmediatamente en cuanto termine.

—Adelante. Le informaré de tu mejora.

Luego de la charla con su tío, Álefer se dirigió a otro sector del palacio. Una vez allí, atravesó unas grandes puertas que lo llevaron directo a un cuarto, donde una mujer se encontraba.

—Tenemos que hablar —ordenó Álefer molesto.

—Me da gusto volver a verte —contestó la mujer—. Toma asiento, por favor.

—Núm, espera afuera —dijo Álefer.

—Sí, príncipe —asintió su sirviente, retirándose del lugar.

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