Cap. 13 CONFESIÓN DE AMOR

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Cuando la fiesta acabó, todos volvieron a sus habitaciones a dormir.

Alina y Cónfer se dirigían juntos hacia sus dormitorios, cuando llegando, Cónfer la detuvo y le pidió que hablaran un momento. Ambos fueron a uno de los atrios del templo, donde un muro repleto de velas encendidas iluminaba todo el lugar.

—¿Qué sucede Cónfer? Te ves extraño.

—Intento juntar valor para decirlo. No creí que sería tan difícil —dijo Cónfer, muy nervioso.

—Tus manos tiemblan. No me asustes así. Dime ¿Pasó algo malo?

—No. No, es solo que quiero... Quiero decirte... Lo... Lo mucho que me agradas.

—También me agradas Cónfer. Te ganaste un lugar en nuestra familia. Eres un Warriors —dijo ella, dándole un pequeño golpe en el hombro—. Eres una gran persona.

—Te quiero, Alina —soltó Cónfer de la nada.

—Pues, yo también a ti te tengo un gran aprecio. Ya es tarde, vamos a dormir. Mañana hay que levantarse temprano —dijo Alina, volteando para irse.

—Te quiero —repitió con un tono de vos más profundo.

En ese momento Alina lo entendió. Ella frenó en seco, volteó y lo miró con seriedad, sin saber que responder.

—Cónfer ¿Qué estás diciendo?

—Me agradas, pero no como amiga —contestó Cónfer, acercándose a ella con lentitud—. Desde hace mucho he querido decírtelo, pero siempre surge algo que lo evita. Y ahora que estamos aquí, los dos solos, tengo por fin tiempo para hacerlo.

—Cónfer, yo no...

—Espera, por favor. Déjame terminar antes de perder el valor. Al, estoy enamorado de ti. Has estado en mi corazón desde que soy un niño. Toda mi existencia te he amado.

—Creo que exageras un poco. No llevamos mucho de conocernos en realidad. Tal vez estás algo confundido. Vamos a dormir, mañana hablaremos con más calma —dijo Alina, volteando nuevamente para irse.

—"Ayer en la montaña me perdí"... "Seguí al rio y te encontré aquí" —cantó Cónfer, llamando inmediatamente la atención de Alina.

—¿Cómo es que sabes esa canción? ¿Dónde la aprendiste?

—Tú me la cantaste, cuando estábamos en la casa de aquel anciano, en los campos de maíz.

—No. Yo estaba con Mateo y un...

—Bebé. El cual encontraste dentro de una nave Cowana. Y te lo llevaste creyendo que era uno de los tuyos.

—Es imposible. Es imposible que tú seas él.

—Lo soy. Yo era ese bebé, a quien cuidaste y defendiste. Ustedes con el paso de los años, olvidan sus primeros recuerdos, pero nosotros no. Recordamos todo desde el momento que abrimos nuestros ojos. Te recuerdo. Y yo crecí viéndote dormir en esa cápsula. Veinticinco años, y mi amor solo aumentaba. Yo me ofrecí para ser tu escolta. Tú me cambiaste, me hiciste ser diferente. Me inspiraste para ser la mejor versión de mí.

—Yo... Siempre me pregunté que había sido de ese niño. Jamás hubiera imaginada que era tú.

—Quería decírtelo. Quería decírtelo todo. Y por fin entré el momento.

—No sé qué decirte. No sé qué espera que te diga.

—Solo quiero que me des una oportunidad. Sé que has pasado por mucho, pero e como tú dijiste, jamás ibas a poder hacer una vida mientras tuvieras el poder de los Váizon en tu interior. Pero ya no lo tienes. Esta es la última misión. Ahora podrás hacer una vida, y yo quiero formar parte de ella.

—Cónfer, no estoy segura que sea lo correcto. Aún tengo mucho por asimilar.

—Tendrás el tiempo que necesites. Pero mientras tanto, déjame estar a tu lado, déjame cuidarte. Si sientes al menos un poco de amor hacia mí, ábreme tu corazón y déjame demostrarte que soy digno de él. No te voy a fallar. Al, permíteme... Cortejarte al menos. Por favor.

Alina quería decirle que no, que solo lo veía como un amigo, pero luego recordó lo que sucedió con mateó, y tuvo miedo. Temía por lo que podía llegar a pasar si le decía que no. Así que ella tomó una decisión muy difícil.

—Te estaría mintiendo si te dijera que siento lo mismo. Pero después de todo lo que hiciste por mi familia y por mí, pienso que sería una ingrata si al menos no te doy el beneficio de la duda. Eres honesto y muy bueno, y me agradas. Así que sí, puedes cortejarme.

—¿De verdad? ¡No puedo creerlo! —exclamó Cónfer, emocionado, abrazando a Alina y levantándola en el aire—. ¡Muchas gracias, Al! ¡Gracias! ¡No te imaginas lo feliz y agradecido que estoy!

—Yo debería agradecerte, siempre estuviste ahí para mí. Ahora vamos a dormir, ya es muy tarde.

—Sí, tienes razón.

Estando ya en sus habitaciones, Alina se puso a pensar en lo que había hecho. Su corazón se estrujó, presionó su cabeza con ambas manos, y derramó unas cuantas lágrimas de tristeza, ya que sabía que era imposible una vida con la persona que en verdad amaba. Se recostó en la colchoneta y entre llantos quedó dormida. Mientras que en la habitación de alado, Cónfer apenas pudo dormir por tanta felicidad. 

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