Cap. 15 CONDENADA A MUERTE

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Sacaron a arrastras a Cónfer, el cual solo gritaba el nombre de Alina. Luego Núm se dirigió hacia ella nuevamente.

—Mi señor quiere verte.

—Dile a tu señor, que se muera.

—Llévenla a la sala de interrogatorios —ordenó Núm a los guardias.

Ellos sujetaron a Alina con fuerza de los brazos, y la arrastraron hasta un lugar donde la dejaron parada entre medio de dos columnas que le llegaban hasta la cintura. Le colocaron unos brazaletes, los cuales se adhirieron magnéticamente a la superficie superior de las columnas. Sin mencionar los pies, los cuales a través de una especie de rayo, fueron sujetados al suelo.

Momentos después, Álefer entró a la habitación, portando la tan distinguida máscara que lo caracterizaba. Cuando Alina lo vio, su corazón comenzó a latir con fuerza, pero sus nervios fueron oprimidos por el enojo que sentía y la preocupación por Cónfer. Cuando él se paró frente a Alina, se miraron fijamente por unos segundos, luego ella simplemente desvió la mirada hacia otro lado, ignorándolo.

—¿Y el traidor? —preguntó Álefer sin desviar la vista de Alina.

—En un transbordador. Mañana será llevado devuelta al reino —contestó Núm.

—Y a su ejecución, espero —dijo Álefer, por tal de provocar a Alina.

—Si le hacen algo los haré pagar —amenazó Alina.

En ese segundo mientras hablaba, ella sacudió su cuerpo intentando librarse de las fijaciones que la sujetaban, y fue ahí cuando sintió un terrible dolor en el brazo derecho que la hizo gemir. Inmediatamente Álefer se acercó más a ella y observó su brazo, notando un gran moretón en él. Dedujo al instante que fue durante el traslado. Con una mirada repleta de ira fijó sus ojos en Núm, quien respondió rápidamente.

—Forcejeó con los guardias. Ella...

—Lo discutiré contigo luego —contestó Álefer.

Núm agachó la cabeza de inmediato. Álefer volvió su mirada hacia el moretón de Alina mientras decía.

—Lo regresaste.

—Solo devolví lo hurtado —contestó ella, mirándolo a los ojos.

—¿Te das cuenta que ahora eres vulnerable? Esta vez sí mueres no volverás.

—Nunca le temí a la muerte. Le temía a una vida llena de intranquilidad, ya que nunca me habrían dejado en paz. Por eso lo devolví.

—¿Creíste que regresándolo te dejaría en paz?

—¿No es así acaso? Lo que querías ya no está.

—Yo no diría eso —le susurró al oído—. La chica ya no tiene el poder de los Váizon —exclamó para que todos los presentes escucharas—. Ya no me sirve para nada. Llévenla al pabellón, y ejecútenla. Núm, prepara mi nave, nos vamos ahora —dijo él, saliendo del lugar.

—Sí, príncipe —confirmó Núm, siguiéndolo. 

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