El aviso de la llegada del huracán Agatha había puesto patas arriba la casa de los Bennett, aun siquiera sin llegar a la isla de Outer Banks.
María había prohibido a sus hijos salir de casa bajo ningún concepto y toda la tarde había estado moviendo todos los muebles de menos valor para tapar todas las posibles aberturas como las ventanas y las puertas.
No era ningún secreto el temor de la colombiana hacia las tormentas y desastres naturales cuando su familia lo perdió todo a su temprana edad gracias a uno de estos.
Ariel y Nicholas miraban con sus brazos cruzados a sus padres desde las escaleras, viendo como desplazaban todo de lugar.
— ¿No creéis que estáis exagerando?
— Cualquier prevención es poca.
— Mamá, te has confundido de contexto.
María fulminó con la mirada a su hija mientras que su padre se reía por lo bajo. Decidió no contestarla volviendo a usar todo su peso para impulsar el viejo pero sofisticado armario.
Subió hasta su habitación para encerrarse en ella y metió algunas decoraciones en cajas, como si se estuviese a punto de mudar. Mientras que guardaba sus cuadros con fotos de todo tipo escuchaba algunas canciones de One Direction en su altavoz que funcionaba todavía de milagro. Había perdido la cuenta de las veces en las que JJ había derramado toda su cerveza encima de este.
Suspiró pesadamente al acabar de guardar todo, tumbándose en su cama de dos plazas. Su perro Bucky (en honor a su personaje favorito de Marvel) de apenas un año se subió de un salto a la cama a un lado de ella.
Ariel le acariciaba mientras que leía todos los mensajes en el grupo de los pogues. Iba a contestar pero una llamada entrante de Dexter la interrumpió, viéndose (de nuevo) obligada a contestarle.
