La conquista del amanecer

Desde la prehistoria apareció en la tierra una raza de hombres y mujeres prácticamente indestructibles, eran sumamente fuertes, ágiles, inteligentes, podían absorber energía de los animales y plantas, razón por la tenían vidas extremadamente longevas.

Estos seres superiores tenían una sola debilidad, la luz del sol, estaban condenados a vivir en la noche eterna y si bien esto parecía no importarles había uno entre ellos que buscaba más en la vida, tenía como objetivo dominar lo único que se escapaba de sus manos, deseaba conquistar la luz del sol.

Era conocido entre su raza como Kars, y a pesar de que en su tribu todos los varones eran físicamente perfectos la apariencia de Kars sobresalía fácilmente. Su cuerpo estaba perfectamente esculpido razón por la que no se cubría más que con un taparrabo, contaba con abundante cabello color púrpura que ondeaba con orgullo y unos vibrantes ojos color café que parecían mirar con superioridad a todos los demás.

Porque si, Kars parecía ser el único interesado en la conquista del sol, toda la tribu estaba sumida en la conformidad y la mediocridad, el único compañero con el que podía decirse que tenía un lazo era Eisidisi que había partido a una misión en el sur del continente en busca de cierto material que, pensaba Kars, podría ayudarles en el dominio del sol.

Debido a que poco podía avanzar en su investigación hasta el regreso de Eisidisi y harto como estaba de convivir con los mediocres de su tribu salió a caminar sin rumbo fijo. Era un ser que sabía apreciar la belleza de la naturaleza así que decidió encaminarse a un lago que quedaba a algunos días de viaje, para alguien normal, no para él que llegó en el mismo día y lo que vió lo dejó asombrado, lo que no era fácil.

En medio del lago podían observarse calles y edificios claramente construidos por humanos, seres que no consideraba lo suficientemente inteligentes como para empezar a edificar en medio de un lago como ese. Tal vez por su ligero asombro es que decidió acercarse un poco para investigar a aquellos seres que habían sido muy inteligentes para construir en terreno tan inestable o bien habían sido muy estúpidos.

Ágil y sigiloso como era pudo deambular por las calles de la recién formada ciudad, durante su paseo observó a diversas familias, hombres que llegaban al calor de sus hogares y que eran recibidos por los cálidos abrazos de sus mujeres e hijos, lazos poco significativos cuando se busca alcanzar propósitos realmente grandes en la vida.

Estaba tan sumido en esos pensamientos que no pudo esquivar a una pequeña humana quien por ir corriendo distraída chocó con él. Lo normal habría sido alejarse pero no pudo evitar contemplar a la mujer que fácilmente destacaba de las otras que había visto en ese día, pues tenía un largo y hermoso cabello de un vibrante color entre amarillo y naranja que combinaba hermosamente con su piel canela.

Debido al impacto la chica cayó al suelo y tuvo que echar su cabeza hasta atrás para poder observar la imponente figura con la que había chocado de lleno -Lo siento mucho señor, ha sido mi cul...- la chica no pudo terminar porque unos fuertes gritos empezaron a hacerse oír.

-Vuelve aquí mujer del demonio-

-No huyas bruja de fuego-

Eran dos hombres que venían persiguiendo a la mujer, estos se detuvieron al ver la impotente presencia de Kars quien solo se limitó a mirarlos con indiferencia, la mujer aprovechando que estaban sorprendidos pudo golpearlos, dos certeras patadas bastaron para noquearlos, quiso seguir corriendo pero Kars con su gran altura y fuerza superior la detuvo.

-¿Por qué te perseguían?- preguntó simplemente.

-Ser diferente es malo, al parecer- dijo sin más la mujer al tiempo que trenzaba su cabello, como para señalar que era la razón de la persecución. Kars la contempló más detenidamente, sus rasgos eran suaves y delicados pero su mirada no transmitía miedo, todo lo contrario, a pesar de estar frente a un desconocido e incluso después de haber sido agredida se notaba una ferocidad en sus ojos, símbolo inequívoco de fortaleza.