Cambio de aires

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¿Cuánto tiempo llevaba ya de la misma forma? ¿Tres años, cuatro? Algo así. Bastante tiempo rodeado de incompetentes, de inútiles, y encima, mínimamente rodeado, ni siquiera era un buen número. No se podía hacer nada con un equipo así. Tan grave era la situación que incluso yo estaba empezando a perder facultades. Y así años, años y años. Qué desagradable. Y justo tuvieron que cancelarse todos los eventos durante otros años, lo que desanimaba todavía más. Ya no podía más con eso. Iba siendo hora de renovarse y dejar ese legado a mis espaldas, que otro se cargase al intento de equipo al hombro, porque yo no iba a seguir siendo el bobo.

Empecé a buscar por activa y por pasiva grupos en los que pudiese encajar para desempeñar bien mi papel, grupos con buen ambiente, que también era importante, y por encima de todo, grupos con organización y cierta profesionalidad y dedicación. No quería volver a estar una tarde sin más hablando, sin hacer nada productivo. No conocía a demasiados, pero poco a poco mi repertorio se fue ensanchando más y más. De lenguas de uno, me llevaban a otros, y de esos otros, a más todavía. La bola de nieve que estaba buscando.

Me fui presentando a diversos grupos, llegando incluso a hacer audiciones serias. Ni para un trabajo de instituto tenía que hacer cosas tan... ¿Formales? Sí, formales sería la palabra. Incluso había unas tres personas en cada grupo calificando, como si fuese a entrar a una mafia o algo así y estuviesen evaluando meticulosamente mis aptitudes. Incluso en eso era distinto el grupo que tenía, ya que en él no hacíamos ni audiciones, ni hacíamos nada. Quien quisiera, que se uniera, lo cual era bastante caótico, especialmente cuando había gente que solo estaba una vez y se iba, otros que estaban dos semanas y se iban, otros que estaban meses pero solo venían un día cada cinco lunas rojas... Un auténtico desastre. Las cosas empezaban a ponerse bonitas para mí. El estrellato aguardaba.

Fui moviéndome como a mi cuerpo le apetecía según qué momento. Está mal que lo diga, pero lo bordé en todas las actuaciones que tuve enfrente de todos los grupos a los que me presenté. Muchos de ellos me propusieron unirme instantáneamente, de hecho. Y en varias ocasiones me vi tentado a aceptar tan jugosa propuesta, pero ya que se me estaban ofreciendo tantas oportunidades, sería tonto de mi parte aceptar una de forma definitiva. Así que me tocaba a mí ser el juez. A todos los grupos que me quisieron entre sus filas les propuse una idea: que me tomaría un tiempito de prueba de unos días con ellos y, según me gustase o no su metodología, me quedaría o no con ellos. Ninguno puso pegas al respecto, así que todo iba sobre ruedas. Aunque esta vez iba a ser algo más tedioso para mí, pero seguro que merecería la pena. Por fin, un futuro algo más alentador.

Estuve como mes y medio siendo, hablando feo y mal, la chica fácil del barrio, cambiándome de grupo cada pocos días, analizando sus formas de trabajo y observando el ambiente del grupo. Hubo casos en los que no llegué a conocerlos a todos, pero no podía ser menos importante para mí. Ya con unos días podía tener un análisis bastante preciso, a mi parecer. El último día de análisis del último grupo fue cuando tuve que tomar una decisión. Varios ya los había descartado desde el mismísimo inicio porque el ambiente no me gustaba nada, pero había unos cinco o seis que se veían muy bien, con metodologías similares y ambientes similares. Era difícil decantarse. 

Entonces, como era costumbre a la hora de tomar decisiones con opciones tan similares entre sí, le pedí, sin dar contexto alguno, a esa persona de confianza que me dijese un número del uno al seis. Y el número que me dio fue el cinco. Le agradecí la rápida respuesta y fui derechito a escribirle al quinto grupo, diciendo que me quedaría con ellos. La acogida definitiva fue muy positiva, y el primer día de ensayo había gente mucho más animada con ganas de ponerse a practicar a mi lado. Así sí que me sentía importante. 

Claro que había gente mejor que yo, era lo mínimo que esperaba de un grupo así. El resto de grupos que descarté inmediatamente tuvieron ese final precisamente porque no me parecía ver a nadie mejor que yo, lo cual desilusionaba, y mucho. ¿Cómo podía aspirar a ser el mejor si me rodeaba constantemente de gente peor? Tenía que ir más allá, a lo difícil y, a la vez, al aprendizaje de alguien superior a mí. Tarde o temprano le terminaría rebasando, solo era cuestión de tiempo. A fin de cuentas, todos tenían que ser rebasados por mí si quería cumplir mi objetivo. Y lo iba a conseguir.

La fortuna me sonreía. Estaba en el lugar perfecto, en el momento perfecto. Al día siguiente de mi entrada oficial a aquel grupo, alguien se enteró de que se haría un evento en el que podríamos participar, aunque éramos demasiados. Y, aún así, la gente me propuso representarnos. Naturalmente, acepté. Era el momento que estaba esperando. Hacerme con un nombre y dar un buen espectáculo, ¿qué más podía pedir? 

Me rodearon de los mejores 6 para ir a aquel evento y reventar el escenario como toca. Se pusieron incluso más serios que en las prácticas, y eso que solían ponerse bastante en serio. Me encantaba ese ambiente. Disfrutaba cada vez que todos aprendíamos nuevos pasos, que nuestros saltos se escuchasen sincronizados... Era increíble. Me veía más que capaz de dejar a todo el público atónito. Claro que confiaba en mi equipo, faltaría más, pero mi objetivo personal era destacar individualmente. Me iba a lucir siempre que tuviese la oportunidad. 

Y así, pocas semanas después, me vi de vuelta en un escenario. Pero la situación era diferente. El equipo era diferente. El nivel era muy diferente. Esta vez, iba a dar la cara por mí y por mi equipo actual, y no iba a dejar a nadie insatisfecho. 


Noviembre de relatos #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora