Las pruebas de la luna: La Torre de Nerón

Capítulo trece...

Advertencia, este capítulo contiene contenido no apto para todo público. Además de que no es realmente importante para la historia, así que en caso de ser sensible recomiendo saltarse esta capítulo.

Me repito, no es apto para todo público, por favor no lean si son sensibles a estos temas.

Tercera persona:

—¡Percy, sal de allí adentro!—dijo Artemisa mientras golpeaba la puerta de la cabaña de Percy—. ¡Es urgente!

El semidiós abrió la puerta claramente adormilado, tenía el cabello hecho hacia un costado y se frotaba los ojos para intentar espantar el sueño, un hilo de baba le caía por el costado de la boca, que Percy rápidamente se limpió con el antebrazo.

Artemisa examinó a su novio de arriba a abajo, al acabar de despertar no estaba precisamente vestido, tenía puesta una pantalonera, eso era todo. La antigua diosa no se atrevió a negar que no estaba disfrutando de lo que veía, pero se guardó esos pensamientos para sí.

—Arty, es media noche—bostezó el joven—. ¿Qué haces aquí?

La antigua diosa se cruzó de brazos.

—Es importante, sobre nuestra misión.

Percy se estiró de mala gana.

—Está bien, te escucho.

Artemisa negó con la cabeza seriamente, sus ojos plateados miraron fríamente al semidiós.

—No, lo mejor será hacerlo en mi cabaña—dijo ella—. Es información sensible.

Percy ladeó la cabeza.

—Ya estás en mi cabaña—gruñó—. ¿No puedes decirme eso aquí?

La diosa alzó una ceja inquisitivamente.

—Entonces, dime, Perce—preguntó Artemisa—. ¿Tu cabaña está insonorizada para que nadie pueda oír lo que sucede adentro de ella?

Percy suspiró derrotado.

—Tu ganas esta vez.

La pareja caminó por el prado en dirección a la cabaña ocho, que brillaba como la plata bajó la luz de la luna.

—A todo esto—murmuró Percy—. ¿Por qué hiciste tanto escándalo?

Artemisa ni siquiera se volvió a verlo.

—Si algún campista nos viera de lejos, un chico y una chica que se van de una cabaña en dirección a otra que está prácticamente deshabitada e insonorizada, empezaría a crear rumores, poco acertados, pero rumores después de todo.

Percy asintio, creyendo entender la situación.

—Pero si llegas casi gritando sobre qué tienes información importante sobre la misión que tendremos por la mañana...—dijo—. Nadie sospechará nada, en especial si viene de la antigua diosa famosa por odiar hombres.

—Creí que ya te lo había dicho—gruñó Artemisa—. No "odio" a los hombres, solo se puede odiar algo que alguna vez amaste. El término correcto sería que "detesto", "desprecio" o "aborrezco" a los hombres.

La antigua diosa sabía que su novio había dejado de registrar la conversación hacia un tiempo, pero no le importaba realmente, Percy era divertido cuando estaba medio dormido, tendía a soltar incoherencias y frases sin sentido, aún más que de costumbre.

Finalmente, llegaron a la cabaña y entraron, con Artemisa serrando y asegurando la puerta tras ellos.

A Percy le sorprendió el lugar, nunca lo había llegado a ver por dentro, parecía una clásica cabaña en el bosque, con un aroma a naturaleza muy vivo y agradable. Sin embargo estaba muy oscuro, más que de costumbre. Todas las ventanas estaban serradas y cubiertas, la única luz en el interior era un suave destello plateado que no parecia venir de ninguna parte.