⟨⟨• ☯ SEIS (1/3) ☯ •⟩⟩

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Débil al frío

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(Parte 1)

La bandeja de plata se estrelló contra el piso cuando las manos pálidas la soltaron de la sorpresa.

El ruido metálico retumbó entre las paredes de madera negra, galletas cayeron por todos lados en fragmentos, la tetera de porcelana se hizo trizas nada más tocar el suelo, aroma de té negro con limón y un charco del líquido todavía caliente.

Sigma terminó de abrir la puerta con un golpe, estrellándola contra la pared, las bisagras retumbaron, casi cediendo; Sigma podía ser muy fuerte cuando la situación lo ameritaba. Tan sagaz, ágil y eficaz que hasta parecía tratarse de una persona totalmente diferente, impulsada por algo, con un motivo por el que vivir y mostrar esa faceta dedicada a proteger y no a que lo protegieran.

Casi como si fuese con una persona con una vida entera.

No sólo una que conocía solo una hoja en blanco como certificado de nacimiento, un desierto que quemó sus pies y un casino en el que centro su sangre corazón y lágrimas.

Nikolai-san había sido a una misión desde hace unos días en Ucrania; demoraría unos días, así que era trabajo de Sigma asegurarse de que Fyodor comiese lo suficiente como para que Nikolai no se encontrara en su regreso con un cadáver aún en pijama que le decía:

«Jeje, morí de hambre por culpa de que olvidé alimentarme correctamente debido a mis traumas. ¿Sigma? ¿Uh? ¡Él me dejó morir! ¡Oh, se olvidó de mí! ¡Qué hecho tan desafortunado! Pero, hey, la muerte no está tan mal, no me tengo que bañar. Jaja, salu2.»

No... tan ¿dramático? Eso sería algo que haría Gogol. Bueno, el caso es que es este payaso dramático se convertiría en payaso asesino como no cuidase a su Dos-kun adecuadamente en su ausencia. Y Sigma ya le tomó cariño a la vida, tenía muchas galletas que probar, gracias.

Preparó la merienda sencilla y ligera que el ruso debía consumir en las noches, antes de dormir, cuando decidía saltarse la cena —algo suave, que su débil estómago maltratado retuviese, y a la vez, nutritivo—, hizo algo de té caliente que endulzaría con miel y lo puso todo en una bonita bandeja de plata que había ganado en una apuesta en el Casino.

Tranquilo, subió hasta la habitación que ocupaba Fyodor. ¿Quién iba a pensar que, una vez decidiera pedir permiso para entrar a través de la rendija de la puerta de madera —ya— semiabierta, lo recibiría esa escena?

Fyodor, en el medio del cuarto, sobre el futón desordenado, sus ropas desprolijas, como alguien que hace días que no se la cambia o siquiera se mueve más de lo necesario; las luces del ordenador estaban encendidas, proyectando una espectral bruma púrpura sobre el extremadamente pálido rostro que en otros momentos parecía hasta guapo y cargado de inocencia infantil.

Pero no era el pálido normal.

Era... carente de sangre.

De calor.

Y Fyodor no se movía, tirado en esa incómoda posición sobre el duro suelo de madera de abeto.

[In] Sensibilidad ☦ Fyodor Dostoyevski • Bungo Stray Dogs ☦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora