Ahí estaba, parada en la orilla del mar en ese momento ya no sabía cuales eran mis lagrimas y cuales eran las olas del
mar pues las dos son saladas. Cada vez que quería aventarme al mar para poder perderme en el, él me daba algo y
me decía que me lo daba porque no quería que fuera parte de todos los que se han perdido. Yo no entendía esa
parte, pero la emoción que sentía cada vez que el me daba algo me impedía el querer saltar ya que disfrutaba
mucho sus regalos aunque su efecto no duraba mucho, pero siempre estaba ahí para impedir todas las veces que
quise saltar.