LA DAMA DE BLANCO

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El tambaleo violento despertó abruptamente a Ada, viajaba en un autobús de tercera rumbo a un lugar desconocido. Llovía a cantaros y la vista a través de la ventana era acuosamente indistinguible a la distancia; el sendero lodoso de la sierra no le aportaba ninguna tranquilidad, al contrario, tenía la fuerte sensación de que en cualquier momento el camino estrecho ascendente se desgajaría y el camión lleno de pasajeros caería al vacío.

Nadie conocía su ubicación o destino, el teléfono móvil había dejado de ser útil hace mucho, no tenía idea de la hora con aquel clima hostil y grisáceo, tan lejano de su hogar, solo le quedaba rogar porque el chofer realmente supiera llegar a aquel destino incierto del que nadie le había podido contar con certeza y antelación, pues suponía el enredarse en historias y leyendas que para la edad moderna resultaban ridículas, pero aquellas crónicas fantásticas suponían su única esperanza.

Afortunadamente, el camión no sufrió ningún inconveniente y llegaron a la cima de una alta y lluviosa montaña. El chofer anunció la llegada lacónicamente y los pasajeros comenzaron a descender ansiosamente con sus equipajes en mano, dejándose llevar unos a otros.

Ada esperó hasta que todos bajaron, estaba mareada, le dolía el pecho, le faltaba el aire y tenía el estómago revuelto, el pánico a salir del camión le invadía. Estaba tan temerosa que no se atrevía a descender, después de todo era una mujer de ciudad, completamente sola, en medio de la nada y entre desconocidos.
Pensaba en sus tres hijos, en como los trajo al mundo con tanto dolor, en su esposo, en cómo se había dedicado cada día a él, a complacerlo por veinte años y le había atendido sin falla cada día de su vida, aun estando enferma, como una esclava, en cuerpo y alma dedicada a su familia, y en como ninguno de ellos se lo había agradecido o pagado, en como ninguno de ellos le había acompañado, recordaba con amargura como ninguno había querido aventurarse con ella, todos habían dudado de su decisión, todos le habían dejado sola, a su suerte.

—Llegué sola a este mundo y sola me iré— murmuró para sí misma

La mujer respiró profundo, levantó su pequeña maleta y bajó del autobús, el chofer ni siquiera la miró, había prendido un cigarrillo y estaba fumándoselo. Ada estaba acostumbrada a la indiferencia de las personas a su alrededor, ya no dolía igual o eso creía.

Aun llovía levemente y hacia frio, así que se apresuró hacia una enorme carpa blanca, en donde todos los pasajeros estaban formándose para acceder. Había otros cuatro camiones viejos, estacionados en el lugar, mismos que habían transportado a todas esas personas y seguramente llegarían otros con más.

Mientras esperaba para entrar arribó un sexto camión, lo cual le puso nerviosa, una sensación amenazante, como si fuera a perder su lugar o su turno a causa de la llegada de más gente.
El acceso no fue tan complicado como pensó, avanzó rápidamente hacia el interior, los organizadores eran personas comunes dando instrucciones precisas, eran en su mayoría mujeres de mediana edad, no daban explicaciones solo les decían que hacer.

Dentro de la carpa le dieron una ficha con el número 77, el cual correspondía a la cama en la que iba a dormir y recuperarse. Antes de entrar debían dejar en una bolsa con una etiqueta con su nombre teléfono celular y reloj de muñeca o de bolsillo si es que llevaban alguno consigo.
La enviaron a pagar un pequeño botiquín de primeros auxilios para su uso personal, el cual le pareció ridículamente barato y constaba de algunas gasas y alcohol.
El interior estaba lleno de gente, hablando entre sí, haciéndose preguntas, preocupados e intrigados porque aún no se les informaba nada, querían saber a qué hora serian atendidos y por quienes, pero nada les era revelado, las personas a cargo les contestaban que tuvieran paciencia y siguieran las instrucciones.

Ada se abrió paso entre la gente y se dirigió hacia una cortina que separaba la estancia anterior, una mujer le dio acceso pidiéndole que le mostrara su ficha, al ver el numero de la cama de Ada le señalo que debía dirigirse hacia el lado izquierdo para encontrar su cama. Había muy poca iluminación, a falta de electricidad habían prendido algunas velas, pensó que al menos el pasto húmedo estaba cubierto por lona de plástico y no sería una molestia.
En ese momento Ada se cuestionó que demonios estaba haciendo en ese horrible lugar, la imagen de ese gran espacio con tantas filas de camas individuales le hizo sentir que estaba en un albergue, igual que la gente sin hogar que acudía para no dormir en la calle, además hacia frio y tenía hambre, había comido algo antes de subir al autobús, pero habían pasado horas desde eso.

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⏰ Última actualización: Feb 19, 2022 ⏰

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