Sería en 1985 cuando Alan Richman comenzaría a presentar los cambios por su exposición con aquella extraña persona en el campo de Bensmouht. Una rara sensación en sus manos despertaría una terrible hinchazón en sus venas haciéndolas crecer a un ritmo acelerado, incluso llegando a ser dos veces más grandes que una pajilla.
El miedo en su mente era fuerte; una ansiedad descontrolada se apoderó de ella. Una oscuridad de penumbra se adueñó de sus dedos y brazos convirtiéndolos en algo más oscuro que el gato de Poe en una noche sin luna. Sus dedos gigantescos eran inútiles para marcar por teléfono a Mary, su amada, y poder contarle lo que pasaba. Un mareo le atacó y lo hizo caer inerte al suelo.
Los sueños de Mary cada vez eran más extraños y constantes. En cada uno de ellos la muerte de Alan era presagiada, cada una con el mismo final, pero distinto proceso. Todos terminaban con él convertido en una gran masa negra para después ser diluida como ácido y quedando por fin como un charco de brea. Mary saltó de su cama con uno de esos sueños, por lo que presurosa tomó su teléfono y marcó a casa de su amado. Un largo e incómodo “PIT”, proveniente de la línea muerta, asustó aún más a Mary. Una angustia la sobrecogió y comenzó a imaginar cosas indeseables que pudiesen estarle pasando a Alan. Se despojó rápidamente de su pijama y tomó sus vaqueros y una blusa cualquiera junto con los primeros zapatos que encontró. Salió corriendo de su habitación, lanzó los adornos y vasijas que decoraban su cocina para lograr encontrar las llaves de auto. Al no encontrar las llaves, con fuerza arrojó un retrato de Alan y ella, recuerdo de aquel día en Bensmouht, hacia la pared. Un pequeño remordimiento le causó eso, pero luego pensó en lo que había ocurrido en ese campo y se olvidó del dolor. Tomó las llaves, que se encontraban detrás del retrato y salió deprisa hacia su coche. Con algunos temblores en la mano logró insertar la llave al costado del volante encendiéndolo y se dirigió con gran velocidad a Richtmon Street, lugar donde vivía Alan. Lo de aquel día acribillaba su cerebro, visiones de lo ocurrido atacaba a Mary mientras conducía: Un hombre de traje negro y postura corpulenta seduciéndola detrás de un roble y ella quedando hipnotizada por algo, que hasta ahora no sabe lo que era. Alan atacando como un animal a ese hombre dejándolo casi muerto. Mary quedó paralizada recargada al árbol sin poder pronunciar palabras, y tan solo tocándose la boca.
Una baba negra salía en forma de cascada de la boca del sujeto hacia la boca de Alan, causando una convulsión. La vista de Mary fue hundida en el horizonte ignorando gravemente a su pareja en el suelo.
El claxon de un autobús alertó por fortuna a Mary de un inminente choque. Derrapó sobre la autopista y en un movimiento rápido consiguió mantener el equilibrio en el volante y siguió el camino procurando estar concentrada hasta su destino.
La puerta del auto fue cerrada tan fuerte que accionó la alarma, el estridente ruido llegó a escucharse por dos cuadras más allá. Mary fue hasta el porche. Con una gran furia contenida en su pierna pateó fuerte la puerta de madera. Huellas negras repartidas por toda la sala le hizo dar un paso hacia atrás en señal de miedo. El camino de huellas le hizo llegar hasta el cuarto de Alan, solo para verlo sentado en su cama como si nada hubiera pasado.
-Alan, ¿Cómo estás? ¿Qué te ha pasado?
-Me perdonas, pero, ¿Quién eres y qué haces en mi casa? - dijo Alan en tono de furia.
-¿Alan?, soy Mary, tuve presentimientos horribles sobre ti y quise cerciorarme que estuvieras bien.
-¿Mary? ¡Mary! ¡Amor mío! - Alan saltó de la cama para abrazarla- te extrañé tanto.
Mary no escuchó las palabras de su amado y se concentró en su abrazo.
Alan la besó. La mano de Alan subió desde la espalda baja de Mary hasta su cabello y de nuevo descendió al inicio, pasándola por debajo de la blusa para llegar al broche del sostén y buscar desatarlo. Cuando lo logró, Mary se encontraba hipnotizada, quería seguir el juego de su pareja. Mary recordó que esa misma hipnosis fue la que sintió cuando interactuó con el individuo. Un mal sabor en la boca de Alan le hizo retirarse de sus labios. Se tocó el labio inferior, sin ver aun la cara de Alan, y notó que de su boca escurría un tipo de lodo negro y que comenzaba a hervir. Levantó los ojos y miró al rostro de él, su cara tan delicada y definida era ya un rostro en descomposición por ácido. Comenzaba a derretirse. Circulaban grades cantidades de brea por los orificios de su cuerpo. Las manos de Mary se quemaron hasta la muñeca, por lo que rápido lo soltó.
-¡Oh, Mary! ¡En verdad te extrañé!- Por cada frase, una pequeña brisa se colaba por medio de un diente faltante en la boca de Alan - Desde ese día en el campo, antes de que ese idiota de Alan me atacara, quedé enamorado de ti. Ahora que él ya no estará, podremos fusionarnos en uno solo.
Mary se palideció con esas palabras. Intentó correr pero bajo sus pies un charco pegajoso se empezó a formar impidiendo su movimiento.
Por la mitad del cráneo de Alan una línea salió abriéndolo, haciendo que su “cerebro” - que era ya un caldero en ebullición - saltara en torrentes hacia todos lados. Esa brea en movimiento se había adueñado de Alan. El pobre Richman ya no existía. La “Brea”, tomó por la blusa a Mary derritiéndosela en segundos dejando sus pechos desnudos, lo mismo hizo con los vaqueros. Ella yacía atrapada en el charco, parcialmente desnuda frente a la fuente viviente de brea. La cosa pasó sus manos, totalmente hirviendo, desde los muslos de ella, subiendo por su trasero, pasando por su ombligo y subió hasta sus pechos, ocasionando un grito de dolor y miedo.
-¡Por fin serás mía, Mary! - Aulló la brea en un grito prolongado. Logró una fusión entre ambos al colarse por los huecos del cuerpo de Mary.
Mary saltó de su cama por culpa de aquélla terrible pesadilla. Se sentó al borde su cama y se puso sus zapatillas de descanso. Caminó bostezando al baño, sabiendo que todo abría sido un sueño. Su alivio fue aclamado y muy bien recibido. Intentó llamar a Alan pero no contestó, pensó que estaría dormido. Se posó frente a su espejo y comenzó a lavarse los dientes. Al cepillarse se percató de haberse lastimado un diente, el mismo que le hacía falta a Alan. Empezó a asustarse. Tomó un vaso y lo llenó de agua para enjuagarse. La calma que había tenido antes se frustró cuando al lanzar el agua al lavabo, una sustancia viscosa fue lo que salió de su boca. Los nervios la retuvieron. Su miedo fue impactante cuando al voltear a su espejo vio cómo de sus orejas y orificios nasales comenzaba a brotar brea en verdad caliente. Supo que nada de eso fue un sueño.
-Buen día Mary, ¿Cómo estás? - Pensó ella, pero al hacerlo, no lo hizo con su voz, sino con la voz de aquella cosa. Logró su cometido al final.
La culminación de esta pareja fue como lo dicta la iglesia, pues fueron uno... Para siempre.
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Rata blanca
HorrorVarias historias de terror pasando en el mismo universo. Desde delirios y muertes por culpa de un libro, hasta ser aprisionados por una terrible maldición.