— ¡Rengoku-san, no es necesario que nos acompañe!
— ¡Sí, hermano! Apenas te dieron de alta, no deberías acompañarnos.
El antiguo pilar de la flama miró a su hermanito y a su nuevo discípulo con una sonrisa, se sentía realmente conmovido ante su preocupación, sin embargo sentía que se haría uno con el tatami si seguía descansando en su habitación. Nunca había sido alguien que disfrutara de la quietud de la procrastinación, y quería aprovechar el festival de otoño para estirar un poco las piernas después de meses de milagrosa recuperación. Esa era la razón por la que decidió autoinvitarse a seguir a Senjuro y al joven Kamado al festival de esa noche.
— ¡Me encuentro perfectamente, agradezco su preocupación! Les aseguro que no me esforzaré demasiado. — respondió, con los brazos sobre el pecho y su aura brillante.
— Hermano...
— ¿A dónde está mirando?
No había pasado mucho desde su salida y Kyojuro se sintió un poco mal al ver la exagerada atención de los menores hacia él. Cuidaban cada paso que daba, le preguntaban por su situación cada cinco minutos, y la tensa conversación que mantenía el rubio menor con el de cabellos burdeos era solo una tapadera para aparentar normalidad. Todo eso podía notarlo, y al final se preguntó si había sido una buena idea.
Al llegar, su atención se fue de inmediato a los puestos de comida, ya que al ser temporada de patatas dulces había una gran variedad de platillos con dicho tubérculo, así que no perdió mucho tiempo decidiendo y empezó por el más próximo.
— No comas demasiado, hermano. Puede hacerte daño.
— ¿Está bien que esté tanto tiempo de pie? ¿Gusta sentarse, Rengoku-san?
De nuevo les sonrió y negó cortésmente sus atenciones. Se sentía bien, no había porqué preocuparse tanto, pero debía admitir que le partía el corazón el pensar demasiado en la razón por la que cuidaban tanto de él. Así que decidió darles un respiro. Se sentó en el tronco de un árbol torcido, junto a toda la comida que compró y exclamó:
— ¡Me quedaré aquí! No tienen que preocuparse por mí, no me moveré, así ustedes podrán disfrutar del festival sin carga alguna.
— No eres una carga, hermano. — se apresuró a hablar Senjuro, a su lado, Tanjiro asintió enérgico.
— Solo queremos que esté bien.
— Lo estoy. Pero sé que estarán más tranquilos si solo me siento aquí a comer. ¡Así que eso haré!
— Pero...
— ¡Insisto!
Los dos jóvenes se miraron y asintieron antes de prometerle al rubio mayor que ganarían algo para él. Una vez solo, la sonrisa que les había dedicado desapareció, siendo reemplazada por un rostro serio y triste. Las cosas habían cambiado mucho en su vida tras esa última misión que le costó su título y su carrera como cazador, haciendo que se replanteará la forma en la que veía y vivía su día a día. Y podría decir, quizá, que por fin había entendido un poco a su padre.
Una pelota de agua apareció en su campo de visión, distrayéndolo de sus oscuros pensamientos.
— La conseguí mientras esperaba, pero ahora no sé qué hacer con ella, ¿la quieres?
Kyojuro miró a la persona que había aparecido a su lado, era un joven quizá unos años menor que él, de cabellos negros y ojos azules. Tenía la ligera sospecha de conocerlo, pero al mismo tiempo estaba seguro de no haberlo visto antes. Estiró su mano y aceptó la pelota con una sonrisa.