Un largo camino por recorrer

15 1 0
                                    

Cada paso que daba, me producía la sensación que el camino que seguía era interminable, con principio pero sin final. ¿Acaso no tendría un destino? Si fuera así a ¿dónde iría a parar yo?. Sin embargo, no podía sucumbir a esa idea y permitir que mis pensamientos me nublen. Pasaron unos cinco a seis minutos más, según el conteo de segundos que mantenía en mi mente, puesto que no había revisado la hora hacía varios minutos, en efecto mis cálculos podrían no ser precisamente exactos, pero asumía que no excedía de los diez minutos. Una cuadra más, la vereda era gris y llana, aunque no del todo homogénea con ciertas imperfecciones como todas las avenidas, hecho que resulta completamente natural debido al incalculable número de personas que transitan por esas vías desde el inicio del día hasta la oscuridad de la noche. Cruzaba el parque con cautela, cabría decir que había poca gente circulando en él. Se suponía que las hojas de los árboles y las flores tendrían que cambiar de color por el inicio de la primavera y proximidad del verano pero en lugar de ello, su tonalidad indicaba como si recién hubiera comenzado el otoño. Me tomé el tiempo de recoger unas flores, de esas tantas que yacían caídas en la acera. No había prisa, desgraciadamente decidí tomar un respiro y luego retomar mi empresa si es que fuera posible desde luego. Enseguida, procedí a tomar asiento en una banca de aquel parque que conocía también desde mis primeros paseos de niña, el aroma a césped me traía a esos pueriles recuerdos. Abrí con sigilo el cierre de mi mochila pero al mismo tiempo con abulia. Mi libro se encontraba el mismo lugar donde lo dejé
— Las crónicas de Narnia — leí con un resoplido y pasando mi mano con la intención de remover el poco polvo que conservaba y observar con más claridad las letras del título. Apenas iba en el primer libro de la saga, unas pocas páginas me hacían falta para terminar, de por sí, la trama me había atrapado bastante y por largos días no había separado mi vista de sus páginas hasta largas y avanzadas horas de la noche.
Coincidentemente y quizás por causas del destino mi compañera, o mas bien, el también objetivo de mi búsqueda e infructuosa persecución, se resolvió a hacer lo mismo. No creo sinceramente que haya otra manera de referirme a ella, sino también como la chica misteriosa de la clase. Se sentó en la banqueta, se limitó a mirar sus dedos entre sí y a respirar entrecortada, subió sus pies y los presionó contra su pecho. Esa expresión reflejada insondable aturdimiento, es difícil o casi imposible para cualquiera que observa la situación desde afuera, del exterior, desde su propio punto de vista que divaga por la mente de este tipo de personas. La complejidad humana es inmensa por eso nunca lograremos comprenderla del todo, por muchos estudios que se hagan.
Seguía ahí simplemente contemplando el paisaje, sin nada que hacer ni pensar, vagando por mi mente sin concretar ninguna idea con éxito aunque mis pensamientos estaban en blanco. Quizá me encontraba exhausta de haber caminado, sentía un intenso pero soportable dolor proveniente de las articulaciones de mis rodillas que me prometí reposar y continuar mi convencional camino al cabo de ello. El escenario era algo tétrico y desolador, el tiempo nublado y neblinoso convertía la escena en algo patéticamente incomprensible. Es difícil hallar las palabras precisas para describirlo. No entrando mucho en detalles entonces diré que en repetidas veces intenté fijar mi mirada en el libro, no lograba concentrarme de ningún modo, simplemente las ganas de leer se disiparon súbitamente. Este hecho de por sí, causó un en mi un profundo asombro pues leer era una de las cosas de las que nunca me aburriría de hacer. Esta situación y la nueva sensación que percibía me llevó a entrar en un trance del cual sólo pude salir al escuchar el tono de llamada de un teléfono celular, que era el mismo que el de mi madre ¡vaya coincidencia!. La dueña del teléfono móvil, una mujer que al parecer volvía de hacer una compras probablemente al regresar de su trabajo, no se dignó en contestar, existía la posibilidad de que no fuera nada relevante o el emisor de la llamada era alguien con el que había tenido una especie de riña o discusión motivo por el cual no quería responder, el realizar y crear mis propias conjeturas sobre la gente que pasa se había convertido en un hábito, y me devolvió el ánimo para mi sorpresa. En efecto, ese sonido me traía a la memoria lo lejos que estaba de casa y si es que mamá hubiese vuelto ya, me imaginaba lo preocupada que estaría con lo alarmista que es dentro de unos pocos minutos llamaría a la policía sin dudarlo ni un segundo reportándome como desaparecida pese a no cumplir con el período de 72 horas.

A esas alturas, lo que más deseaba con ansias era que mi madre llegue tarde del trabajo y un fugaz pero notorio tono de mensaje hizo vibrar mi celular, que resultó ensordecedor y me aturdió por unos segundos más, me confirmó lo que anhelaba. El mensaje de mamá me devolvió el alma al cuerpo y como inadvertido permitió que la zozobra se desvaneciera, mi respiración se tranquilizó y exhalé aliviada. Adriana seguía allí a mi frente esta vez posando la mirada al ver que tenía mi vista fija en el móvil. Lo absorta que estaba me impidió ver que alguien pasó y la expresión de ella cambió sustancialmente, el miedo se apoderó de ella, lo disimulaba pero visualicé su aturdimiento ¿a que le temía? No dejaba de preguntarme. A mi vista no me resultaba posible divisar a nadie con actitud sospechosa, sólo noté a un hombre que volteaba la acera y se perdía en la distancia. ¿Acaso conocía a tal persona? ¿O sencillamente le traía malos recuerdos? No hubo respuesta inmediata. Manifesté notorio sobresalto que no pasó desapercibido para ella que por primera vez advertí su preocupación y agudeza de sus percepciones sensoriales.

Aparentemente, no era la única que sorprendía eso y que confundía sonidos de la brisa del viento y de la naturaleza con sonidos muy delimitados. El alivio que me causó era considerable, pese a ello no era del todo normal porque la mayoría de gente no posee esa capacidad o tal vez si pero simplemente la ignorar. ¿Tendríamos ella y yo algo en común?. Me inquietaba pensar en eso. Una cosa que nos sucede a todos en especial en la adolescencia y que muchos especialistas catalogan como natural es sentirse aceptado por un grupo social, y en especial encontrar alguna amiga o amigo que te entienda bien pues los grupos pares son indispensables en el desarrollo integral. Esta etapa es muy tediosa lo puedo decir porque lo vivo en carne propia desde hace casi dos años. Si entro en detalle y hablo desde mi propio entendimiento y expreso las cosas a mi manera, sólo en ocasiones es verídico, las emociones fluctúan y son discontinuas o irregulares y como resultado de eso, al estar en constante cambio es inusual sentirse aislado y de darse el caso y sentir una imperativa necesidad de contarle cierta cosa (que para uno es importante) pero no tener a nadie de absoluta confianza en quien expresarse sinceramente es devastador. Dejando de lado ese tema sólo quería olvidar esas ridiculeces aunque no me resignaba del todo a ser una solitaria ermitaña para siempre. Por ahora me conformaba con mis libros y eso me bastaba. Es posible que me sorprendiera bastante cuando los leía, tenía la absurda percepción de que algunos personajes estuvieran leyendo mi mente pues a pesar de ser ficticios y muchas veces muy antiguos coincidían en muchos puntos conmigo, no puedo expresar la emoción que siento cuando eso sucede, sólo sucede y conecto más con la obra. Confieso una cosa, nunca había sentido el deseo de leer las Crónicas de Narnia, sencillamente lo conocía por ser una película, primero por la escuela, un hecho que lo consideraba desventajoso al momento de escoger un libro es cuando es una saga y es precisamente lo que sucedió con la saga más famosos de C.S. Lewis, por más que me surgieran por momentos de leerlo, no me decidía y ahí acababa todo. Algo muy parecido, fue lo que acaeció con Harry Potter. Es una saga de libros de ciencia ficción muy famosa, lo sé, y justamente eso es lo que no me invita a leerlo, cuando algo es muy popular generalmente me decepciono porque no es lo que esperaba. La mayoría no tiene por qué coincidir con mis gustos literarios.

Un camino sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora