Redención y aceptación

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-Vicente, Ana, Carmen, Juana!!!- gritó Luis mientras abría la puerta del almacén- aparezcan, necesito de todos ustedes ahora.

- Oh, pero si es el grandísimo y veneradísimo tres palas- le dijo en respuesta Ana- pero diga en qué le sirvo mi señor.

- Ja, ja, ja- Gozaba Vicente.

- Esto sí es noticia- pregonaba Juana- Carmen riéndose.

- Hasta yo, con esto cualquiera.

La poca atención que había conseguido llamar Luis, desapareció. Así como él. Parecía no estar despierto, aunque nadie lo notaba porque lo habían ignorado por completo. Estaba sumido en algún lugar profundo, quizás una charca, las nubes oscuras lo atraparon por primera vez, le envolvieron sus brazos; creyó estar inmóvil. Lo obligaron a ver algo que, por alguna razón, le hacía sentir una gran aversión, por lo que miraba. Hasta que...

- Ya basta- impuso Gabriel al entrar en esa casa- por fin ha dado comienzo.

Se sintieron abrumados por la presencia de Gabriel, puesto que nunca estaba en el cementerio ya que se comunicaba con Carmen y ella le daba decía a Luis quién había muerto y sus tallas. No esperaban que Gabriel se apareciera.

- Pero Gabriel- empezó Ana- él se fue, y nos dejó aquí.

- Sí se lo merece- le apoyó Vicente.

- Oh, pero claro, discúlpenme muchachos- la sonrisa que tenía hace un momento desapareció y su rostro volvió a ser como lo conocía Luis- se me había olvidado que- pasó sus ojos transparentes por todos excepto Luis- si a los muertos se les abandona, desgraciadamente, mueren... idiotas.

- Pero...

- Cierren la boca- le puso su mano derecha a Luis en su hombro derecho- no me interesa lo que me tengan que decir, así que tengan la maravillosa, y ahora tan necesitada, habilidad de callarse, gracias...

Todos bajaron sus cabezas y se empezaban a desvanecer, era evidente quién dominaba entre ellos. Luis, al toque de Gabriel, empezó a parpadear, como si estuviera despertando o saliendo de aquel letargo inesperado, seguramente causado por pensar tanto.

- Ya, tranquilo- le consoló Gabriel- ya ha pasado.

- Lo vi en el espejo- decía Luis, en un susurro- y lo rompí, creí que me cortaría, pero no. Lo maté sí, lo mate. Maté al... tres palas.

Luz Vaga: Jack Spear, el cavador de tumbasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora