La montaña Comol (parte 3)

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El gran reptil rugió y desde las cuevas de alrededor comenzaron a salir hombres y mujeres inmundos que como animales se lanzaron contra los soldados, estos respondieron la agresión. Mientras unos les disparaban con los arcos disponibles, los demás desenvainaban sus espadas para luchar contra ellos. 

 

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As-Milba bajó del altar y dejó ver su cuerpo completo. Se trataba de un enorme reptil color morado con marcas en su cuerpo a manera de círculos. Sus ojos eran ámbar, sin pupilas, incrustados en su rostro de fauces largas, sobre un cuello alargado. Sus cuernos aperlados, enrollados, similares a los de las cabras. Tenía dos grandes alas del mismo color morado de sus escamas y una enorme cola, con picos en la punta.

Los Kalos y sus soldados retrocedieron ante la enorme bestia. Nahás se mantuvo firme, esperando el ataque del reptil.

—¿Sabes qué es lo más ventajoso de conocer el futuro, Nahás? —Preguntó As-Milba sin obtener respuesta—. Es que supe que el ejército iba a venir hoy por mí y mandé a mis reptiles a la entrada de la cueva a detenerlos —Brial pensó en Kano—. Ha de haber sido una masacre.

Nahás tomó la lanza de la reptil que había matado y la arrojó contra As-Milba, enterrándosela a la altura del pecho, pero superficialmente. El gran reptil se enojó y lanzó sus fauces contra él, pero no pudo alcanzarlo.

Brial y los demás hicieron lo mismo que Nahás, lanzando flechas y las lanzas disponibles. As-Milba respondió moviendo su cola y matando a todos los soldados a los que pudo alcanzar. De su cuerpo comenzaron a brillar los círculos en tonos blancos y de su boca salió fuego azul. Nahás esquivó el fuego, pero dos soldados no pudieron evitarlo, siendo incinerados.

De las entradas superiores aparecieron poco menos de 100 soldados del reino de Plata que comenzaron a matar a los hombres inmundos, disparándoles con flechas. Acondicionaron unas cuerdas para poder bajar por ellas al nivel inferior y detrás de ellos apareció Kano, dando órdenes como siempre y con el porte de haber llegado a salvar el día.

Los soldados siguieron arrojando lanzas y flechas para dañar al gran reptil morado, pero este se los quitaba con movimientos violentos. Nahás subió por la pared hasta una de las entradas superiores, As-Milba lo persiguió, queriéndolo matar. Mientras caminaba iba aplastando, masticando y despedazando soldados. Lanzó su fuego contra Nahás encendiendo todas las telas y cortinas, haciendo que se iluminara el lugar.

Brial usando su arco mataba a los hombres inmundos disparándoles flechas de forma certera. Su puntería era espectacular a los ojos de Barao que estaba protegiéndola con su espada para que ninguno la dañara. Cuando sus ojos azules se posaban detrás de la flecha, el objetivo ya estaba muerto, sólo era cuestión de segundos.

Unos 15 reptiles negros aparecieron desde una de las entradas superiores. Habían perseguido a los soldados de Kano, pero fueron detenidos en las cuevas para que no entraran a la cámara. Sin embargo, los soldados que se quedaron resistiéndolos no pudieron contra la superioridad de los reptiles y sucumbieron en su defensa. Los reptiles, a diferencia de los hombres inmundos, sí hacían uso de lanzas, espadas y arcos.

Estando en una de las cuevas superiores, Nahás tomó una lanza abandonada por un soldado y se lanzó contra el gran reptil, enterrándola detrás de su cuello, un poco más profundo que la primera vez. Se mantuvo agarrado de la lanza y de las escamas moradas a pesar de los intentos del reptil de quitárselo de encima.

Kano se puso delante del reptil morado y tomando una lanza la arrojó contra él, enterrándola en su vientre que parecía el lugar más débil. El dragón respondió con un movimiento rápido de su cola, golpeando al Kalos y rompiéndole la pierna. Kano gritó de dolor, habiendo dejado de lado su pose de salvador y llevando sus brazos hacia su muslo. Al ver esto, Barao corrió a ayudarlo. As-Milba encendió los aros de su cuerpo para matar a ambos Kalos pero cuando iba a exhalar el fuego Nahás le enterró la lanza golpeándola con su brazo lleno de piedras. El reptil gritó de dolor y se comenzó a sacudir con más fuerza.

—¡Maldito seas, Nahás! —gritaba con dolor el dragón de color morado mientras su alas se extendían y los aros en su cuerpo brillaban.

Kano y Barao se refugiaron, alejándose de la pelea, mientras Brial veía a Nahás enfrentarse contra el poderoso enemigo. Las llamas del incendio iluminaban a los soldados, hombres inmundos y reptiles, que caían muertos por igual. Para ambos bandos ocurría el infortunio, mientras peleaban contra uno, otro lo mataba.

Nahás, saltó desde el cuello de As-Milba hasta una de las entradas superiores. Luego tomó una espada y se lanzó otra vez hacia la cabeza del gran reptil. Con su brazo izquierdo se tomó con fuerza de uno de sus cuernos y con la mano derecha enterró la espada en medio de sus ojos ámbar. As-Milba sacó fuego de la nariz y comenzó a retorcerse de dolor. Una vez que se calmó un poco, Nahás sacó la espada y se le volvió a enterrar en el mismo sitio, ahora profundamente.

As-Milba cayó sobre el lugar alto, el lugar de su adoración, y luego de agitarse echando fuego azul desde sus fauces, terminó sucumbiendo a la herida en su frente y murió. Su sangre comenzó a caer sobre las escaleras naturales y manchó el enlosado, en medio del lugar.

Los reptiles no dejaron de pelear, así que los soldados del reino comenzaron a juntarse en pos de Barao y Brial, quienes arrastraban a Kano hacia el pasillo por donde habían entrado.

Nahás corrió a su auxilio y se enfrentó con los pocos reptiles que quedaban, con ayuda de los soldados. Al final, quedaron sólo dos reptiles negros, armados con espadas. Nahás les pidió a los demás que se retiraran, él se iba a encargar de ellos. Brial le dijo que no, pero fue arrastrada por Dana, que estaba aterrada ante todo lo que había visto.

Nahás se enfrentó contra los dos reptiles usando una lanza, con la que logró atravesarlos luego de una batalla corta. El propósito era darles tiempo a los demás de huir, pero además, porque él temía que volviera a suceder lo mismo que ocurrió en la cámara de Ma-nóm. Y en efecto, así fue.

Del pecho de Nahás apareció una luz que lo arrastró hacia As-Milba, de quien salió una luz que le impactó, dejándolo débil por un momento. Luego de recuperarse notó que marcas brillantes habían salido en su cuerpo, pero no tenían formas redondas como las de As-Milba, eran como surcos irregulares entre sus escamas. Tomó una capa de viajero con capucha que no se quemó en el incendio y se la colocó sobre su cuerpo, pues quería evitar que los hombres vieran sus nuevas marcas.

Regresó por el mismo pasillo por el que había entrado y prosiguió por las cuevas hasta hallar el grupo de Kalos y soldados sobrevivientes. Con la luz de su brazo los iluminó para que siguieran avanzando con seguridad.

Kano estaba sorprendido de la habilidad de Nahás de hacer brillar su brazo en la oscuridad, pero no dijo nada. Su orgullo no le permitía emitir un comentario halagador sobre él.

Llegaron hasta el lugar donde habían dejado los argogs. Los soldados que se quedaron cuidándolos, al ver que los sobrevivientes no superaban los veinte se sintieron felices de no haber participado.

Del equipaje que llevaba Kipumk Brial sacó vendas y hierbas con las que alivió a Kano. Éste se quejaba mucho pues el hueso de su pierna estaba destruido. Cuando lo cargaron su pierna pendía por la mitad.

Barao se acercó a Nahás y tomándole del hombro le dio las gracias.

—Brial tenía razón. Doy gracias a la Luz que hayas venido con nosotros.

Dana y todos los soldados sobrevivientes también le agradecieron. Sabían que, si no hubiera sido por Nahás, no hubieran llegado ni siquiera hasta la cámara de As-Milba.

Luego de acondicionar la pierna de Kano con palos para que no se moviera, todos subieron en los argogs y volaron de regreso al campamento.

Barao y unos soldados se desviaron para ir a buscar a los argogs en los que habían llegado. Estaban entrenados para obedecer ciertas órdenes y seguir a los demás en caso que su jinete muriera.

El reino de Plata. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora