Conflicto

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La cabeza de Melisa iba a explotar, era ese el momento en el que odiaba que su habitación tenga tanta iluminación, sabía que tenía que levantarse pero solo se colocó la almohada sobre la cara y no se movió. Después de unos minutos se puso de pie y se dirigió al baño, por suerte nadie se había levantado aún.

Mientras el agua caía por su espalda trataba de recordar lo que ocurrió en la noche, sus recuerdos eran confusos al principio pero después todo se iba aclarando, sonrió cuando recordó a Peter desaparecer en la laguna, definitivamente eso no lo podría olvidar, y él tampoco.

Salió de sus pensamientos cuando escuchó a alguien tocar la puerta, era obvio que el baño estaba ocupado pero de todas maneras respondió, casi se le sale el corazón cuando alguien abrió la puerta de todos modos.

-Ya me hago pis- la pelinegra volvió a respirar cuando escuchó la voz de su amiga.

Eso ya era algo normal entre ellas, no tenían problema en que la otra esté duchándose o cepillándose los dientes si una necesitaba usar el baño, era algo que hacían desde pequeñas y no era incómodo, ya tenían demasiada confianza mutuamente, eran como hermanas.

-Me duele hasta el espíritu- confesó mientras sacaba se brazo para tomar el toallón que estaba en el gancho de la pared-. ¿Vos cómo estás?

-Bien, yo no tomé.

Lorena se lavó la cara y comenzó a cepillarse los dientes, tenía el cabello desordenado y pequeñas ojeras.

-Anoche estabas tan borracha que prácticamente confesaste tu sexualidad- dijo la ojiazul.

-Sí pero eso lo hice con todos mis tornillos; y no me arrepiento de nada, estoy muy orgullosa de lo que soy.

Su amiga salió del baño con una sonrisa llena de orgullo adornando su rostro, ella sabía lo mucho que le costó a Melisa aceptarse a si misma, así que escucharla decir eso la ponía feliz.

Los únicos que estaban desayunando eran William, Lorena y Melisa, los demás seguían durmiendo pero no por mucho tiempo porque ya eran las ocho de la mañana, y Stevenson siempre los va a buscar a esa hora, y aunque  quisieran, hoy no podrían ir al entrenamiento.

La puerta de la sala sonó tan fuerte que hizo saltar a los chicos, los tres supusieron que era el profesor, pero por la intensidad con la que tocó la puerta era obvio que estaba muy enojado.

-¡Los quiero afuera en quince minutos!- gritó el profesor desde la puerta-. ¡Tenemos que hablar!

'Tenemos que hablar' las tres palabras con más poder en el mundo; Sheila salió del baño de abajo mientras se secaba en cabello con la toalla, el miedo estaba plasmado en su rostro, podía tener 20 años pero esa frase seguía generando lo mismo que cuando era adolescente.

Rápidamente fueron a despertar a los chicos que aún estaban durmiendo, los mismo se dieron una ducha ultra rápida para quitarse el olor a alcohol que traían encima y bajaron a la sala donde estaban todos.

Cuando pasaron exactamente los quince minutos salieron afuera en fila, no lo querían aceptar pero era obvio por qué el profesor estaba de tan mal humor, antes de que pudieran decir ‘hola' Stevenson los regañó:

-¿De quién fue la idea?

-¿Qué idea?- preguntó el rubio haciéndose el tonto.

-Peter no nací ayer- 'Peter' él siempre le decía mocoso, así que esta vez si iba en serio-. Hablen, ¿de quién fue la idea?

-De todos- contestaron al unísono.

-Son menores de edad- dijo mientras iba y venía en línea recta-. Excepto ustedes tres- señaló a Peter, Connor y Sheila que estaban adelante-, pero de todas maneras lo que hicieron está mal.

Guerra de Elementos [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora