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Morgan abrió y los ojos y se encontró con un techo diferente al que usualmente ve cuando despierta. No era el de su habitación y tampoco los peluches a su alrededor eran suyos. Eran preciosos y adorables como los suyos.

Se incorporó y miró la nueva habitación en la que estaba. Si tenía sus cositas lindas pero seguía sin darle confianza.

Y esos colores no le generaban nada más que miedo.

Se quitó la cobija de encima y buscó las pantuflas que traía.

-Señorita -una voz femenina a sus espaldas la asustó. Apartó su cabello y reparó a la mujer de uniforme que la veía.

Frunció el ceño.

-¿Quién eres tú?

La mujer era muy guapa. Y en ese leotardo enterizo resaltaban sus curvas. Le gustaba su cabello rubio, le recordaba a su padre. Y sus ojos verdes y pequeños le fascinaban.

-Mi nombre es Yelena Belova. Seré su guardia personal de ahora en adelante.

Morgan no sabía qué significado tenía eso. Siempre oía a su pops decir cosas como esas, inentendibles. Por eso siempre ponía los ojos en blanco como su papá.

-Mhm, deberías ser princesa. Eres muy bonita, no puedes ser Rapunzel porque ella ahora tiene el pelo como yo pero puedes ser Aurora.

Yelena no sabía quiénes eran esas mujeres. Claro, una mujer que ha vivido para ser una asesina no tiene tiempo de conocer el mundo social o las figuras infantiles.

Aunque... por primera vez alguien se refería a ella como bonita y no como sensual para una misión. De alguna manera ese comentario removió lo que le quedaba de corazón.

-Creo que ser uno mismo es mejor. -Le dijo Yelena a la pequeña.

Intentó sonreír pero no pudo. Le costaba, teniendo a la hija de su jefe era más doloroso. Deseaba volver a esa edad y escapar de todo lo que la alcanzó.

Si se ofreció a ser la guardaespaldas de la pequeña fue para tener en sus manos lo que el Capitán más amaba. Alguna ventaja podía sacar de eso.

La mujer estaba agradecida con el Capitán por haberla rescatado pero no estaba menos desgraciada de lo que estaba a manos de Dreykov. Cada vez que veía una oportunidad de ser libre, todo se nublaba. No estaba mal trabajar para Hydra, lo que estaba mal era estar en deuda con él para siempre.

-¿Pero no es aburrido? -Preguntó Morgan estirando sus brazos para ser cargada.

Yelena nunca había cargado un bebé, mucho menos una nena de cuatro años. Por eso cuando tomó a la niña y ella pasó sus pies por su cintura, se sintió rara. Primera vez que convivía con una niña que era libre e inocente.

-No sé. Yo soy lo que soy -terminó Yelena.

-¿Dónde están mis padres? -Preguntó Morgan recostando la cabeza cerca del cuello de la agente.

Yelena se miró en el espejo de la puerta antes de abrirla.

Morgan en sus brazos le recordaba el momento en que le quitaron la oportunidad de tener bebés. No lo anhelaba hasta que supo que ya no lo tendría.

-Te está esperando.

Ambas chicas salieron y comenzaron a recorrer los enormes pasillos. El castillo tenía influencia alemana en la arquitectura.

Dos agentes les abrieron las puertas que llevaban a la oficina. La enorme oficina de Hydra.

Morgan al reparar a su padre de pie delante de la ventana, se bajo de los brazos de Yelena y corrió llamándolo POPS.

Hydra se dio la vuelta y la cargó. Estaba esperando el momento de reparar los ojos.

En ese mismo momento todo se detuvo a excepción de su respiración y el pestañeo de Morgan. Ahí estaba él, en ella. Vivía a través de Morgan, el amor de su vida no se había ido del todo.

Por primera vez, la irá no corría por su sistema, sino el amor, el amor paternal.

-¡Pops!

-No. Papá, dime papá.

La niña de ojos marrones frunció de nuevo el ceño y al mismo tiempos olisqueo a su alrededor. Su papá tenía olor a canela pero ese que tenía delante olía a café, a café como el genio de su padre.

-¿Qué pasa, pequeña?

-Es que hueles como papá Tony. ¡Quiero que huelas como tú!

El capitán Steve Rogers, mejor conocido como capitán Hydra iba tener esa ventaja a favor sin saberlo. Al oler él a café, la cachorra no iba extrañar a su padre omega, lo que sería suficiente para sacárselo de su cabeza.

Pero lo que tampoco sabía era, que más allá de un aroma, los cachorros siguen aferrados a sus padres estando fuera del vientre. Y que eso es un lazo fuerte y poderoso, que ni con todo el amor que le de, podría borrarlo.

Igual de demandante que tu padre. Pensó Hydra.

SIM era un dolor de culo, no quería imaginar cómo iba ser Morgan al ser hija de los dos.

-¿Tienes hambre? -Morgan se distrajo viendo unos panecillos en el escritorio de su "padre"

-Quiero hamburguesas.

-Aquí no comemos comida chatarra -le dijo Hydra, quitándole el cabello de su frente.

-Qué Dios los perdone.

Morgan tenía ese lado dulce, tierno, comprensivo y educado, heredado de Steve pero también poseía rasgos internos de Tony.

-Y tampoco nombramos al señor en vano. -Dijo Hydra.

-Le diré a papá que no quieres hamburguesas. Y que me trajiste a otra casa con otra habitación fea.

-¿Fea? -Replicó Hydra ofendido.

-No me gusta -Morgan hizo puchero.

Para ella, él era su pops, físicamente era él, internamente, pues ya se daría cuenta o tal vez solo se acostumbre.

Esos ojos rojos pasaban desapercibidos para ella. Algunas cosas... era una niña, por Dios, no le daría importancia a cosas diferentes con las que convivía a diario.

-¿Por qué? -Hydra estaba ofendido. Nadie nunca le llevaba la contraria o lo ofendía.

-Porque tiene un tono rojo que me recuerda a la sangre que me salía de mi rodilla y no combina con el rosa oscuro, quiero mi habitación más rosa claro y con tonos blanco crema.

-Aquí tendrás todo lo que quieras. Hija.

La niña dibujo una sonrisa.

-Te quiero mil.

Le dio un beso en la mejilla y Hydra sonrió con la eternidad sobre sus manos. Morgan era su hija, su tesoro, lo más grande del universo.

-Te quiero, hija. -Le susurró a la pequeña para que solamente ella lo escuchara.

-¿Podemos comer ya? Pero que sean hamburguesas, por favor papá.

<<Papá>>

De pequeño no tuvo a nadie a quién decirle <<Papá>> quería hacerlo pero no podía, ese fue uno de sus primeros vacíos y ahora... esa voz de niña lleno vacíos que no tenían porque llenarse, revolvió todos sus sentidos y mezcló sus emociones.

La sola existencia de Morgan se enganchaba a la vida de Steve. Le iba entregar un mundo sano a su hija, iba hacer del universo algo digno y mejor.

Hydra tenía que dominar para tener el control constante de los humanos y sus avances. Su poder no debía rivalizar con nadie.

Tenía que empezar a acabar con aquellos que ponían en peligro la existencia de su pequeña, la amenaza número 1: Los Vengadores.

-Vamos por hamburguesas -aceptó Hydra. Feliz de complacer a su hija.

Ya luego regresaría para comenzar a organizar su plan. Por el momento y para siempre su hija primero.

El Sol De HydraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora