PRÓLOGO

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La guerra inició en septiembre de 1939, yo apenas tenía 15 años, al principio solo llegaban noticias de lo que pasaba fuera de nuestros limites, pero al llegar 1941 Estados Unidos decidió unirse a la guerra. Yo intentaba permanecer indiferente a todo lo que pasaba pero con el tiempo es imposible mantenerte así, cada día que pasa crece la preocupación entre la gente y con los meses te das cuenta de que aquellos que se van, no vuelven.

Antes de la guerra vivíamos en Georgetown tranquilamente, mi familia no era grande solo tenía a mi padre y a mi hermano, solíamos pasar la mayor parte del tiempo con mi abuela y mi tía, ella no se había casado pero tenía dos amigos peludos que la acompañaban a todos lados.

La vida no era totalmente sencilla pero aunque suene difícil de creer había algo en lo que éramos como familia que nos mantenía felices.

Cuando la gente se enteró de que participaríamos en la Guerra llamaron a todos los hombres a luchar, mi padre ante su inminente entusiasmo nos hizo mudarnos a Charleston pues quería unirse a las fuerzas armadas. El único contacto que teníamos ahora con mi abuela y mi tía era mediante cartas que llegaban cada dos semanas.

Mi padre se enlisto en la guerra y pronto fue enviado a Inglaterra, no dejo que mi hermano siguiera sus pasos porque no quería dejarme sola. Pero tras tres años recibimos una carta del capitán de mi padre, no sabían nada de él, había sido enviado a Stalingrado para aislar a las fuerzas alemanas pero su batallón no se había reportado tras el fin de la batalla.

Aunque intente persuadir a mi hermano era claro que el no cambiaría de decisión, a mis espaldas se enlisto en el ejército para que no pudiera detenerlo. Estaba sola en un apartamento en que lo único que veía a mi alrededor era soledad y vació, esperaba ansiosa el término de la guerra para que mi familia volviera a lo que un día fue.

Apenas habían pasado unos meses desde su alistamiento que envió una carta en la que me decía que regresaría a casa antes de que fuera enviado a Inglaterra y así fue pero apenas tuvimos unos días para vernos, alcanzo a escribir unas cartas para la abuela y me despedí de él una noche antes porque al día siguiente se marcharía y no quería hacerlo más difícil.

Tal vez en ese momento ya hubiera perdido cualquier esperanza por que tuviera algo de suerte pero sin aviso llego una mañana la carta de mi hermano, podía notar el entusiasmo cuando no podía formular ideas completas y se dedicó a escribir solo oraciones. Cuando la leí en mi mente resonaba su voz casi gritando, había encontrado a papá, decía que pronto serían enviados a una misión pero el veía el fin de la guerra aproximándose y no podía esperar a que todo acabará para que regresáramos a la comodidad de nuestra desaventurada pero alegre vida.

Y justo cuando sentía un poco de esperanza, el mensajero tocó a la puerta, era una carta del capitán expresando sus condolencias, lamentaba que no pudiera reunirme con mi padre y mi hermano de nuevo.
Ni siquiera pude terminar de leer, rompí la carta desesperadamente porque nada de lo que hiciera los traería de vuelta. El peso de sus palabras cayó sobre mis piernas, terminé en el suelo llorando, deseaba tanto sentir por lo menos que estaban ahí conmigo, pero lo único que había era el eco de mis sollozos en la habitación.

Y sería lo único que habría para mi dentro de mucho, tenía que empezar a hacerme a la idea de que ahora estaba sola en esto. No tenía palabras para escribirle a la abuela, sabía que tarde o temprano se enteraría pero no soportaría la idea de verla sufrir tanto como yo lo hice.

Renuncie al trabajo de medio tiempo y pronto me pedirían que abandonará el apartamento, la verdad es que ni yo quería permanecer un día más ahí, ver el vacío solo me traía recuerdos. Aunque sabía que podría regresar con mi abuela odiaba la idea de contarle la verdad.

Esa noche mientras estaba sentada en la ventana me di cuenta de que no tenía nada que me mantuviera aquí, tal vez si hubiera tenido amigos que me intentaran detener yo no habría tomado la decisión de entregarme al mismo destino.

𝐇𝐈𝐑𝐀𝐄𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora