Parte Única

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Era una noche normal en la escuela de hechicería.

Unos cuantos alumnos caminaban por los desolados pasillos para poder tomar un bien merecido descanso

Megumi se encontraba frente a la ventana de su cuarto viendo como la luna alumbraba el escaso bosque frente a él.

—Adelante.— Dijo al aire después de escuchar tres golpes clave en su puerta.
—No te esperaba hoy...— Prosiguió después de ver a la figura que había entrado en su habitación.

Supo las intenciones del intruso en cuanto escuchó el sonido del seguro ser colocado en la puerta acompañado de un par de pasos acercarse con lentitud.

—Quería darte una sorpresa.— contestó Sukuna con un susurro a centímetros de su oreja.

Un escalofrío recorrió la columna de Megumi y los vellos de su nuca se erizaron.

—¿Una sorpresa?.— respondió en un suspiro.

El azabache se dio la vuelta quedando frente al pelirosa. Estaban tan cerca que podía sentir como sus alientos se mezclaban.

—Eres mi maldición...— murmuró Sukuna a escasos centímetros de su boca —Joder, realmente me encantas.

Rápidamente los labios del azabache fueron atacados por la boca ajena mientras él se entregaba por completo a las sensaciones, deteniendo sus manos en los cabellos rosa y tirando de ellos en el proceso.

El aire se volvió denso y de un momento a otro ya se encontraban con las piernas enrolladas en la cintura de Sukuna. Este lo cargaba a ciegas buscando la cama del azabache.

Lo tiró sobre el colchón y pronto se subió sobre él mientras volvía a besarlo con ganas. Sus ásperas manos se paseaban de un lado a otro, tocando a su antojo y colándose dentro de la ropa del chico.

Los besos bajaron hasta su cuello dónde succionó su piel tierna y arrancó suspiros roncos de su boca.

Megumi se dejó hacer de nuevo, permitiendo que el otro lo dejara en completa desnudes y explorara su cuerpo una vez más.

Después de todo, no era la primera vez. De hecho, sus encuentros sucedían sin falta cada noche de viernes.

A sus diecinueve años Megumi había tomado el hábito de beber en un bar lejano a escondidas gracias a la carga pesada que se había extendido sobre sus hombros. Casi siempre bebía más de media botella de ron solo y cuando estaba lo suficientemente borracho llamaba a Sukuna para que lo encaminara a su cuarto.

La primera vez que lo hizo se maldijo así mismo puesto que Sukuna y él no eran tan cercanos como para permitir que lo viera en tal estado, sin embargo, con el tiempo se le hizo costumbre acudir a él.

En una ocasión tomó la osadía de invitarlo y Sukuna terminó por mezclar el ron con vino y acabó igual de borracho que el azabache.

Aún así; no faltó a su deber y lo llevó sano y a salvo hasta su habitación.

Está vez, el subconsciente borrado de Megumi no resistió más y se lanzó con valentía hacía el otro para besarlo. Sukuna no fue capaz de resistirse al chico y le correspondió con la misma avidez que el otro.

Al día siguiente Megumi amaneció desnudo y con marcas terriblemente visibles en todo su cuerpo pero con la sensación de haber disfrutado como nunca.

El problema era que había amanecido solo y la sensación de haber cometido un error lo embargó.

Sin embargo; estos encuentros se repitieron una y otra vez.

Ambos se emborrachaban y terminaban enredados entre sábanas blancas para luego hacer como si nada a la mañana siguiente.

El problema es que esta vez Megumi no estaba borracho.

𝑴𝒊𝒅𝒏𝒊𝒈𝒉𝒕 •|𝘚𝘶𝘬𝘶𝘍𝘶𝘴𝘩𝘪|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora