Capítulo 6. Crónicas de una fiesta adolescente II.

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Rhett Miller

Cuando esta mañana tenía ganas de fiesta, no me refería a esto.

Matthew está más contento de lo normal, lo que se traduce directamente en él hablando sin parar y no pudiendo estarse quieto. Me tiene la cabeza como un bombo. Así que mi solución ha sido empezar a ver capítulos de RuPaul's Drag Race hasta que Jason ha empezado a mandar audios por el grupo de manera histérica diciéndonos que si no pensamos llegar a la fiesta en algún momento, refiriéndose específicamente a Matthew y a mí.

Antes de salir, le he preguntado a Oscar si iba a salir y me ha dicho que no, que hoy prefiere quedarse en casa. («Yo sí voy a salir». «Cómo no». Puso los ojos en blanco, le di un puñetazo en el hombro. «Cuida de Elliot hasta que llegue mamá». «Siempre lo hago. ¿Vas a llegar tarde?». «Ya sabes la respuesta». «Sí. Solo era para decirle a mamá que te eche la bronca». «Adiós, capullo. Te quiero». «Y yo a ti»).

En cuanto hemos llegado a la fiesta, hemos empezado a dar vueltas por la casa hasta que nos hemos encontrado a Sean y Luiz bebiendo directamente de un par de botellas de vodka y a Willow grabándolos y animándolos a la vez que les dice que ella no se va a preocupar por nadie si tienen un coma etílico. Matthew ha agarrado otra y también se ha puesto a beber haciendo que Willow suelte un chillido emocionado y cambie la dirección de su teléfono hacia él también.

La verdad es que no me apetece ver a mis amigos emborracharse y a Willow animarlos a hacerlo, así que me limito a agarrar un botellín de cerveza y a dar una vuelta por la fiesta esperando encontrarme con alguien que conozca, como Jason, por ejemplo. Le escribo un par de mensajes a Nora para preguntarle si ha venido pero no contesta y me limito a seguir dando vueltas por la fiesta.

—¡Rhett! —exclama alguien detrás de mí.

Me giro para ver a Camille acercarse a mí tambaleándose sobre sus tacones. Me río al verla hacerse hueco entre la gente sin intentar caerse.

—¿Qué tal, Cami? —la saludo cuando la tengo lo suficientemente cerca como para no gritar demasiado.

—¡Bien! —responde, con más entusiasmo del normal—. Muy bien. ¡Esta fiesta es genial!

Camille ya va un poco borracha. Genial.

—Cami, ¿dónde están tus amigos?

Mira a su alrededor y alza el dedo índice para hacer una vuelta.

—Por ahí, creo.

La miro durante algunos instantes, decidiendo qué debería hacer con ella. Camille sola es inofensiva (la mayoría del tiempo), Camille borracha también es inofensiva, pero Camille sola y borracha no es una buena idea. Creo que debo llevarla con sus amigos.

Me acerco a ella y la agarro de la cintura para poder moverme por la fiesta sin perderla entre la gente. Ella no opone ninguna resistencia, porque la primera dirección que tomo es hacia la cocina y parece encantada con ello (sospecho que es porque piensa que vamos a por más alcohol).

Conozco a Camille desde que íbamos al parvulario y somos buenos amigos desde entonces. La gente cree que ya nos hemos liado varias veces, pero lo cierto es que nunca hemos hecho nada fuera de lo estrictamente normal entre dos amigos. Es una chica fantástica de la que, en realidad, es bastante fácil enamorarse, a los hechos me remito (es el amor platónico de muchísima gente en el instituto), pero nunca la he visto de esa manera porque salta a la vista que está enamorada de su mejor amigo desde hace años, aunque nunca lo ha admitido en voz alta.

La arrastro entre la gente mientras mueve sus caderas al ritmo de la música, sin importarle lo que está pasando a su alrededor. Algunas personas se la quedan mirando, pero camino lo suficientemente rápido (todo lo que puedo con ella al lado) como para que alguien se pare a hablarnos.

Hasta que se caiga el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora