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Dejé mi bici y como no había ningún lugar al que ir, sólo pude subir las escaleras hasta llegar a una puerta

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Dejé mi bici y como no había ningún lugar al que ir, sólo pude subir las escaleras hasta llegar a una puerta.

Golpeé con mis nudillos la madera y entonces escuché un grito junto a un disparo.

Tardaron algunos minutos, de hecho como diez en abrirme, pero entonces lo hizo Sanzu, lo reconocí por el cabello rosa.

—¿Uh? ¿Por qué parece que sigues pequeña? —Ladeó la cabeza. —Como sea, pásale a lo barrido, no te fijes en el desmadre. Mikey te espera en... Aguanta, deja me ubico. Por allá, puerta con pegatinas de dulces.

—Okay, gracias Sanzu. —Murmuré y caminé hacia donde él me indicó.

Tras llegar y golpear la puerta, un 'pasa' se escuchó.

Entré a la habitación algo cohibida, no vi a nadie hasta que escuché como azotaron la puerta.

—Tardaste mucho. —Fue lo único que dijo.

Para cuando me giré, me sorprendí al ver sus ojos brillantes, algo que no había visto antes.

—¿Esperabas por mi? —Pregunté con una leve sonrisa.

—Cada día desde que desapareciste. —Murmuró abriendo los brazos, una señal para que yo lo abrazara, y eso hice.

Mikey era todo un hombre, algo mayor y con canas, pero estaba casi igual a como lo conocí.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué disolviste a la Toman? —Pregunté separándome de él.

—Pasaron muchas cosas que ni siquiera quiero recordar. —Murmuró bajando la mirada. —Emma murió... el abuelo murió... Shinichiro se fue... Todos siguieron con su camino y yo... Me quedé solo. Quería proteger el futuro de Takemichi y Hina, por qué eso significaría que tú nacerías y entonces tú y yo nos conoceríamos.

—Pero no eres feliz. —Murmuré mirandolo.

—Ahora lo soy. —Sonrió y volvió a abrazarme.

Pero entonces se escuchó el azote de una puerta, y pronto disparos por doquier.

—¿Qué está pasando?

—Mierda, no ahora. —Gruñó sacando su arma y cargándola. —Ve al armario.

No pude hacer más que acatar lo que me ordenó, caminé hasta el armario y lo abrí, sorprendiendome de ver mi mini refrigerador ahí.

—Entra ya, regresaré en un momento, ¿Bien? —Dijo y yo asentí, Mikey cerró la puerta y entonces se fue.

Saqué mi celular, para quitarle el sonido, no sería tan idiota como para que me llamaran justo en el momento que alguien pasara.

Eso sí, tenía muchos mensajes de mis padres, y de los abuelos, preguntándome donde estaba, algunas llamadas perdidas que hace un rato decidí ignorar.

—¡Chaeri! —Exclamaron.

¿Eh? ¿Mi padre? ¿Qué demonios hace aquí?

—Chae, ya puedes salir. —Esa fue la voz de Mikey.

Abrió la puerta del armario y entonces salí.

Mamá fue la que vino a abrazarme.

—¿Estás bien? ¿Te hicieron algo?

—¡Déjenme en paz! —Exclamé. —¡Estoy harta de que todos los días me sobreprotejan!

—No sabes lo que dices, vámonos. —Gruñó papá mientras me tomaba del brazo.

Pero entonces Mikey también lo tomó del brazo, evitando que se fuera.

—Sueltala o habrán graves problemas. —Dijo seriamente.

—¿Y tú qué? ¿A caso no me crees cuando te digo que voy a demandarlos por intento de secuestro?

—La policía no puede hacer nada contra nosotros, pero nosotros contra ti sí. Y si no la sueltas... Comenzaremos desde ahora. —Dijo y Sanzu se echó una pastilla a la boca.

—Ya me estoy preparando Jefe. —Dijo burlón.

—Ella es mi hija, ¡y puedo hacer con ella lo que se me venga en gana!

Pero lo esperado sucedió, Rindo fue quien le soltó un puñetazo haciendo que papá cayera al suelo inconsciente.

—Ya me había hartado. —Gruñó echando su cabello hacia atrás. —Hola Chae, hace mucho no nos vemos.

—Ho-Hola. —Dije sorprendida.

—¿¡Que le hiciste, idiota!? —Exclamó mamá yendo a ver a papá. —Sunoo, despierta.

—Está inconsciente, si quieren les echamos raid. —Dijo como si nada Takeomi.

—Esto no se va a quedar así, ¡Los hundiremos si es posible!

—Uh, si hablamos de hundir, yo puedo hundirte en un lago, te amarró los pies con cadenas y una roca grande si es posible. —Dijo Sanzu divertido dando leves saltitos y suaves aplausos.

—¡Son un...! —Pero entonces Ran le soltó un bastonazo en la nuca.

—Perdón Chae, tu mamá tiene voz de pito. —Dijo.

Miré a Mikey algo asustada.

Habían cambiado mucho, no físicamente, bueno está claro que sí cambiaron, pero me refiero a sus personalidades. Ahora son... muy diferentes.

—Haitanis, lleven a los señores al auto. Takeomi hazte cargo de la policía. —Dijo Mikey. —Y Sanzu.

—¿Sí, mi jefecito adorado?

—Deja de asustar a la niña.

—Amargado.

—Te escuché.

—Yo no dije nada.

Luego de un rato, ellos me habían dejado en casa junto a mis padres. Pero a ellos sólo los dejaron tirados en el suelo de la sala.

—Nos vemos después, Chae. —Dijo Mikey con una sonrisa.

Los demás solo sacudieron la mano como despedida.

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Save Your Tears [Tokyo Revengers] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora