Paul se arrastraba hasta la cama con el infierno en su cabeza. Desprendiéndose del maletín, el saco y la corbata. Los ecos de voces despiadadas taladrando su cabeza, el peso de lo que ha visto en sus cansados parpados y ojeras. Se derrumbo sobre la cama mirando el mugroso techo, preguntándose cuanto aguantaría antes de caer sobre su cabeza.Y una vez más, se hizo la oscuridad.
...
Un repiqueteo metálico, tan familiar para Paul lo saco del sopor. Llevando las palmas al rostro, quitándose los mechones negros y masajeando los parpados. Una visita al peluquero sería ideal. Tener dinero o tiempo para ello, también. El tren que lo había despertado ya se había alejado, vivir tan cerca de las vías significaba tener gratuitamente una condenada alarma de quien sabe cuántos decibeles sonando a primera hora de la mañana. Por esa razón su teléfono... ¡El teléfono!
- Mierda... eres un puto genio Paul... ─ el teléfono estaba muerto, tendría que cargarlo mientras desayuna. ¿Cuánto tiempo estuvo dormido?
Dirigió su mirada al reloj de pared que su madre le había regalado cuando se fue, aquel que colgaba en la pared opuesta a la que estaba pegada la cama. Eran las 12:45, su teléfono entonces estaría lleno de mensajes y llamadas perdidas. De todas formas, solo le importaba responder uno... o quizás dos.
...
- ...hoy estaré todo el día en el tribunal preparando la estrategia. El hueco que encontraste para darle la vuelta al juicio no pudo llegar en mejor momento. Te lo quiere agradecer personalmente, pero está ocupado. De cualquier manera, nos vemos allí. ─ el teléfono finalizó la reproducción del audio y la pantalla se apagó.
Paul comía huevos revueltos mientras escuchaba el mensaje, la idea de que haya logrado salvar al presidente y darle la vuelta al juicio político era surrealista. Parecía sacado de una película donde el héroe tenía todas las de perder y lograba ganar en el último segundo, solo que, en este caso, había ocurrido con el villano.
Paul tomo el teléfono y reviso los otros mensajes. En su mayoría eran de números desconocidos, probablemente de amenazas e insultos. ¿Habían conseguido su número por el bufete donde trabajaba antes? Sus amigos estaban preocupados, dos Mike también habían llamado. El primer Mike agendado como "Mike <3", y el segundo como "Mike mi viejo". Paul toco la pantalla para una videollamada con el primer Mike. Tarde o temprano tendría que explicarse, por lo menos a él.
Unos segundos después, el rostro de Mike cubrió la pantalla del teléfono. A diferencia de Paul, Mike tenía pinta de estar despierto desde hace horas, y en sus ojos verdes brillaba la preocupación honesta que Paul necesitaba ver. Mike tenía una melena lacia y morena que se combinaba con una barba recortada cuidadosamente, su pelo hacia contraste con su pálida y blanquecina piel. ¿Como mierdas podía estar tan hermoso y arreglado todo el maldito tiempo?
Paul debería odiarle, pero era otra de las muchas razones por las que lo amaba: No importa si el cielo se estaba calyendo sobre su cabeza, Mike estaría impecable para cabecearlo.
- Lo estás haciendo de nuevo ─ dijo Mike sonriendo a la cámara. - ¿Eh? ─ Paul miro su propia cámara y se dio cuenta que estaba sonriendo.
- Cada cierto tiempo me recibes con esa cara, sonriendo y sin decir nada.
- Lo siento, con la cara que llevo debo verme espeluznante.
- Tranquilo, es el momento donde más sonríes: Sr. Ojos tristes.
- Lo siento... he tenido una semana algo dura y...
- Lo sé. He visto las noticias.
Tanto Mike como Paul dejaron de sonreír. El ambiente adquirió peso.
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La escalera carmesí
Teen Fiction¿Quieres ver que hay arriba? Felicidad. Solo unos cuantos son dignos de subir por esta particular escalera, es mecánicamente sencillo, pero mejor no mires bajo tus pies, ni atrás. Podría no gustarte lo que, o a quien estés pisando. Y no olvides vig...