Entrenando más que las piernas

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Los ejercicios eran demasiado fáciles, le había dicho Maggie, incluso cuando el sudor le caía por los ojos y le bajaba por el pecho mientras luchaba por cruzar la corta distancia de un lado de la plataforma al otro, con las manos agarrando las barras paralelas con fuerza. Sonya acababa de soltar un bufido y le dijo que cuando pudiera caminar los dos metros y medio sin quedarse sin aliento, volverían a hablar. Y luego actualizó los aparatos ortopédicos. Por tercera vez.

Pero la verdad es que no fue fácil. De hecho, fue lo más difícil que Maggie había hecho en su vida. No los ejercicios, ni siquiera el aluvión constante de pruebas y citas de fisioterapia y chequeos y psiquiatras. No, todo eso era tolerable, sería tolerable, pero lo que Maggie no podía soportar eran sus propios sentimientos de insuficiencia. Quedó así cuando era solo una niña. No pudo disfrutar de su niñez o conocer la playa. Era una analista técnica gracias a su amiga, ¿Y en este momento? En este momento, ella no era nada de eso.

Maggie había visto a los muchachos en el hospital todos los años que estuvo internada, así como en el cuartel, hombres y mujeres a quienes les faltaban extremidades o habían perdido la vista, que habían perdido el uso de algo más que sus piernas, que tenían cicatrices físicas por metralla y cicatrices emocionales por lo que habían visto y pasado. Y sabía que tenía suerte. Sonya había hecho todo lo posible, había despojado de múltiples equipos de armamento de las Fuerzas Especiales para nuevos usos, había convertido sus piezas en un nuevo par de soportes para piernas para Margaret. Caminaría de nuevo. De hecho, ya estaba caminando.

Pero su cabeza y su corazón no siempre estaban de acuerdo. Así que mantuvo su régimen de entrenamiento, aceptó desde niña renunciar a una vida feliz, asistió a todas sus citas, pasó tiempo con Sonya y el nuevo equipo que estaba formando años después. Incluso felicitó a su mejor amiga cuando Sonya finalmente se armó de valor de decirle el si acepto a ese mercenario.

¿Pero cuando no estaba haciendo nada de eso? ¿Cuándo había agotado su cuerpo y su mente? Movió su silla de ruedas hacia el lado de su cajón donde sus soportes estaban puestos, los puso en sus piernas y se dirigió hacia un jet. Rara vez tenía un destino en mente. Escogería una dirección al azar y simplemente volaría hasta encontrar una montaña o un océano, algo que parecía ser un comienzo. O un final.

Allí, dejaría el jet en modo centinela, se pondría sus soportes y simplemente... caminaría. Hasta donde pudo, hasta que se le acabó la energía. Y luego, caminaría un poco más. Solo para demostrarse a sí misma que podía. Había intentado, una vez, quitarse el aparejo que le rodeaba la columna y las piernas. Eso no había terminado bien y había tenido que aceptar el hecho de que ahora serían una parte permanente de su vida. Tanto si los quería como si no.

Pero por mucho que acusara a Sonya de lo mismo, Maggie era terca. ¿No podría caminar sin ayuda? Bien. ¿Ya no podía pasar la prueba de aptitud física BMT de las Fuerzas Especiales? Bueno. Ella era un soldado. Ahora tenía un deber para todo el cuartel, ahora que descubrió que había mucho más allá de su propio mundo, sentía que le tenía que deber a "los reinos". Y más que eso, tenía un nuevo deber que cumplir, uno que nunca había esperado.

—Oye, pequeña estrella. – llamó Kabal, entrando en el gimnasio con Cassie en sus brazos. Maggie gruñó, concentrándose en mantener los pies en la posición adecuada mientras realizaba estocadas, sintiendo que los tirantes se curvaban graciosamente con ella. Blade había modificado tanto el aparejo que no dejaba puntos calientes, ni se sentía incómodo. Quizás eran cuatro libras de peso extra, que Margaret ya ni siquiera notó.

—¿Qué pasa, "Carlos"? – preguntó la castaña, cuando pareció obvio que su amiga no tenía intención de irse.

El ex-mercenario sonrió ampliamente, sus ojos brillaban.

Sonya los presentó cuando la paz se hizo entre los reinos, y Kabal empatizó fácilmente con ella. Ambos habían sido señalados por sus "discapacidades", para su sorpresa, fue Kabal quien ayudó a Maggie y no al revés. Antes de recibir sus soportes él la llevaba sobre su espalda.

Incluso cuando venían de visita, tenían que traer a todo el equipo porque Sonya simplemente quedaba en segundo plano cuando ellos dos platicaban

—Bueno, ya que preguntas. – comenzó, moviéndose hacia Maggie con el bebé en sus brazos. d'Abo se enderezó y entrecerró los ojos. —Sonya y yo tenemos una especie de cita, y se suponía que Stryker vendría a verla, pero aparentemente tiene algo que hacer esta noche y dijo que no podía venir. Tenemos que irnos, como, ahora, o llegaremos tarde, y sabes cuánto odia Sonya cuando llego tarde. Así que necesitamos una niñera. – miró expectante a su amiga.

—Yo también estoy un poco ocupada. – señaló Maggie. Había comenzado su rutina de ejercicios no hacía diez minutos y no estaba particularmente dispuesta a renunciar a ella. Mantener un horario le impedía tener muchos de los días malos, aquellos en los que solo quería correr y no regresar.

Kabal sonrió y empujó a Cassie hacia él. Maggie la tomó, más por instinto que por nada. Ella parpadeó hacia la niña y ella parpadeó adormilada de vuelta.

—¿Qué? ¿No crees que puedes hacer tus sentadillas con un bebé? – preguntó el padre.

d'Aboy entrecerró los ojos a su mejor amiga.

—Si la dejo caer, Blade nos matará a los dos. – señaló.

Kabal se encogió de hombros.

—Entonces no la dejes caer. – sugirió con ironía.

La castaña puso los ojos en blanco, luego miró a Cassie contemplativamente por un momento. Ella le estaba sonriendo ahora, sus pequeñas manos volaban en el aire mientras se retorcía. Ajustando su agarre, Maggie dio un paso hacia adelante, manteniendo su pie delantero plano sobre el piso y doblando las rodillas, su pierna trasera casi tocaba el piso en una pose clásica de estocada. Se tambaleó por un momento, pero Cassie todavía estaba en sus brazos, así que la atrajo hacia sí en lugar de abrir los brazos para mantener el equilibrio.

—¿Lo ves? Deja el entrenamiento un rato. – le dijo Kabal cuando se enderezó. Maggie lo fulminó con la mirada y él le devolvió la sonrisa sin arrepentimiento.

—Kabal, será mejor que no estés animando a Maggie a usar a nuestra niña como accesorio. – dijo Sonya, entrando casi apresaradamente.

—¡Por ​​supuesto que no, Sonya! Luz de mi vida, rayo de esperanza. – dijo Kabal, tomando a su esposa en sus brazos. La rubia le sonrió. —Margaret se ofreció a cuidar a Cassie mientras no estamos. –

Sonya enarcó una ceja y luego miró a su mejor amiga en busca de confirmación. Maggie suspiró.

—Sí, lo hice. – dijo al fin. Cassie sujeto su cabello, haciendo burbujas, y la mujer sonrió en respuesta. —Sí, eres adorable. – le susurró. —Lo heredaste de tu madre.

—¡Oye! – Kabal protestó, pero Sonya lo hizo callar con una sonrisa.

—¿Estás segura? – preguntó, y Maggie finalmente la miró bien. Su cabello estaba tan perfectamente peinado como siempre, y su atuendo estaba impecable, pero había una tensión alrededor de su boca, un cansancio flotando alrededor de sus ojos. Necesitaba este descanso tanto como Kabal.

—Sí, sí, estoy segura. – le aseguró d'Aboy con una sonrisa. —Tu sigue. Disfruta tu cita. Yo vigilaré a esta pequeña campeona. – Le dio a Cassie su dedo, el cual ella agarró y rápidamente se lo metió en la boca. Margaret se rió entre dientes.

Tan pronto como Kabal y Sonya se fueron, Maggie miró a la pequeña en sus brazos. Respiró hondo, sintiendo algo liberado en su pecho.

—¿Estás lista para hacer esto? –le preguntó a Cassie. Balbuceó, sonriendo ampliamente alrededor de su dedo todavía en su boca. —Sí, eso es lo que pensé. – le dijo, cambiando su agarre y cayendo en otra estocada. Cassandra chilló ante el movimiento, haciendo ruidos felices, y Maggie se encontró contando en voz alta, hablando con ella.

Cassie puede hacerlo mejorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora