Estampida del Apocalipsis:

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Me agradaba la idea. Estaba a favor de cualquier viaje que nos llevase lejos de los tauri. Y sería más rápido que volar en el Buitre Pescado.

Nos dirigimos gateando en fila india al centro de la grúa como una hilera de hormigas andrajosas. Yo procuraba no mirar los cadáveres de los toros muertos de abajo, pero podía percibir la mirada malevolente de los demás silvestres mientras seguían nuestro progreso. Tenía la ligera sospecha de que estaban apostando a ver cuál de nosotros caía primero.

A mitad de camino a la torre principal, Rachel habló detrás de mí.

—Oye Cintia, ¿vas a contarme lo qué pasó antes?

Para los que no entiendan, el nombre "Cintia" significa literalmente diosa de la luna, Rachel me había empezado a decir así hacia seis meses que llegué al Campamento.

Eché un vistazo por encima del hombro. El viento hacía que el cabello pelirrojo le diera a en la cara y se arremolinase como el pelaje de los toros.

Traté de asimilar la pregunta. ¿No había visto cómo las vacas habían destruido su casa y nos habían perseguido por la ciudad? ¿Estaba sonámbula cuando había saltado a la grúa?

Entonces caí en cuenta de que se refería a su trance profético. Habíamos estado tan ocupados huyendo que no había tenido tiempo para pensarlo. No sabía mucho sobre oráculos, pero parecía ser que Rachel no recordaba lo que había dicho.

—Seguiste con la profecía—dije—. Una nueva estrofa, no sé si era la última o no. Pero...

—¿Pero...?

—Me temo que Pitón te utilizó como canal.

Seguí avanzando a gatas, con la mirada fija en las suelas de las zapatillas de Percy, mientras le explicaba a Rachel lo que había pasado: el humo amarillo que le había salido de la boca, el brillo de sus ojos, la terrible voz profunda de la serpiente. Le repetí los versos que había pronunciado.

Ella se quedó callada durante cinco segundos.

—Suena feo.

—Sí, creo que eso lo describe.

Se me durmieron los dedos contra las vigas. El verso de la profecía que auguraba que yo me esfumaría sin dejar huella... Fue como si esas palabras penetrasen en mi sistema circulatorio y me borrasen las venas y las arterias.

—Ya lo descifraremos—prometió Rachel—. A lo mejor Pitón estaba tergiversando mis palabras. A lo mejor esos versos no formaban parte de la profecía real.

No miré hacia atrás, pero pude advertir la determinación de su voz. Rachel había estado enfrentándose a la presencia escurridiza de Pitón en su cabeza durante meses. Había luchado sola contra ella, plasmando sus visiones en sus obras de arte para no perder la cordura. Hoy la había poseído la voz de Pitón y sus gases venenosos la habían envuelto. Aún así, su primer impulso fue tranquilizarme diciéndome que todo saldría bien.

—Ojalá tengas razón—dije—. Pero cuanto más tiempo Pitón controle Delfos, más podrá envenenar el futuro. No sé si tergiversó tus palabras o no, pero ahora forman parte de la profecía. Lo que has predicho ocurrirá.

"La carne y sangre de Artemisa serán mías prontamente". La voz de la serpiente parecía enroscarse dentro de mi cabeza. "La divina deberá descender sola a las tinieblas"

"Cállate", le dije a la voz. Pero desde luego que no resultó.

—Bueno—dijo Rachel detrás de mí—, pues tendremos que asegurarnos de que la profecía se cumpla sin que te esfumes.

Las pruebas de la luna: La Torre de NerónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora