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Mista detestaba ver esa expresión de agobio en su chico de la suerte. Si bien sus deberes como capo le dificultaban ver con frecuencia al jefe de Passione, no quitaba que siempre sacaba tiempo para verle y conseguir distraerle. No podía soportar ver a Giorno siendo rodeado por socios que exigían atención rápida, sin tan siquiera considerar esperar un poco para que el rubio supiera que quería.

Al principio, le llevaba tazas de café con galletas cuando era algo tarde para que se diera un descanso, otras veces, siendo algo más tedioso, llevaba vino para que los dos se sentaran a beber y a charlar. Si bien algunas veces no conseguía convencerlo de que sacara su cabeza de los papeles, la gran mayoría de ocasiones acababa convenciéndolo de que tuviera un descanso de media hora, o incluso una hora completa.

Luego del primer año, aprendió a hacer un deber más de secretario, y en sus tiempos libres le gustaba sentarse junto a él para ayudarle a organizarse. No lo hacía tan bien como Fugo, pero por lo menos conseguía que Giorno tuviera algo más de tiempo libre para sonreírle y distraerse.

La confianza entre ellos también incrementó bastante. Si ya se confiaban la vida luego de luchar codo con codo para derrotar a Diavolo, ahora el rubio podría confiar su puesto como jefe a Mista para cualquier situación, que sabría que lo cuidaría, incluso poniendo su vida por delante.

Por eso, cuando caía en los encantos del moreno para tomarse un descanso, solía darle algunos abrazos aun sentados en sus respectivos sitios, riéndose suavemente. O eso era lo que pensaba Guido.

Un día de otoño, cuando ya el frío empezaba a invadir la oficina de Giorno, para evitar congelarse y de camino distraer al rubio, puso un disco de vinilo en un tocadiscos que no sabía como había conseguido colar ahí, y luego de dos copitas de vino, lo animó lo suficiente como para levantarse y empezar a bailar con él para que sus articulaciones no se volvieran hielo. No estaban borrachos, pero tenían suficiente alcohol en sangre como para que sus pasos fueran torpes.

Al final y como se podía esperar, Mista dio un tropezón, y luego de intentar aferrarse a algo, acabo junto con su pareja de baile y unos cuantos papeles en el suelo. Tanto el rubio como el moreno reían divertidos por la situación, sin importarle que ahora tendrían que reordenar una carpeta entera.

 – Gracias por estar ahí, Mista — habló Giorno, levantando su cabeza del pecho del aludido, que era donde había caído. Sus ojos turquesa brillaban de alegría tanto o más que su sonrisa, y eso hizo que el capo se sintiera más que satisfecho por haberle dado el descanso que se merecía a su jefe.

 – No hay de qué — le devolvió la sonrisa, cerrando los ojos, acariciando suavemente la espalda contraria.

No sabe en que momento, pero cuando abrió los párpados, el rubio le estaba dejando un beso en los labios. Luego de unos segundos, se separó, empezando a levantarse, y como si de un reloj se tratara, llegó Fugo, justo a la hora en punta para una reunión.

 – GioGio debería haber terminado con esos papeles antes de la reunión. No sé porque te dejo entrar si sé que lo vas a distraer — dijo el pelinaranja, mirándole con ira contenida a su lado cuando su superior se fue.

Mista no fue capaz de articular ninguna palabra. La acción de Giorno había sido tan simple y casual que le había dejado en shock. Incluso cuando se quedó solo en la habitación, se mantuvo tumbado un tiempo, intentando procesar lo que había pasado.


❁⃞


No sabía porque, pero durante las siguientes semanas vio mucho menos al jefe de Passione. Algunas veces porque él lo evitaba, y otras porque Fugo le bloqueaba la entrada a la oficina de Giorno, diciendo que estaba demasiado ocupado como para ser entretenido con sus tonterías. Fueron específicamente cuatro semanas donde ni tan siquiera llegaron a verse el pelo.

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𝓥𝓮𝓻𝓽𝓮 𝓯𝓮𝓵𝓲𝔃 | ɢɪᴏʀɴᴏ ɢɪᴏᴠᴀɴɴᴀ x ɢᴜɪᴅᴏ ᴍɪꜱᴛᴀ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora