xxi. Medidas desesperadas

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CAPÍTULO VEINTIUNO
Medidas desesperadas para tiempos desesperados

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PARA ALGUNAS PERSONAS (véase Harry, Dianne, Ron, Hermione, Daphne y Theo) estaba claro que Hagrid sentía una desgraciada afición por las criaturas grandes y monstruosas

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PARA ALGUNAS PERSONAS (véase Harry, Dianne, Ron, Hermione, Daphne y Theo) estaba claro que Hagrid sentía una desgraciada afición por las criaturas grandes y monstruosas. Durante el curso anterior en Hogwarts, había intentado criar a un dragón en su pequeña cabaña de madera, y pasaría mucho tiempo antes de que alguien pudieran olvidar al enorme perro de tres cabezas la que le había puesto por nombre Fluffy.

Cuando Harry les contó que había descubierto que Hagrid había abierto la Cámara Secreta, tampoco les llegó a sorprender demasiado. Estaba claro que, si sabía que había un monstruo oculto en algún lugar del castillo, haría lo imposible para echarle un vistazo. Seguramente hasta le parecería inhumano haber tenido encerrado al monstruo tanto tiempo y debía de pensar que el pobre tenía derecho a estirar un poco sus numerosas piernas.

Podían imaginarse perfectamente al Hagrid de trece años intentando ponerle un collar y una correa al monstruo. Pero también estaban seguros de que él nunca había tenido la intención de matar a nadie. No era una mala persona.

Dianne tenía claro que Harry casi habría preferido mantener la boca cerrada y no contarles cómo funcionaba el dichoso diario. Ron y Hermione le pedían constantemente que les contara una y otra todo lo que había visto, hasta que el azabache se cansaba de tanto hablar, de las largas conversaciones que seguían a su relato y que no conducían a ninguna parte.

—A lo mejor Ryddle se equivocó de culpable—dijo Daphne.

—Sí, a lo mejor el que atacaba a la gente era otro monstruo—asintió Hermione.

—¿Cuántos monstruos creéis que puede albergar el castillo? —preguntó Ron, aburrido.

—Ya sabíamos que a Hagrid lo habían expulsado—murmuró Theo, haciendo una mueca.

—Y se supone que luego de eso, los ataques cesaron—dijo Harry, apenado—. Si no hubiera sido así, a Ryddle no le habrían dado ningún premio.

—Ryddle me recuerda a Percy—Ron intentó verlo de otro modo—. Pero, ¿por qué tuvo que delatar a Hagrid?

—El monstruo había matado a una persona, Ronald—le recordó Dianne, como si fuera tonto de todo.

—Y Ryddle habría tenido que volver al orfanato muggle si hubieran cerrado Hogwarts—señaló Harry, mirando de forma fugaz el emblema de serpiente que Dianne tenía en su túnica. Contuvo una sonrisa—. No lo culpo por querer quedarse aquí.

Dianne y la cámara secreta² ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora