NICOLÁS
Dormimos juntos, en la misma cama. No pasó otra cosa además de dormir, pero amé tanta cercanía y su brazo sobre mi pecho.
Su cabello alborotado, cubre un poco de esa cara que me tiene tan enamorado. Un conjunto de rasgos extraños que en conjunto, resultan en un todo estético, armónico y perfecto. Me atrevo a acariciar su mejilla con la punta de los dedos, con temor de que despierte y me sorprenda, pero no pasa.
Su sueño es profundo aunque muy inquieto. Gira, da vueltas sobre sí mismo como un cocodrilo intentando ahogar a su víctima y, más que roncar, gorgea. Hasta para dormir es todo un caso.
Antes de acostarnos, me advirtió qué, una vez dormido, no era responsable de cualquier cosa que pasara. Abrazos, patadas, hablar dormido, etcétera.
Mi cama es grande y él apenas si ocupa espacio. Abraza la almohada sobre la que tiene la cabeza, pero al parecer no es suficiente y me abraza a mí también. Sin duda, esto va a contribuir a mejorar mi salud. Me da años de vida el hecho de estar tan cerca. Pero no olvido que me hizo prometer que iría al médico apenas sea posible.
ELEODORO
Desperté con una de esas molestas sensaciones de inquietud. Todas mis alarmas están encendidas en este momento, pero no quiero hacer una escena extraña.
Sirvo té para los dos y mi mano tiembla.
Nicolás me prometió anoche, ir a ver a un médico lo antes posible. Ahora me siento culpable por no obligarlo ayer. Pero no soy bueno obligando a nadie para hacer cosas.
Espero que lo cumpla, sin importar que se sienta o se vea mejor. Podría ser algún mal cardíaco y a nuestra edad, ya no debemos dejar las cosas para después.
Qué bueno que no puede escuchar lo que pienso porque ya me estaría reclamando por lo de «nuestra edad».
Pongo la taza frente a él, aunque claro, no sin derramar algo del contenido porque llené la taza hasta el tope.
—¿Ya te vas? —levanta la taza y la pone sobre una servilleta, negando con la cabeza, pero no dice nada más. Soy un idiota torpe y creo que empieza a aceptarlo.
—Sí —respondo—, Allan debe tener el lugar hecho un basurero. Si te sientes mal, me llamas y salgo de volada. A ver si es cierto lo que dicen.
—¿Qué? —pregunta curioso.
—Según varios, soy un «intocable» en la televisora, porque me putié al pendejo de Juan y no pasó nada. Pero así, nada de nada. Tal vez la suerte me está cambiando.
—Júralo —murmura y sus ojos se dirigen a mí. Aún se ve pálido, pero mucho mejor que ayer.
—Ojalá también me cambiara el sueldo —continúo y le doy un sorbo a mi taza de té—, pero ese viejo desgraciado me tiene ganando lo mismo desde hace cómo cinco años.
Nicolás escupe el sorbo que tiene todavía en la boca, cuando no puede contener la risa. Le doy otra servilleta para que se seque, pero sigue riendo.
—Ay, Ele, me vas a matar—, dice entre risas.
—Espero qué no. Bueno, ya, se me hace tarde.
—Qué tengas un maravilloso día.
—Tú también.
Camino hacia la puerta pero antes de salir, me detengo porque siento que no me puedo ir así nada más.
He estado huyendo de él, lo reconozco. Me he llenado de inseguridad con su cercanía, pero no quiero actuar cómo un cretino. No con él, que es no solo mi mejor amigo, sino el único.
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ELE (Versión Extendida)
Romance(Ele, versión extendida). Un escritor inicia una relación clandestina con la esposa de su peor enemigo, mientras al mismo tiempo, descubre que siente algo más que una entrañable amistad por su amigo Nicolás. Lee este drama con toques finos de humor...