Capítulo 2

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seis.

Es simplemente el sonido del motor del avión lo que me hace despertar cuando este ya ha aterrizado en el aeropuerto internacional de John F. Kennedy, lugar donde una gran cantidad de celebridades viven y trabajan, como también, uno de los lugares donde se encuentra la central dirigida por el ministro Boyer.

Hombre que tiene más de dos horas mandándome mensajes para saber si ya llegué. Lo cual, ciertamente, me hace molestar tal intensidad de su parte en este momento, ya que anteriormente no se había comunicado con mi persona desde hace meses.

«Esto es lo que suele hacer cada vez que necesita ayuda de uno de nosotros».

Perderse por meses para luego regresar y hacer como si nada hubiera pasado. Algo que por más que intente no me permite molestarme. Ya que es mi padre, y en cierta forma no sería capaz de hacer lo que él me hizo hace unos años; darme la espalda cuando más lo necesité.

Es entonces, cuando noto como las personas se me quedan mirando en el interior del aeropuerto. Es por eso, que me apresuro en tomar mi equipaje y posar los lentes de sol en el puente de la nariz, intentando que no se haga muy notoria mi molestia.

Pasando los últimos segundos, «que parecen eternos», en el lugar donde las personas caminan a gran velocidad con su equipaje en mano.

Permitiéndome observar cuando paso ambas puertas corredizas, Al hombre panzón con barba me espera con un letrero que nombra mi apellido, parado a pocos metros de distancia junto al auto en el que me voy a transportar.

—Señorita Payton, bienvenida. Hace tiempo que no...

Lo ignoro, pasándole por un costado al momento de tenerlo frente a frente. Montando yo misma, el equipaje en la maleta del vehículo que este ya tenía abierta para mí, siendo capaz de caminar unos pasos más y poder sentarme en el asiento de piloto del Tesla negro que mi padre envió para recogerme.

—Señorita Pay...

No llego a escuchar la queja del hombre que tengo detrás, ya que lo último que hago es cerrar la puerta y encender el motor del auto, comenzando entonces mi camino a la gran ciudad que me espera.

De esta manera, enciendo la radio para ponerme al tanto de las últimas noticias que han estado sucediendo.

Desapariciones, robos, suicidios, atentados en el banco... son más de lo mismo que se escucha siempre; como bandas criminales siguen ejerciendo su trabajado en las calles de la gran ciudad de New York. «Bla bla bla» ...

Calles las cuales, con el pasar lo minutos, me doy cuenta de que están asquerosas. Vagabundos que solo son capaces de orinar en callejones abandonados, prostitutas que cada que ven un vehículo caro levantan la mano, grupos de pandilleros que corren a toda velocidad por las avenidas mientras son perseguidos por la policía.

«Ya recuerdo porque me fui».

—Tiene una llamada entrante del ministro—dice la computadora del auto luego de unos minutos.

—¿Ahora se puede saber qué es lo que quieres?—digo después de contestar—Ya estoy en la ciudad.

Son unos largos segundos los que este dura en silencio, tantos, que me hace verificar si todavía estoy en la llamada con él. Y efectivamente, aún estamos en llamada.

Evil Force [En Actualización]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora