30. EL LIBRO DE LA DISCORDIA

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FRIDA

Estoy harta de está espera y ni siquiera sé que estoy esperando. Harta de amarrarme las manos para no llamarlo. Tengo miedo de que se olvide de mí y Davina lo atrape en sus redes nuevamente.

Estoy a punto de ir a la televisora, no puedo más. ¡Voy a ir, me vale!  Solo voy a esconderme de Juan. Y de Fanny, esa vieja chismosa.

Dejaré al niño con Olivia. Sé que también él lo extraña, estoy segura qué por eso ha estado de muy mal humor todos estos días. A él o al gato, tampoco estoy tan segura. Allan se la pasa encima del niño o a un lado moviendo el portabebé y me mira como diciendo: «Ya ponte a cuidar a tu bendición».

Eres buen hermano mayor,  Allan.

Ya casi es la hora de salida, pero no tardo mucho en encontrar a Ele, pero algo le pasa ¿Ha estado llorando? No por mí, claro. Apenas si me mira y sale por el lado opuesto. Intento seguirlo, pero la vieja urraca de Fanny me encuentra y es así cómo me entero del por qué de su reacción.

¡Maldita sea Ele, caíste de nuevo! ¡Maldita perra, muérete de una vez!

Corro al estacionamiento y lo encuentro todavía adentro de su carrito azúl, recargado en el volante. Toco la ventanilla con los nudillos y me mira, pero tarda en reaccionar antes de bajar el vidrio.

Se queda pensando, supongo. Duda, pero quita el seguro de la puerta del copiloto y entro a sentarme a su lado. No digo todo lo que le quiero decir, solo lo abrazo y dejo que se desahogue. Después de todo, antes que amantes de ocasión, somos amigos.

—Creí que estaba superado —dije después de un rato.

—Lo estoy intentando. Ya no quiero quererla, pero no es algo que se pueda hacer de un día para otro. Ella es un vicio en el que a veces recaigo.

—Y más viéndola todos los días.

—Ha estado persiguiéndome, diciendo que me quiere, que está dispuesta a todo.

—¿Le crees? Te lo ha dicho muchas veces. Mentir para ella, es cómo respirar.

—Lucho para no hacerlo, Frida. Pero es muy convincente, ¿sabes?

—Es difícil amar a alguien que no te ama. Te haces ideas en la cabeza, imaginas una vida perfecta... Imaginas cosas tan bonitas, que la realidad te da justo en la cara.

—Ya no importa, es una falsa, siempre lo ha sido. Me ha manejado a su conveniencia. ¡Pero se acabó! ¡Davina se acabó para mí, para siempre!

—Ay, Ele...

Perdón, pero es difícil creerle. Maldita vieja, ni que fuera para tanto.

—¿Vienes a ver a tu marido?

—Ya ni la burla perdonas. Vengo a verte a ti —murmuro avergonzada de mi osadía.

—Gracias. Siento no ser buena compañía en este momento..

—¿Ya no quieres verme?

—¿Por qué dices eso? Claro que quiero verte, te he extrañado mucho todos estos días. Pero tengo miedo, porque ese maldito idiota no me va a pegar a mí, se va a desquitar contigo y yo no quiero que te lastime más.

—¿Me quieres Ele?

Se quedó callado y bajó la cabeza.

—¿Me quieres, Ele? ¿Aunque sea un poco? —repito.

Sigue callado, pero me besa.

—Mataría por ti, Frida —dice muy serio viéndome a los ojos— ¿Quieres qué lo haga? Solo dilo y serás libre, hermosa.

¡Dios, no esperaba eso! Y habría sido tan bonito saber qué de verdad era por mí, pero sé que es por ella, por Davina.

Es la primera vez que no lo siento sincero conmigo.

—No, yo nunca te pediría algo así, Ele. Es mejor que me vaya —abro la puerta y salgo. No me detiene. Solo se queda ahí, viendo cómo me voy.

ELEODORO

Yo también quería verte Frida, pero es un mal momento.

Ahora no me siento en condiciones de querer a nadie. Pero la oferta sigue en pie. Ya tengo todo listo, solo falta que dejes de ser correcta y te decidas. Por ti, por mí, por todos, ese miserable de Pérez debe dejar de respirar.

Iré a ver cómo sigue Nicolás, tengo que espantar estos pensamientos. Te compensaré después.

NICOLÁS

Ayer llegaron algunos lotes nuevos y hoy empezamos a acomodarlos. Todo iba bien, todo normal, hasta que trajeron esa fotografía de tamaño natural de Davina Gascón.

Lo que faltaba, otra actricita mediocre pretendiendo ser escritora.

—Jorge... ¡Jorge! —lo llamo totalmente indignado.

—Está atrás, don Nico —informa Lupe, la empleada nueva.

—Haz el favor de no volver a decirme «don», por favor.

—Uy, amanecimos bravos...

Ignoro el tonto comentario de la empleada me dirijo a la oficina.

—¡Jorge!

—¿Qué pasa, Nicolás?

—¿Me puedes decir qué hace esa horrible bruja de Davina Gascón allá afuera?

—¿Quién?

—¡Ven!

—Estoy ocupado, Nicolás.

—¡Qué vengas, dije!

Caminé hasta la mesa de exhibición y le mostré.

—¡¿Qué es esto?!

—Ah, si, son los libros de la vieja esa. Nos pagaron por venderlos y muy bien. Supongo que confían en recuperar su inversión.

—¡No importa cuánto hayan pagado, quiero estas porquerías en donde deben estar, en el contenedor de basura del callejón!

—No se va a poder, si vienen a ver y no los ven, nos van a demandar.

—¡Pues que nos demanden!

—¿Por qué te molestan tanto?

—Si Ele viene y...

—No va a venir.

—No quiero que vea esto aquí.

—Espera hasta mañana, ya que los vean, los quito. Pero por ahora, se quedan. Aunque no lo creas, la gente está preguntando por ellos.

Jorge regresó a la oficina sin decir más, con su estúpida expresión ¡No me respeta, hace lo que le da la gana!

No me puedo aguantar, rompo el plástico de uno de los libros y empiezo a hojearlo. Me detengo cuando veo el nombre de Pérez escrito en una de las páginas.

«Para mi único y verdadero amor, Juan José Pérez Sandoval».

Por estar entretenido en esto, no me doy cuenta cuando Ele entra. Se entretiene un momento en otras mesas de exhibición, pero no tarda mucho en ver la foto de Davina y acercarse.

—Son nuevos, acaban de llegar hoy. Apuesto que no sabe escribir ni su nombre. Debe ser una basura, ahora ya cualquiera se cree escritor —comento para distraerlo un poco, pero sigue ensimismado con la foto.

Creo que ni siquiera me nota. Toma uno de los libros y le arranca el plástico. Conforme avanza y lee fragmentos, su expresión cambia, así cómo su respiración, que se vuelve cada vez más agitada.

—Ele... —lo nombro preocupado— ¿Pasa algo?

De pronto me vuelvo invisible, camina al mostrador, deja un billete y sale conmigo tras de él sin darse cuenta siquiera.

Intento alcanzarlo, pero cuando empieza a correr, lo pierdo de vista.

Ahora no sé dónde está y olvidó sus llaves entre los libros.

ELE (Versión Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora