Capítulo 1

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El filo de la espada rozaba mi cuello y sin embargo más miedo le tenía a la profundidad de la mirada clavada en mí. No eran los únicos ojos en la sala que me miraban, pero si eran los únicos que habían dejado de verme como un ser humano.

—Arrodíllate frente a Ariana de Secramise, tu emperatriz —ordenó.

Caí sobre mis rodillas. El frío suelo de mármol verde me recibió con un golpe seco y un dolor instantáneo frente a un gran número de aristócratas de Arbezela susurrando. La soga rasposa de mis muñecas no cedía.

«Es un sueño.»

Entonces usó su arma como herramienta para quitarme el velo que me cubría la cara desde que tenía memoria. Cerré los ojos con fuerza para no fijarme en lo cerca que la punta de hallaba de mi rostro. Era como estar desnuda sin esa tela.

«Es un sueño. Es un sueño, es un sueño, es un sueñoesunsueño...»

—La dama lirio resultó ser un horrible cuervo —habló con burla el amante de Galdeon.

No podía moverme. Mi cuerpo no era mío. No mientras permaneciera entre las risas de desconocidos. Parecía que la emperatriz Ariana iba a tomar su tiempo en decidir que hacer conmigo, en decidir que tan lento y doloroso me mataría.

«Hace unos días estaba en este salón hablando con papá sobre galletas de nuez. No puede ser verdad.»

Su rostro dibujó una sonrisa. La muerte rápida no era una opción para mí.

—Se casará con Fabian Minus. Partirá mañana.

Alcé la cabeza. Buscaba cualquier señal de arrepentimiento. Esperaba que sus labios pronunciaran una explicación. No había tal cosa.

Oí a mi padre sollozar y a mi madre suplicar un poco.

—Le ruego empatía por mi familia y mi pueblo. Nunca hemos buscado conflictos con usted ni con ningún otro reino.

La emperatriz Ariana respondió al instante:

—Sí he tenido piedad: Ella se casará, usted y su marido serán archiveros en Arbezela.

No les cayó bien la noticia. A mí tampoco. Ella lo notó.

—Dejaré que la familia real viva. Aunque con mis condiciones, por supuesto —La última frase le causó una pequeña pero mordaz sonrisita.

Ella sabía perfectamente a qué me condenaba.

Era la única princesa de Ornelle, la princesa heredera. Casarme con un principe era lo esperado, un duque era una condena a nunca tocar el trono, y un segundo hijo de una de cinco casas de Marloe era una humillación. Una humillación que solo recibían las princesas caídas como yo.

No obstante, en un reino donde la voz y el voto tiene tanta importancia, el matrimonio no es visto únicamente como una alianza entre familias, como un acontecimiento político: Es, sobre todo, una unión entre dos personas. Por lo tanto, nunca se celebra un casamiento si uno de los involucrados no lo desea. Está prohibido.

Ella lo sabe.

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Que les pareció el primer cap? 🐱

Cuervo I Las joyas de la princesa | HaveronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora