Dioses de Egipto:

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—¿Dónde rayos estamos?—murmuró Nico.

Estábamos los tres a las puertas de una gran mansión en el área del muelle que juraría que no estaba allí un segundo antes.

—Mierda...—murmuró Percy—. Supongo que mi magia egipcia interfirió con tu viaje de las sombras o algo así.

Nico parpadeo dos veces.

—Así que, ¿está es la gran mansión de la que tú y Rachel tanto hablaban?

Percy ladeó la cabeza.

—No tengo idea, nunca he estado aquí. Pero eso creo...

La puerta del lugar se abrió, un báculo egipcio se asomó por la entrada con una flama encendida en la punta.

—¿Quiénes son y qué quieren?

Era una chica de aspecto árabe, vestida con la típica pijama de lino de la Casa de la Vida. No se, creí que actualizarían su uniforme con el pasar de los siglos, sólo digo, mis cazadoras usan chamarras y pantalones en lugar de túnicas griegas, mientras que los egipcios siguen siendo... bueno, egipcios.

—Esto...—Percy levantó las manos—. ¿Están los Kane?—preguntó con un hilo de voz.

La chica de la puerta le apuntó con el báculo.

—Voy a volver a preguntar—dijo fríamente, en contraste con la llama de su arma—. ¿Qué quieren?

—Escucha, llegamos aquí por accidente—aseguré—. Estábamos intentando teletransportarnos y la magia de este sitio nos absorbió, es todo.

Detrás de la chica, resonaron unos pasos por el salón.

—¡Zia!—gritó la voz de una chica que conocía bastante bien—, ¡¿qué está pasando allí afuera?!

Percy sonrió aliviado.

—¡¿Por qué no vienes aquí y lo descubres por ti misma, Sadie?!

Una cabellera de un color rubio caramelo y mechones púrpura se asomaron por la entrada. Reconocí esos ojos azules llenos de malicia al instante.

—Hola Sadie—saludé.

—¡Percy! ¡Artemisa!—Sadie se abalanzó sobre nosotros para un abrazo.

La chica del bastón de fuego, ahora identificada como Zia se quedó a una distancia prudente con una ceja alzada.

—Ejem, Sadie...—dijo ella.

Nuestra amiga mágica no la escuchó, me abrazó a mi primero, y decidí devolverle el gesto. Debo decir que extrañaba esa energía e hiperactividad tan distintiva de ella. Era diferente a la de Percy, mientras que lo de él era instintivo, ella solo estaba un poco loca.

—¿Qué les ha pasado durante este tiempo?—preguntó ella mientras saludaba a Percy.

El chico hizo una mueca.

—Nos persiguió una manada de vacas asesinas desde el edificio que está... que estaba por allá—señaló en la dirección en la que solía estar la residencia de los Dare.

—Ejem, Sadie...—volvió a llamarla la otra maga.

Sadie seguía sin hacerle caso.

—Sí, esas cosas suelen pasar—dijo ella simplemente—. ¿Qué los trae por aquí? ¿Hay que patear más traseros greco-egipcios?

—No... exactamente—dijo Percy rascándose el cuello—. Solo pasábamos por la zona y mi conexión con esa buitre asquerosa se reactivó, así que llegamos aquí por accidente.

Las pruebas de la luna: La Torre de NerónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora