Parte sin título 6

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                                                                                                ***

Meses después estalló la guerra. No sabíamos lo trágico y devastador que sería, hasta que lo vivimos en carne propia.

Intenté estudiar, luego tomaría un examen para graduarme de la preparatoria, entonces comenzaron los blitz.

Era un día no muy frio, acogedor, se sentía como un día cualquiera, mas no era así. Joseph tenía a un tío en la comisión de asuntos de guerra, la guerra ya había explotado y semanas antes había pronosticado que Alemania nos bombardearía. Joseph me suplicó que fuera con él, su familia iría a un búnker que tenían a las afueras de la ciudad, ahí se resguardarían por la poca probabilidad de ser atacados en un pequeño pueblo, dijo que podía llevar a la mía, pero no acepté, no creí que podría aceptar tal propuesta y mi madre quería regresar a su país natal con mis cinco hermanos a buscar los pocos familiares que le quedaban, ahí estaría segura. Él insistió, pero mi madre tenía todo planeado para irnos en unas semanas. Pasó días intentando que fuera con él, tenía varios búnkeres por si sucedía esto, sin embargo, mi madre se reusaba, hasta que llegó el día. Estaba leyendo mi libro de ciencias de penúltimo año arropada con una manta encima y se escuchó un estallido, fuerte, ensordecedor, no muy lejos. Fui a la ventana a ver que era, la casa de uno de los vecinos había volado en pedazos, estaba claro que estábamos bajo ataque y debíamos protegernos como tal, nos tiramos al suelo y nos resguardamos. Nos quedamos ahí por unos momentos. Solo había sido una advertencia, al menos en la ciudad. Estando segura de que estaba momentáneamente a salvo, mi madre tomó las cosas, empacó de inmediato y salió con mis hermanos de la casa, estaba decidida a que le valieran esos boletos de barco como fuera. Me quiso llevar, pero me miró a los ojos, tomó mi frente, la besó, me miró a los ojos y me dijo que fuera con él, que estaba segura que me cuidaría mejor de lo que ella podría hacerlo. Así, en medio de la tarde, vi a mi madre alejarse hacia el horizonte con mis cinco hermanos, escapando de una guerra hacia un país desconocido, al que yo no iría, al que no conocería jamás, estaba sola, ahora lo estaba completamente y en ese momento supe que no los volvería a ver nunca. Suspiré y lo acepté y partí inmediatamente a la casa de Joseph.

A medio camino lo encontré, nos vimos y una lágrima brotó de nuestros ojos, alegres de que el otro siguiera vivo, corrimos y nos abrazamos, fuertemente, como si no nos hubiéramos visto después de años. Él me secó las lágrimas que brotaron en conjunto involuntariamente, me tomó de la mano y fuimos corriendo al auto, subió mis maletas y arrancamos de inmediato. Prendimos la radio y escuchamos las noticias, sonaba a que esto duraría un tiempo. Más tarde me enteré que la casa que estalló durante el bombardeo fue de los Harrison, mis vecinos, ninguno de ellos había sobrevivido, ni siquiera el más pequeño, Henry, de tres años, era una tragedia.

Después de conducir durante media hora por el camino, Joseph paró y bajamos, había una bella mansión a lo lejos, imponente, era de su familia, mas el refugio estaba a casi un kilómetro, escondido, entre arbustos; después de la primera guerra habían aprendido que las casas grandes eran las que atacaban primero, pero nadie esperaba nada de una planta. El automóvil fue escondido, él me abrió la compuerta, y me ayudó a bajar, estaba oscuro, pero cuando toqué tierra, vi todo. Era profundo, pero adentro había luz, un par de focos en el techo iluminaban la habitación espaciosa de color marfil, era muy delicada para ser un búnker.

A pesar de ser una habitación inmensa y de tener tantas cosas dentro suyo, lo único en lo que pensaba y en lo que podía concentrar mi atención era en esas 5 personas que me miraban fijamente de una forma tan sorprendida y desagradable que haría sentir incómodo a cualquiera, era como si con tan solo verme hubieran hurgado en mi alma y decidido que no les agradaba ni en lo más mínimo, eso bajaba la moral a cualquiera. Joseph bajó y me dio una palmada en la espalda, como un aliento, él conocía a su familia, por supuesto; me rodeó con su brazo y me presentó, sonriente, cálido, como siempre, radiante. Yo saludé, escondiendo nerviosamente mis manos en la espalda y hablé con una sonrisa temblorosa intentando verlos a los ojos sin que me ganara el miedo. Respondieron muy cortante. Después de eso pude levantar mi cabeza y dejar de esconderla como tortuga; lo que pude divisar, aún aterrada, fue a los padres de Joseph, Anna y Damian; ella era una mujer esbelta, pelirroja, llevaba un corte redondo y pequeño, tenía largas pestañas y labial rojo, un vestido granado que envolvía su figura a la perfección y hacía más notable su metro setenta. Para cubrirse del frío tenía un largo abrigo café, lucía similar a la piel y llevaba su anillo de bodas sobre unos largos guantes negros, a pesar del panorama no perdía la elegancia; Damian, en cambio, era más robusto, usaba un traje, fino, negro, con el que fácilmente podría ir a cualquier evento social; su cabello lucía imperturbable a cualquier tormenta u tornado, se veían litros de fijador en el y el uso de un buen peine, apenas le llevaba unos 10 centímetros a su esposa, pero su mirada se sentía más despectiva que la de ella. Luego estaban sus 3 hermanos, Margareth, Ethan y Eleanor. Toda su aura decía que ellas te despreciaban, desde el fondo de su corazón, era increíble como Joseph había salido de esa familia. Con respecto a Ethan, era alguien que captaba tu vista de inmediato, la viva imagen de Jay Gatsby, cabello castaño rubio, con un misticismo y encanto, sumado a su porte inglés y sonrisa vivaz, podías intentar intuir algo de él, pero no descubrirías mucho; desbordaba confianza y con lo que traía puesto, dirías que también era alguien listo. Ese conjunto de sweater verde sobre su camisa con el cuello abierto, un pantalón caqui y zapatos bien pulidos, le quedaban excelente y podían fácilmente abrirle el camino a donde fuera. Ethan y Joseph tenían la mejor relación de su familia, él era listo, agradable y principalmente tenía buen corazón, era cariñoso, pero no lo dejaba entrever mucho, Joseph comentó que principalmente hacía lo que su familia esperaba de él, dentro suyo eso lo dirigía, mas no lo demostraba, a pesar de eso, su figura de joven seductor era real. Sobre Eleanor, ella era más rígida, su postura lo decía todo, tenía los brazos cruzados y la barbilla en alto, vestía de negro, algo poco común, con un vestido largo, de poco vuelo, marga corta y cuello Peter pan, su cabello castaño mediano enmarcaba su arrogante rostro que denotaba a gritos que era hija de Damian, ella solo le llevaba un año a Ethan y aunque se veía muy molesta, Margareth le ganaba por millas, a pesar de ser la menor de todos. La pequeña de 16 y cabello castaño rojizo tenía un ardor en sus ojos al verme que podía sentir el calor y el odio brotar de ellos, creí por un momento que me derretía, lo bueno es que no sucedió. Lo más cómico era que llevaba un vestido naranja que la hacía ver tan dulce, que era imposible tomarla en serio.

Luego y, habiendo superado el notable desagrado que habían demostrado ante mi presencia, Joseph me llevó al sofá, me sentó, me sonrió y miró a mis ojos pidiendo que resista para después ir por un vaso de agua. Él era la única calma que tenía en ese lugar; ahora estaba básicamente sola, no tenía a nadie, pero cuando Joseph volvió con su sonrisa y sus ojos brillantes a entregarme ese vaso de agua cristalina, sabía que tenía un apoyo y me sentía más aliviada.

El tiempo fue pasando y una media hora después ya me sentía más relajada, mi espalda se estiró, mis músculos se destensaron, el peso que sentía encima disminuyó y sus ojos ya miraban a otro lado. Comencé a observar y a rebuscar cada rincón con la mirada; era un lugar muy amplio, tenía divisiones, era lujoso para ser un búnker, denotaba el estilo de vida al que estaban acostumbrados. Al entrar llegabas a la sala, la cual estaba fusionada con el comedor; las paredes eran de un granate encantador, había un par de cuadros colgados encima y en el centro tenías el comedor, la mesa era larga, como de unos dos metros, tenía un centro de mesa simple y las sillas, también rojas, la rodeaban, el sofá era de terciopelo, suave y delicado y se complementaba con los sillones del mismo estilo; entre los sillones, en esa brecha que los separaba, se hallaba una mesa lateral negra, de madera, labrada y con detalles en dorado, sin duda, no habían reparado en gastos. La segunda habitación era la cocina, las ventanas que los conectaban estaban abiertas, así que se podía observar lo que contenía; altas y blancas alacenas llenaban la cocina, eran unos dos, ahí guardaban la vajilla y la comida, en los reposteros.

La mayor sorpresa me la llevé a la hora de dormir, cuando entré a esta tercera habitación, la cual no se podía ver desde el sofá; esta contaba con 6 camas, todas grandes, tamaño King size, bien ordenadas y acomodadas, separadas por dos metros cada una diría y al final de la entrada se hallaba el baño; pocos tenían baño en sus hogares y ellos lo tenían en un búnker, no me lo esperaba con sinceridad, así que fue más cómico cuando Joseph se disculpó por tener que convivir todos en un espacio común. Ese chico era tan dulce hacía cualquier lugar cálido, aunque no había queja por el lugar, era más de lo que esperabas de un refugio. Cuando ya se hizo tarde y el cansancio me ganó, me lavé el rostro, tomé fuerza viéndome al espejo y salí a despedirme de esas personas, intentaría estar bien y dormir un poco siquiera, para eso estaba ahí. Abrí la puerta del baño y me dirigí a la cama que Joseph mencionó que era mía, yo me limitaba a hablar con él; me eché en ella, cubrí mi cuerpo con el edredón y él me acomodó la almohada, me terminó de arropar, susurró en mi oído que todo estaría bien y me besó en la frente. Suspiré y dije buenas noches a todos, sus padres refunfuñaron, Eleanor no respondió, Margareth respondió entre dientes y Ethan, que estaba al lado mío, respondió con una sonrisa y una mirada, la paz había vuelto a mí. Dormí tranquila, porque noté que había intentado hablarme al llegar, pero el rostro de su padre no le había dado el aliento suficiente para acercarse, no era su culpa y eso me confirmaba que no todos me odiaban. 

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2021 ⏰

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Emily W.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora