prólogo

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Su cumpleaños número treinta y ocho, aquí es donde comienza toda la locura.

Después de haber pasado por un largo y difícil divorcio con su —ahora— ex marido Harry Potter, Draco Malfoy se siente extrañamente mal. Tal vez sea el hecho de que sigue amando a Harry con todo su corazón y alma, pero es algo más que eso.

No se siente ni un poco satisfecho con su vida, siente que no tiene destino ni dirección.

Pensaba que, después de su divorcio con Harry debido a varios problemas, Draco encontraría algo de fuerza y valentía y eso lo haría sentir mejor. El matrimonio con Harry no estaba funcionando en absoluto; Harry es una persona muy adicta a su trabajo, Draco prefiere antes un hogar que el trabajo. Son personas bastante diferentes.

Donde Draco prefiere el hogar y la comodidad, Harry siempre ha preferido trabajar mucho en sus proyectos y más tarde volver junto a su esposo.

Draco gruñe al recordarlo y rueda por la cama. Está en pijama, con un cárdigan color crema y su cabello está totalmente despeinado y descuidado. Si Blaise lo viera ahora mismo lo agarraría de los pelos y lo metería en un armario para que se cambiase, Draco da gracias a que su amigo esté demasiado ocupado con su embarazo ahora mismo.

Eso le recuerda, por cierto, que es un horrible amigo. Debe de llamar a Blaise, hace tres horas que no habla con él. Tuvieron que terminar de hablar porque Ron había vuelto de la tienda —a la cuál fue enviado por Blaise— de comprar los antojos y deseos de Blaise. Porque, según Ron, los deseos de Blaise son su comando.

Además de que, bueno, está cargando a su hijo. Draco se ríe un poco al recordar lo muy gobernado que se ha vuelto Ron.

Ron siempre ha sido una persona despreocupada y un alma libre, pero desde que Blaise entró a su vida se ha vuelto la persona más atenta y cariñosa que Draco ha visto en mucho.

Draco mira por la ventana, está nevando. Es Diciembre, concretamente el día de su cumpleaños. Su madre ya lo ha llamado, sus hermanas, su padre, algunos amigos —Blaise por supuesto que ha sido el primero— y muchas personas más.

Su primer cumpleaños sin Harry desde hace mucho, aunque se recuerda que de todas maneras no tiene importancia. Mientras camina hacia la cocina a tomar algo que compró la última vez que fue al súper, fecha que no recuerda, hace una nota mental de que tiene que comprar más vino.

Sus zapatillas resuenan por el apartamento, porque está completamente vacío. Desde el divorcio de Harry y el embarazo de Blaise, Draco se siente muy solo últimamente.

Se sienta en el sofá, con una pequeña magdalena entre sus manos. Ha colocado una pequeña velita y la ha encendido con el encendedor de Ron, el cuál por cierto ya no usa desde que él y Blaise habían decidido empezar a hablar de bebés.

Al menos ha tenido suerte de tener una magdalena, lo próximo habría sido pan con una velita encima.

Así que está solo en Navidad, en plena ventisca, sin nadie, con una magdalena y una patética vela. Una fiesta de cumpleaños tan patética como él.

"Cumpleaños feliz, cumpleaños a mí." Tararea Draco, con cansancio y un poco de risa amarga. "Me deseo a mí, un cumpleaños feliz."

Sopla suavemente y la pequeña llamarada se apaga. Draco se queda un tiempo mirando la pequeña magdalena, la desenvuelve, quita la vela y le da un buen bocado. Se ha manchado parte de la comisura de sus labios por el glaseado rosa, así que sigue masticando y se lame los labios con la lengua.

Si su madre lo viera ahora, se horrorizaría.

Su teléfono comienza a sonar. Draco lo agarra, mira el contacto y no duda en aceptar la llamada.

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⏰ Última actualización: Feb 02, 2022 ⏰

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