El sol brillaba esa mañana de una forma maravillosa, todo pintaba como un día hermoso en nuestra ciudad, un lugar calmado y tan fresco que uno se daba la oportunidad de dormir con la puerta entreabierta.
Era martes 20 de Noviembre aún no lo olvido, ese día mi vida daría un vuelto de 180°, pero no me adelantare, les contare lo que paso. Como todos los días mi despertador comenzó a sonar muy puntalmente a las 5:30 A.M. despertándome como si yo fuera el más sucio de los bastardos; Acto seguido me levante y emprendí la marcha al baño donde tome una ducha rápida, luego observe mi rostro demacrado en el espejo mientras tomaba una decisión radical, no me afeitaría ese día.
Después de mi rutina venía lo mejor, salir de mi casa he ir a recoger a mi prometida; su nombre era Susana y en un mes cumpliríamos 2 años de noviazgo llenando mi vida de luz, tal vez la única luz que tenía mi asquerosa vida pero no importaba ella era lo más importante que tenía hasta el momento así que ya me imaginaba viviendo una vida de casado.
Abrí la puerta del auto aquel que había comprado con tanto esfuerzo y me sumergí en el para recorrer media ciudad con la única esperanza de encontrarme con sus ojos de un azul brillantes al verme, sus labios suaves y carnosos que tenías un sabor inconfundible, ¡oh como olvidar su tez morena que me hacía sentir en el paraíso! solo por esa chica fui capaz de cambiar mis noches llenas de drogas, alcohol y sexo desenfrenado por libros, ilusión y un amor de exiliado.
Eran las 7:00 A.M. cuando estacione a las afuera de la casa de Susana, abrí la puerta de mi auto y salí para timbrar llevándome una sorpresa escalofriante, cuando pude observar como la puerta de su casa estaba rota y manchada de una sustancia roja con olor putrefacto pero que por mi leve conocimiento no era sangre humana.
Alarmado por la escena saque mi celular y marque el número de la policía:
- Aló, en ¿qué le podemos ayudar?
Con un leve temblor en las manos respondí:
- Estoy en la calle Macarthur, casa número 107 y necesito ayuda, alguien ha entrado en el hogar de mi novia dejando la puerta destrozada, con una sustancia que no reconozco que pueda ser.
Esperando una respuesta efectiva de la policía escuche la pregunta más estúpida que alguien me pudo hacer en ese momento:
- ¿Está seguro de que no está alucinando?, recuerde que está en una ciudad muy tranquila así que tal vez solo es obra de su imaginación.
- ¿Qué? Oh carajo, le pido el favor que me respete, para su información mi nombre es Christoffer Lombardi, así que le exijo que cumpla su trabajo señorita, mandando una patrulla aquí.
- Perdón señor no era mi intención ofenderlo y no tenía idea de que era usted el fiscal que llevo el caso de los huérfanos Thompson, en unos minutos llegara la patrulla así que guarde la calma y espere fuera de la residencia por su seguridad.
Con esas palabras ella termino la llamada.
Mientras esperaba no pude evitar pensar en ese caso de los huérfanos Thompson. Ya había pasado casi un año desde la sentencia de pena de muerte para Gregorio Bernocheli por violar y degollar a unos niños de tan solo 6 y 9 años, era un caso que había salido en todos los periódicos por su impacto social así que era razonable que mi nombre se diera a conocer por ser el único imbécil que acepto ser el fiscal del caso. Mientras estaba sucumbido en mis pensamientos, paso un auto a toda velocidad que me hizo despertar de mi trance, dándome cuenta que ya habían pasado diez minutos y aún no llegaba la policía.
Al ver que no llegaban, decidí acercarme a mi auto, abrir mi baúl y sacar el revolver que guardaba ahí por seguridad. Con mucho temor quite los restos de puerta que aún colgaban y procure no ensuciarme de la asquerosidad que tenía a tan solo unos centímetros de mi rostro.
ESTÁS LEYENDO
Los rastros de la muerte
Mystery / ThrillerJugar con la muerte no parece nada tentador pero ¿cuando ya no hay opciones? ¿Qué harías si un día descubres que el mundo perfecto que al parecer has construido, se derrumba? ¿Si la mujer que amas desaparece? Solo queda emprender el último camino de...