CAPÍTULO TRES.

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Los días pasaban, Aida iba a la escuela, en situaciones y ocasiones dejaba salir a Eryx, también obtenía unas notas excelentes, luego de la escuela iba a trabajar, para luego llegar a su casa.

Era todo igual, todos los días.

Un martes, en la escuela, dos chicas no la dejaron entrar a su aula.

-Permiso... - dijo en un tono tímido.

-¿Cómo estás tan tranquila luego de que tu novio murió, eh? - preguntó de mala manera una chica alta mientras movía su cabello rubio teñido presumiendo su largo.

-Si, muy tranquila has estado - y arqueó la ceja aquella chica de cabello rojizo.

-Yo... - y bajó la mirada con miedo.

-Eres una rarita - y la pelirroja la empujó haciéndola caer.

-Déjame salir Aida - dijo Eryx en su cabeza. Aquella chica asustada asintió mientras cerraba los ojos y su cuerpo temblaba levemente. Se levantó y las miró ambas, con una mirada fría, penetrante y oscura.

-Anna... - dijo la pelirroja algo asustada por aquella mirada, una mirada que había cambiado rotundamente. Una mirada con miedo y clara, se volvió oscura, llena de maldad, odio, enojo, furia.

-¿Te doy miedo? - y sonrió mientras miraba a aquella chica.

-Anna... vámonos... está loca... - susurró en el oído de la rubia.

-Eso me dolió... - y la miró con tristeza. - Tendré que escribirlo en mí diario - y sonrió, una sonrisa pequeña pero algo torcida, una sonrisa que oscurecía su mirada aún más.

-Ja ja... que graciosa eres Aida... nos vemos - dijo Anna mientras se alejaba de ella y entraban al aula para irse al fondo de ella.

Eryx cerró sus ojos, Aida había vuelto. Decidió ir al baño y mirarse en el espejo.

-Eryx... quédate hoy... no quiero estar aquí.... - y se cubrió el rostro. - De acuerdo - dijo su reflejo.

Aida cerró los ojos, sus piernas temblaron al igual que sus manos. Abrió aquellos ojos azules y suspiró.
Salió del baño y se dirigía hacia su salón de clases pero una señora tocó su hombro.

-Hola... señorita... ¿Aida? - y acomodó su cabello canoso.

-Si - respondió.

-¿Me acompañas? - y sonrió levemente. Aquella chica asintió y la siguió hasta una pequeña aula que quedaba cerca de la biblioteca. La hizo sentar en una silla y le sonrió. - Bueno linda, dime... ¿Cómo has estado? -

-¿Por qué estamos aquí? - y se cruzó de brazos.

-Vaya... vas al punto... bueno soy la psicopedagoga de esta escuela, me llamo Hannah, un placer -

-Aún no respondes mí pregunta - y la miró fríamente.

-Entiendo... te traje aquí Aida, porque he visto que en los recreos sueles hablar sola -

-Hablo conmigo misma - afirmó

-Entiendo, todos lo hacemos a veces... - dijo anotando en un pequeño cuaderno. - He notado que sueles estar sola y no tienes amigos... ¿Cómo llevas eso? -

-Me importa un carajo tener amigos, todos te abandonan en algún punto de la vida. -
-Entiendo - y anotó. - Se que ha sido difícil estos años... Tu madre, Martha es buena amiga mía y tengo conocimiento que tu estudiaste en casa por las situaciones económicas. -

-Si - afirmó.

-Bien... ¿Eres su hija adoptiva, verdad? - y la miró.

-Si - respondió.

AidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora