31. GUERRA ANUNCIADA NO MATA SOLDADO

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DAVINA

—¡Es un asco! ¡Todo el maldito libro es un asco!

Mi grito se escucha hasta la caseta de entrada al fraccionamiento, pero no me importa. Arrojo el libro en la cabeza del estúpido de Juan— ¡Lo hiciste a propósito!

—¡¿Y qué querías?! ¡¿Una edición de lujo para esa porquería?!

—¡Al menos algo mejor! ¡Mira el papel! ¡La portada es horrible!

—¡Es justo lo que merece!

—¿Y yo? ¿Yo merezco esto? ¡Es mi nombre el que está aquí, pendejo!  ¡¿Cómo voy a promocionar esto?! ¡La prensa me va a destruír!

—¡Ay, Davina, no alucines! ¡No eres tan importante!

—¿Sabes qué? ¡Lárgate! ¡Lárgate ya!

—¡A mí no me trates así, estúpida golfa!

Se acerca a mí con malas intenciones, pero soy más rápida y tomo el cuchillo más grande para ponérselo en el cuello cuando se atreve a acercarse lo suficiente. Yo no soy su esposa para dejar que me suene.

—¡Dije que te largues o no respondo! —le hinqué la punta del cuchillo para cortarlo y que viera que estaba hablando muy en serio.

—¡¿En serio?!  —Se alejó y se limpió la sangre con la manga, atónito ante mi reacción —¡Hago todo por ti, Davina! ¡Todo lo que me pides!

—¡A mí no me vas a pegar, en tu perra vida se te ocurra pensarlo siquiera!

—¡No lo haría nunca!

—¿Cuántas veces le habrás dicho eso a tu esposa?

—¡Frida no me importa!

—¡Eso es obvio!

—¡Pero a ti te amo, Davina, a ti sí! —gimoteó.

Vaya, qué intenso. Hasta parece que estoy viendo al otro loco. Esto sí que eleva mi autoestima hasta el cielo.

—Podemos decir que fue un error, qué la próxima edición será mejor —sugirió más tranquilo.

—Ya no importa, Juan. Echaste todo a perder, vete.

—¡No, Davina, no me digas eso!

—¡Vete, me  quiero dormir! ¡Ah! Y si sé que le vuelves a poner una mano encima a Frida, te denunció ¡¿Me oyes?! ¡Te refundó en el bote hijo de la chingada!

Sé que todos tienen una pésima opinión sobre mí y no me importa mucho, pero si alguna influencia tengo sobre este animal, que al menos sirva para algo.

A mí no me hace feliz saber cómo trata a esa señora. Solo recordar la cara que puso Ele con la amenaza de que yo dijera algo, sí me sacó un buen de onda. No soy tan mala como piensa. Cínica y sinvergüenza como me dice sí, pero hasta ahí.

—¡¿Y a ti quechingados te importa Frida?!

—Sé cómo la tratas. Yo no voy a andar con un fulano que se porta así con una mujer. Una cosa es ponerle los cuernos, que ya es bastante malo, pero ya supe el verdadero motivo por el que Ele te puso aquella madriza, desgraciado.

—«Ele»... ¿Ahora es «Ele»? ¿Desde cuándo, Davina?

—¡Desde que mí se me dió la gana, Juan!¡Tú no me vas a mangonear!

—¡¡¡Si sé que te andas revolcando con ese estúpido imbécil loco, te voy a matar, a los dos los voy a matar, Davina!!! ¡¡¡No estoy jugando!!!

—¡Ay, pobrecito, pobrecito! A mí podrás hacerme lo que tú quieras, pero a él, a él...

ELE (Versión Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora