Capítulo 1

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Miró el despertador. 7am. Quería seguir un rato más en la cama soñando con el bosque, y su mamá sosteniéndole la mano, atravesando los caminos. No quería volver a la realidad, otra vez.

-Buen día mi niña, ¿Cómo amaneció la nieta más hermosa?

-Abu, ¿por qué tengo que ir tan temprano a buscar la tela?

-Deja las excusas para nosotros que estamos viejos. Vos sos joven y el día no debería alcanzarte para cumplir tus metas. Dale levántate que el abuelo te está esperando para llevarte.

Observó a su alrededor pensando en alguna excusa para no levantarse. Pero no encontraba la perfecta. Se sentó en la cama a esperar que se le pasara un poco el sueño que aun sentía. Había soñado toda la noche con su mamá. Cómo deseaba que ella la despertara como cuando era chiquita.

Sofía Sánchez, había fallecido producto de cáncer que en un par de semanas terminó con cualquier vestigio de vida. Para ese entonces, Amelia D'amico, su única hija, tenía 3 años. Gustavo, su novio, no soportó la muerte de su amada y entre otras tantas crisis familiares y económicas que lo aquejaban, decidió terminar con su vida chocando su auto contra un camión.

Amelia, o Amelí, como la llamaban todos, debido a que en el registro no habían aceptado ese nombre, era el resultado de dos tragedias. A su madre la seguía amando. Había cuidado de ella como si fuese el regalo más bonito que le otorgó su vida. Deseaba borrar las últimas imágenes que tenía de ella, postrada en una cama, totalmente demacrada. Pero no por eso perdía su sonrisa. Sofía le había enseñado que siempre tenía que sonreír a pesar de cuan malo era lo que le estaba ocurriendo.

De su padre, quiso borrar todo recuerdo. No soportó la idea de que se haya suicidado porque no tuvo la suficiente valentía para hacerse cargo de los problemas. Nada es tan terrible en la vida como para no poder lidiar con ello, pensaba. Asimismo, no podía negar que sus ojos eran de su padre. Aquellos que habían cautivado a su madre.

Así fue como Nora y Carlos, de repente tuvieron que volver a ser padres para criar a una niña, que desamparada, y aun habiendo pasado terribles tragedias, sabía cómo hacerles sacar una sonrisa. Amelí tenía una luz singular que la caracterizaba y que nunca dejaba que se apague por más dolor que sintiera.

Miró por la ventana, y se dio cuenta de que era un día maravilloso. "Perfecto para el rodaje" pensó.

-Acordate Ame, son 2 metros de color naranja, y el cierre que sea lo mismo por favor –dijo Nora mientras buscaba un par de hilos en un gran cajón.

-Abu, ¿no es más fácil que pidas que te traigan hasta tu retacería esa tela? –preguntó Amelí

-No, y vuelvan rápido que necesito que me ayuden a acomodar un par de cosas acá –expresó y desapareció por la puerta de la cocina.

Amelí disfrutaba salir a hacer mandados con su abuelo. No conocía hombre más valiente, que amara con tanta sinceridad y fuerza.

Carlos había decidido ponerse los pantalones y salir adelante por su nieta. Así que con sus ahorros le cumplió el sueño a su mujer de instalar una retacería en el pueblo. Luego buscó trabajo en una empresa de empaques, a la que poco a poco fue escalando y de la cual hoy era gerente. Aunque ya estaba en la edad de jubilarse, él no lo quería hacer porque sabía que el trabajo le daba vida.

Amaba a Amelí tanto como había amado a su hija. Aunque tenía los ojos del cobarde de su yerno, lo demás era la viva imagen de Sofía. No podía creer como había pasado tan rápido el tiempo y que ya el año que viene se tuviese que ir a estudiar a otra ciudad.

-M'ija quiero que entiendas algo, allá afuera hay una realidad de la cual nunca te escondimos con tu abuela. Siempre quisimos que seas fuerte e independiente, tal como lo era tu mamá. Pero por favor te lo pido, cuidate. Cuidate porque hoy no sabés con quién te podes topar en la calle.

Cerca de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora