Pesadilla

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Cada noche, en sus intentos por conciliar el sueño, Manjiro se sumergía en un mundo fantasioso donde podía descansar antes de que todo se volviera oscuro. Siempre era el mismo escenario: un elegante salón adornado con flores blancas, mesas redondas con manteles blancos y sillas blancas. Todo era tan blanco que te podía llegar a lastimar la vista. Había varios ventanales que iban desde el techo hasta el piso, pero afuera no había nada, solo un interminable vacío oscuro que lo hacia sentir ansioso. Manjiro siempre aparecía en medio del salón donde no había nadie más, solo él vestido con un traje blanco y camisa negra, demasiado elegante para su gusto. Pasados unos segundos, los pasos de unos tacones comenzaban a escucharse, él volteaba y se encontraba con una hermosa Emma bajando las escaleras, siempre llevaba puesto un hermoso vestido blanco de novia, su cabello suelto y flores azules adornándolo. Siempre sonreía mientras se acercaba a él.

—Te dije que no te pusieras el traje blanco, baka, solo la novia y en algunos casos el novio, puede vestir de blanco.

—Lo siento, Emma, el traje negro se ensució de dorayakis.

Ella le daba una palmada en el hombro pero nunca dejaba de sonreír.

—Lo dejaré pasar solo porqué hoy es el día más feliz de mi vida.

—También es el de Kenchin.

Desde algún lugar comenzaba a escucharse una pieza de vals, era cuando Mikey, el anterior Mikey de sonrisa hermosa y luz en la mirada, le extendía la mano a su hermana para bailar con ella.

Emma y Mikey giraban con elegancia en medio del gran salón; en sus sueños era un gran bailarín, algo que no le interesaba ser en la realidad; en sus sueños, él sostenía la mano de Emma con delicadeza y mientras giraban, las siluetas de los invitados comenzaban a notarse por el rabillo del ojo.

De pronto, la música cesaba y Draken se acercaba a ellos.

—Quisiera bailar con mi esposa, Mikey.

—Adelante, Kenchin.

Mikey siempre pasaba por alto que la cara de Draken se viera difuminada, borrosa como si fuera vista a través de un vidrio sumamente empañado, a él solo le importaba que su hermana por fin estuviera casada con su mejor amigo. Después se acercaba a la barra por algo de tomar.

—El vestido que le hiciste a Emma es muy hermoso, Mitsuya.

—Gracias, Chifuyu, quería que resaltara más la belleza de Emma.

—Que no lo escuche Draken o podría enfadarse, Taka-chan.

Mikey se acercaba a Mitsuya, Chifuyu y Hakkai, quienes tomaban bebidas frente a la barra, ellos también tenían el rostro difuminado como Draken; intentaba hablarles pero su voz no le salía y ellos parecían no verlo.

—Oi, Pa, escuché que le diste un precio especial a Draken por su nueva casa—. Decía Kazutora pasando cerca de Mikey y acompañado por Baji.

—Solo por ser nuestro amigo—. Respondía Peyan junto a Pachín.

—¿Y por qué no nos dieron un precio especial a nosotros?—. Preguntaba Baji. 

—Lo harán cuando alguno de ustedes tres se case, pero tu eres demasiado impulsivo y salvaje que las chicas no salen contigo, Kazutora no querrá abandonarte y Chifuyu viaja demasiado como para tener una relación romántica estable; además sigue sin tener suerte con las chicas.

—Bueno, tu tampoco tienes suerte, Smiley, todas las chicas que conocen quieren salir con Angry y no contigo.

—Kazutora, voy a golpearte—. Respondió Smiley sin perder su característica sonrisa.

Las caras de todos, a acepción de Baji, estaban difuminadas, Mikey nunca lograba verles el rostro y ellos no parecían verloa él.

El muchacho deambulaba por ahí como si fuera un solitario fantasma que nadie puede ver; todos parecían felices disfrutando de la tan anhelada boda de Emma con Draken que seguían bailando en medio del salón.

—Nuestra hermana se ha casado—. Decía Shinichiro al lado de Izana.

—Deberías estar feliz, Manjiro.

—Izana, estoy feliz—. Respondía Manjiro.

—¿Entonces por qué los has matado?—. Preguntaba Mikey al lado de sus hermanos mientras miraba a Manjiro.

El muchacho, al pie de las escaleras por las que había bajado Emma, sostenía un arma y apuntaba a Draken, este tenía manchado de sangre el traje blanco.

La respiración de Manjiro, ahora vestido de forma muy distinta, se volvía irregular cuando miraba al rededor, todos los invitados a los que no les había podido ver el rostro yacían tirados en el piso con chorros de sangre alrededor y la mirada fija en él mientras caminaba al centro del salón. 

Manjiro se ensuciaba de sangre las sandalias cada que daba un paso.

—Tus ultimas palabras, Kenchin—. Decía.

—Vuelve, Mikey.

Antes que Draken pudiera hacer más, Manjiro le disparaba haciendo que el cuerpo sin vida de Draken cayera al piso manchando el bello vestido de Emma.

—Todo ha terminado.

—No tiene porqué ser asi, Mikey-kun.

La voz de Takemichi lo hacia detenerse.

—Voy a matarte, Hanagaki Takemichi.

Para entonces, Emma y sus hermanos habían desaparecido junto a Baji, solo quedaban los cuerpos y la sangre.

—No, Mikey-kun, yo voy a salvarte.

De pronto, Mikey sentía que Takemichi lo abrazaba aunque no podía verlo. Era tan cálido y tan reconfortante que Manjiro dejo caer su arma sin saber que hacer.

—No tienes que seguir haciendo esto, vuelve con nosotros, tu reino aguarda por ti, Mikey-kun, tu corona sigue junto a tu trono, debes volver a gobernar Japón de la manera correcta, solo vuelve.

Pero Mikey no podía responder, Takemichi lo abrazaba aun sin verlo y era tan reconfortante que las lagrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.

Todo lo que era ahora, todo lo que había sido, no era él; no quería ser eso que era ahora. Manjiro lloraba, se mostraba débil y se sentía un monstruo, pero Takemichi, aun sin que él, Manjiro, pudiera verlo, parecía ser capaz de sostenerlo.

Después de eso, Manjiro despertaba empapado en sudor y con la sensación de estar cubierto de sangre que tenia que ir a ducharse.

Mientras se duchaba, los fantasmas volvían a aparecer en los rincones mirándolo acusadoramente. La sangre de sus manos nunca parecía irse por completo, al igual que el vacío en su interior.

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