Capítulo 3. Vacaciones interrumpidas

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Aurora leyó el letrero de la taberna ante la que se detuvieron: "Ocean's Inn".

—¿Qué es este sitio?

—Olvida las preguntas.

Volvió a tomarla del brazo y la introdujo en el interior del local con suavidad. Aurora se dejó transportar mientras examinaba su alrededor y se impregnaba de cada detalle del pub. Sin esperarlo, se encontró rodeada por una marabunta de sonidos: música procedente de la radio, grupos riendo y hablando a gritos, la barra atestada de serviciales vecinos reunidos tras una larga jornada, veraneantes con alguna que otra copa de más...

—Aquí.

Ellery tomó asiento en una de las mesas junto a la pared. No había sillas, sino estrechos bancos de madera a escasos centímetros de la mesa. Aurora se acomodó en el banco contrario y continuó observando el entorno. Recorrió las paredes de la taberna, colmadas de cuadros y pinturas que representaba al pequeño pueblecito, hasta retornar a la mesa donde se habían sentado. Se fijó entonces en el marco que colgaba sobre ellos. Miró a Ellery con sorpresa y este se encogió de hombros, sonriente.

—Allá donde vas alguien tiene que acordarse de ti, ¿no? —Señaló el cuadro en honor al escritor.

—Te prometo que es algo incidental —se justificó Ellery entre risas.

—El ambiente está muy animado.

—¿Nunca has estado aquí?

—Solía rondar el "Bar Harbor Inn". Es algo más... recatado. Además, allí asistía a reuniones de cultura literaria con mi padre. Me parece extraño que tú no formes parte de sus miembros —puntualizó.

—En realidad —apoyó el mentón sobre la palma de la mano y sonrió—, he estado varias veces. Pero el corazón de Bar Harbor está justo aquí. ¿Henry nunca te habló del Ocean's Inn? Él es un asiduo del bar.

—¿A su dulce y encantadora hija? Ni loco la traería aquí —negó mordaz.

—¿Qué les pongo? —los interrumpió el camarero. Al reconocer a Ellery, sonrió con efusividad y le dio un apretón de manos—. Lo de siempre, entonces. Para su compañera lo mismo, ¿no?

—Claro, claro.

—¿Cómo es posible que te conozcan a ti tan bien, que tus visitas pueden contarse con los dedos de la mano, y, sin embargo, a mí ni me reconozcan?

—Fácil. Yo me muevo entre las gentes de Bar Harbor y tú, muy a mi pesar, te has estado codeando con intelectuales de altas esferas. No digo que no debas —se excusó ante el ardoroso esmeralda—, yo también lo he hecho. Pero también hay personas encantadoras en los niveles más ordinarios.

Aurora se distrajo en el vaso de wiskhy que acababan de servirles rozando el borde con los dedos. Al poco, un murmullo incipiente captó su atención.

—¿Qué ocurre? —intentó divisar la fuente del alboroto.

—Lo mejor de Bar Harbor. Tú solo acomódate y atiende —le aconsejó el escritor, que colocó el brazo en el borde del banco, posando la cabeza sobre este, y dirigió los ojos al centro de la barra del bar.

De entre el gentío emergió Jacob seguido de una serie de vítores procedentes de las mesas más cercanas. Se sentó en una banqueta en mitad de la barra y pidió una cerveza.

—¡Venga! No nos hagas esperar —exclamó una voz en una de las mesas.

—¡Cuéntanos otra de tus historias! —se escuchó decir por ahí.

El pescador dio un largo trago a su cerveza y giró la silla, quedando frente a su público.

—Mmmm... ¿Queréis que os cuente algo? —preguntó al auditorio dándose aires de misterio.

[4] Ellery Queen: Copias Casi PerfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora