🪶CAPÍTULO 28: La flor del rey🪶

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—La rosa está en nuestras manos —anuncio Olegario, con una reverencia al ser enfrente de él. Quien reposaba en un gran trono de piedra—. Esta noche se llevará a cabo la extracción de sus poderes, para entregársela, como acordamos.

Samael asintió.

La razón por la cual había hecho un trato con Olegario, no era le agradara porque su deseo de poder era muy fuerte, y Calix podía brindar ese poder que tanto anhelaba, sino que la única manera de poder obtener el alma de luzbel que habita dentro de ella, era volviéndola un ser humano normal, el cual es incapaz de soportar las almas celestiales, por lo que el alma de luzbel la mataría de inmediato ante su poder, uno que era incapaz de soportar un humano, incluso un ser mágico, si Calix tanto como Azul la resguardaron bien, era porque el poder que portaban evitaba que el alma celestial las consumiera.

Su padre había sido muy inteligente al ocultar el alma de luzbel en alguien con Azul, hija de su comandante más fuerte, quien evitaría que alguien la tocara si llegaba a descubrir que portaba una puerta al cielo.

—Bien, solo recuerda teletransportarla aquí de inmediato, luego de inyectarle el suero al extraer sus poderes —expuso.

Calix solo podía resistir una hora con vida con ese suero, que portaba una gran fórmula de varias plantas tomadas del jardín del reino de las hadas. Las cuales eran utilizadas para las letales, y les brindaba muchos veneficios, como sanación de heridas graves, pero en especial, contenía media docena de la flor del rey, aquella utilizada por la realeza para mantenerlos jóvenes y fuertes, una sola flor podía alentar el envejecimiento de un rey durante un siglo, pero en el caso de Calix, solo podía brindarle diez minutos cada flor. Hubiera sido bueno obtener más, pero la flor tardaba años en florecer, de ahí que solo le fuera brindada una flor a cada rey de los reinos del mundo mágico.

—SI señor, la teletransportara aquí lo más rápido que pueda —dijo, para seguido inclinarse de nuevo y retirarse.

Mientras Olegario avanzaba por los pasillos, una sonrisa curva sus labios.

Quizá Samael era un grigori, considerados ángeles letales, pero vivir bajo las sombras durante años lo había vuelto ingenuo, porque desconocía que nunca debes hacer un contrato con un tenebris sin crear una hechizo Venator o tan siquiera un lazo de sangre, que evite que te traicionen.

Se preguntó cómo reaccionaría Samael si se enterara de que nunca paso por su cabeza entregarle a Calix, y que durante todo este tiempo estuvo experimentando con ella para evitar que se volviera una simple humana, porque Calix era algo demasiado bello para desperdiciarlo. Y aunque no portaría el mismo poder que antes, sería una tenebris muy especial, ante su mutante ADN.

Su mirada cruzó con dos hombres, los cuales identifico inmediatamente, pero quienes lo ignoraron y pasaron por su lado. Se detuvo y giro a verlos.

Cuando obtuviera los poderes de Calix, y reinara con ella a su lado, cada uno de esos estúpidos y engreídos grigroris estarán arrodillados ante él.

🪶🪶🪶

Tan pronto Samael sintió la presencia de sus hermanos, se puso de pie de su trono y sirvió una copa de champán.

—Al parecer alguien fue de chismoso, como siempre —se giró, haciéndole frente a sus hermanos—. Que tal un brindes por la reunión —elevo la copa, dedicándoles una sonrisa.

Ninguno de ellos dijo nada, solo le miraron.

—¿No?, bien, de todas maneras lo beberé, lo necesito ante el drama familiar que está por suceder —murmuro, llevándose la copa a la boca y bebiendo todo de golpe—. Um, refrescaste, ahora sí, quien me gritara primero, el cobarde que huyo tan pronto murió su amada, o el cobarde que corrió a pedir perdón a padre después de su acción.

Mi Secreto: Entre Luz y Tinieblas. (Libro III) ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora