Un joven incidente había nacido, pero eso no lo hacía débil, el chico en sus primeros meses podría reconocer a sus padres por su olor, su oído perfecto le permitió escuchar todo en la casa y aprender de una manera rápida.
Con tres semanas podía saber si era de día o noche por si piel, si la luz la estaba tocando sabía que era de día, si no era de noche, y podía diferenciar bien la luz de una vela.
A sus seis meses gateaba por toda la casa tras haber memorizado todo, una casa muy pequeña para una familia con poco dinero, pero aún así un hogar para el pequeño que crecía.
Diez meses y ya podía hablar, más bien decir algunas palabras sueltas, "Mamá, papá, hambre, sueño", pero le permitió aprender muy rápido y mejorar a un paso agigantado.
Sorprendiendo a todos los vecinos, el joven caminaba, caminaba no solo por la casa, también por el pueblo, este empezaba a aprender a guiarse de maneras poco usuales, sus pasos eran extraños y muy notorios, pero muy eficaces.
Empezaba estirando el pie derecho hasta que no podía más, comprobando obstáculos, luego de eso lo acercaba un poco más hacia él para dar un fuerte pisotón que hacía un poco de ruido. Pero lo hacía rápido, caminaba a la velocidad de una persona normal, solo algo llamativo.
El chico poco a poco mostró signos de esquivar obstáculos sin tocarlos antes, sus pisotones fuertes hacían un ruido que para los oídos del joven rebotaban, como si le dijeran en secreto por donde ir para evitar obstáculos, su propio radar, pero también funcionaba con ruidos externos, desde descubrir quienes se acercaban según su forma de caminar hasta saludar gente por su nombre reconociéndola por razones que eran desde su olor hasta su tono de voz y textura de la piel si le permitían tocarle.
El joven mostraba talentos natos en la ubicación, si no fuera por sus ojos completamente blancos y su extraño caminar, nadie podría descubrir que en realidad no ve, así vivió sus primeros años de vida, así aprendió a vivir.
Cumplió los cinco años y era la hora de entrar en el nuevo negocio familiar, que estaba tomando un gran rumbo, casi todo el pueblo iba a los baños termales del nombre "Calidum Amorem", todos lo conocían por que a demás de servir para relajarse era el mejor lugar para asearse e ir al baño del pueblo.
El chico empezó su primer día, limpiar los baños termales una vez todos se fueran, tarea fácil, tras aprender a hacerlo lo dominó rápidamente, pero era una gran ventaja su ceguera, podía entrar a los baños femeninos mientras estaban ocupados para así preguntar por necesidades, aunque era algo incómodo al inicio rápidamente todos se acostumbraron al chico ciego que atiende los baños públicos.
Era bastante útil para los padres, estos estaban seguros de que su hijo podría vivir en paz durante el resto de su vida, al ver que podía ser tan independiente quisieron intentar algo, le pidieron que contara el dinero, estos se sorprendieron al verlo aprender, las monedas tenían todas el mismo modelo y tamaño, sin diferencias más que el material, pero el chico podía diferenciarlas.
-Uno, dos, tres, cuatro monedas de cobre grandes, dos de plata pequeñas y una de plata grande, hoy nos fue bastante bien madre- Dijo el chico con una sonrisa mientras que su cabeza se guiaba a su madre, pero sus ojos no.
La madre claramente entendía que este no podía controlarlo, pero le encantaría que pudiera verse más normal, aún así esta no podía evitar abrazar a su pequeño con suaves lágrimas que caían de sus ojos con bastante alegría.
El chico tenía muchos talentos, pero habían cosas que le eran imposibles, no podía leer o escribir, pero aprendió braille por un mercader que pasaba cada tanto, este le regaló tarjetas con las letras y números, de donde aprendió por cuenta propia.
Escuchaba a todos tratar de explicarle cómo eran algunas cosas, como esas enormes luces naturales que servían para que la gente las viera en la oscuridad de la noche, luces que aveces volaban de manera veloz o se quedaban quietas por mucho tiempo, estrellas les decían.
O esa enorme pelota que alumbraba durante el día, el sol.
El chico sabía bien lo que era el sol, la luna, las estrellas, bueno, sabia la teoría, pero no como eran en persona, algo que no podía tocar, no podía oler, no podía escuchar, solo podía sentir sus luces sobre la piel.
Ese sentimiento de perderse algo que todos disfrutaban le corroían como el ácido, pero causaba un dolor distinto, su madre lo notaba y le rompía por dentro, pero no lo mostraba, ella solo se sentaba a su lado en la noche explicando la posición de las estrellas a su hijo ciego, mientras su padre les miraba desde la puerta en silencio.
Seis años cumplidos, por culpa de la mortalidad infantil no se les ponía nombre a los hijos hasta esa edad, y era hora de darle nombre.
-Lyon EyeHawk- Dijo su padre en su sexto cumpleaños acariciando la cabellera albina del chico.
El chico meneaba la cabeza confundido preguntando la razón y el hombre sonrió.
-Lyon, Dios de la guía, si tienes su nombre tendrás su ayuda, y con su guía conseguirás llegar a donde quieras ir- Dijo mientras miraba a su hijo para luego mirarle con orgullo.
Orgullo no por que era ciego, si no por que a pesar de todo, no le tenía que envidiar nada a nadie, a diferencia de otros niños, Lyon podía cocinar, trabajar, limpiar, hacer mandados, todo lo que alguien normal podía.
Lyon era especial, al menos a los ojos de sus padres era lo mejor de todo. Y seguiría así sin importar que.
El chico había aprendido todo lo que necesitaría para la vida, pero no para lo que iba a vivir. Llegó un invierno maldito, donde todo empezaba a desmoronarse para esa pequeña familia de tres tan llena de dificultades.
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El Ojo Ciego Del Halcón [En Pausa]
FantasíaEn una tierra muy diferente a la que se conoce, los humanos viven en la lucha contra un reino oculto, el reino demonio, que durante ciclos puso a la humanidad contra las cuerdas, dejándoles sin opciones para la lucha, los humanos idearon algo. Sacri...