¿No estás enfadado?

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2013

Los días pasaban lentos para Louis, monótonos e iguales, siempre con la misma energía y los mismos acontecimientos. Sus mañanas se resumían a visitas al nutricionista, conversaciones con su psicóloga y sesiones de fotos para portadas de revistas y periódicos. Los entrenamientos y las sesiones en el gimnasio obligatorias ocupaban sus tardes hasta que el cielo se oscurecía por completo, volvía a casa exhausto, deseando tirarse en la cama y dormir durante horas, completamente superado por todas las obligaciones y deberes que Simon y el resto de encargados de su imagen pública le encomendaban.

Niall y Liam siempre se encontraban a su lado, sonrientes, suponiendo un soplo de brisa fresca para su estado de ánimo. Ambos sufrían la misma situación que Louis, pero sabían disimularla con éxito entre bromas y risas que se dedicaban y que contagiaban al castaño. De vez en cuando Simon les reprendía por su mal comportamiento, denunciando el hecho de lo poco maduros que se veían y el daño que eso podía causar a su imagen pública. La respuesta de Niall y Liam siempre era la misma: "mientras nadie nos vea qué importa".

Con todo aquello pasó la Navidad, y con ella el cumpleaños de Louis. Una gran fiesta se celebró en su honor, llena de adornos exagerados y fotógrafos por doquier, encargados de captar hasta el mínimo detalle del lugar que habían reservado para la celebración. El salón en el que se encontraban todos los invitados era de paredes blancas con adornos dorados, resaltando la luz que se reflejaba de las grandes lámparas colgadas del techo. Leves colores pastel pintaban los dibujos de las cúpulas de la estancia, casi parecía un palacio de siglos anteriores, y aquello no hacía más que ahogar a Louis.

Todos los invitados eran conocidos, famosos que posaban ante las cámaras antes de entrar por la gran puerta de caoba del edificio. Las redes sociales mostraban títulos anunciando los nombres de cada uno de ellos, y su fiesta de cumpleaños no tardó en ser tendencia dentro de Twitter. La mente de Louis era un caos, examinaba todos los rostros de la sala, saludando a los que reconocía y sonriendo a aquellos de los cuales no sabía ni el nombre.

Era abrumador no conocer a los invitados de la fiesta de su cumpleaños, pero llevaba siendo de aquella forma desde que entró en el equipo y Simon se hizo responsable de su imagen. Acostumbrado a pasar inadvertido en su propia fiesta, Louis caminaba lento por el salón con una copa de champán en su mano, observando los pequeños grupos sociales que se formaban y buscando uno en el que unirse sin sentirse fuera de lugar. Lo encontró junto a una pequeña mesa provista de variados platos de entremeses, colocados con precisión y una estética perfecta.

- Buenas noches - comentó llamando la atención de aquellos que comprendían el grupo - ¿Están disfrutando de la noche?

Unos ojos conocidos lo miraron alegres, casi divertidos al ver la actitud seria y elegante que Louis había adoptado al saludar. Louis reprendió al chico con la mirada, alegando que no comentara nada y se dedicara a guardar silencio.

Oli seguía formando parte del círculo cercano de Louis, quizás por la insistencia de Simon en ello, buen amigo de sus padres, aunque el castaño no podía negar que sentía un gran cariño hacia él. Su relación se había visto distanciada durante su estancia en la universidad. Antes de ella, Oli y Louis eran casi inseparables, dos gotas de agua que caminaban, hablaban y pensaban exactamente de la misma forma.

Con el tiempo descubrieron que no era así, que ambas personalidades distaban mucho de ser idénticas, incluso parecidas, y Louis no podía evitar sentir cierto alivio en ello. A pesar de apreciar a Oli, su forma de ser se alejaba mucho de lo que Louis aceptaba o toleraba.

- Louis, cuanto tiempo - contestó Oli dibujando una sonrisa fingida en su rostro - La noche va de maravilla, la comida es deliciosa y la música agradable.

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