Chloe
El dolor quemaba en mi garganta, a borbotones, concentrado, y aún así tragué el nudo que se había acabado de formar en ella.
Era una absoluta y total masoquista, no cabía duda.
Ella le agarró la corbata de la camisa, desesperada con una visible fuerza, y el chico de cabello negro semirrizado lo único que hizo fue continuar succionándola, lentamente. Hasta el alma.
El maldito capullo se estaba dando el lote frente a todos los demás, sin vergüenza alguna, y, por si fuera poco, sus ojos no dejaron los míos en ningún momento, provocando un incendio de rabia y cólera en mi burbujeante estómago.
No me di cuenta de que mis puños yacían apretados a mis costados hasta que no percibí la marca de mis uñas en mis palmas, rojas.
Se separaron para inhalar oxígeno; me mordí el interior de la mejilla, muy consciente de ello.
─ Wow, me he quedado sin palabras.─ articuló la rubia, tintada de un azul électrico, situada a unos veinte centímetros de mí.
Su piel blanquecina, moteada con pecas, contrastaba de un modo deslumbrante con la de su pareja, que le había tomado de la mano hacía unos seis minutos.
─ Yo también, la última vez que lo vi era...distinto.
Sí Lots, "distinto" se quedaba corto, en mi opinión.
Cuando pasábamos ─casi todas─ las tardes juntos, nunca se mostraba tranquilo, pacífico, y mucho menos con una apariencia tan relajada como la de ahora, regalando sonrisas fáciles a sus admiradoras, pero acariciando el brazo de Marie. Nunca, al contrario; lo más usual en él era su constante movimiento, que me ponía de los nervios y parecía adorable al mismo tiempo.
Por eso, contemplarlo en una postura tan calmada, en control de sus emociones y gestos, chocó totalmente con la concepción que había creado de Adam Ryder.
─ Ha cambiado mucho, la verdad.─ Asintió Charlotte, impresionada.
─ Todos hemos cambiado.
Mi voz salió con un ligero temblor, los ojos grises de mi némesis clavándome en el suelo de manera inexorable, inevitablemente recorriéndome desde los pies a la cabeza. Yo me negué a apartarle la mirada, retándole.
Ven y destrúyeme si puedes, acaba conmigo.
O con los restos de mí.
Sacado del hechizo por un achuchón de una chica aleatoria, volvió a prestarle atención a su gemela preferida y a su magnífico público.
Moví mi vista hacia otro lado, cualquiera en el que no se divisara su cuerpo fornido y musculado, vestido con el uniforme más caro de la academia. Se veía tan perfecto que dolía.
Porque él, seguía sin valer la pena, y yo...seguía esperando que lo hiciera.
◊◊◊
Adam
Después del "numerito", o como me gusta llamarle yo: La farsa del siglo, me dirigí al baño masculino, ansioso de abrir el grifo y lavarme la puñetera boca, que apestaba a pescado podrido y cáscara de naranja.
Agh, qué mal besa Marie, Jesús.
De forma compulsiva froté mis manos con jabón y las pasé por mi lengua, que aún permanecía impregnada de su horrendo sabor a flores exóticas y mucha colonia Chanel nº5.
─ Lo estás haciendo mal.
Cerré el chorro de agua de inmediato.
─ Así no se lavan los dientes, déjame ayudarte.─ Colocó mis brazos en una posición un tanto extraña y de arriba a abajo restregó mis dedos por cada una de mis encías.
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Dulce odio
Roman d'amourChloe ¿Por qué tuvo que regresar? Y, lo más importante, ¿por qué parece odiarme cada vez que nos cruzamos en los pasillos de la academia? Adam Me olvidó. Me traicionó. Por lo tanto, no voy a desaprovechar la preciosa oportunidad de vengarme mientra...