Sueño Eterno

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Desperté sumergido en la total oscuridad. Me hallaba tumbado, desorientado, sin saber quién era. No veía ni oía nada en absoluto, y mi cuerpo parecía estar aletargado tras, quién sabe, largo tiempo sin actividad. Todavía no me había preguntado dónde estaba cuando la vi.

Delante de mí, a unos metros de distancia, una pequeña pero intensa luz azulada se acercaba hacia mí. Tenía forma esférica y serpenteaba en el aire mientras atenuaba o intensificaba su luz a placer. Detrás de ésta, y algo más alejadas, la seguían algunas más, idénticas a la primera. Una vez llegaron a mi ubicación se detuvieron.

Las luces empezaron a emitir fulgores de distintos colores e intensidades, mientras zigzagueaban en pequeños círculos. De algún modo, daba la sensación que se comunicaban entre ellas. 

Pasados unos segundos, se detuvieron, y todo cuanto me rodeaba empezó a emitir un siniestro brillo de color turquesa. Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz me percaté que me encontraba en un claro, tan extenso que la vista no hallaba el final. De no ser por el césped que acariciaba mis pies hubiera asegurado encontrarme en el espacio, en el vacío más absoluto.

Intenté incorporarme pero mi cuerpo todavía no respondía, por lo que permanecí tumbado, expectante ante aquel siniestro y a la vez bello paisaje. Las luces, que habían vuelto a emitir destellos, se desplazaron hasta rodear mi cuerpo mientras otra de ellas, la primera que vislumbré, comenzaba a alejarse. De pronto mi cuerpo empezó a elevarse mientras las luces bailaban a mi alrededor, y cuando quise darme cuenta, ya estábamos siguiendo a esa luz guía, por así llamarla.

Junto a ellas, emprendí un viaje a lo desconocido, volando por los aires mientras observaba, perplejo, todo cuanto me rodeaba. De lejos todo parecía inerte, sin vida, pero a nuestro paso, todo parecía cobrar vida y color. Surgían luces por doquier y a mis oídos llegaban susurros imposibles de entender.

Después de horas de viaje, llegamos a un extenso abismo, dueño de un enorme y gigantesco remolino púrpura, que aterrorizaba solo con mirar hacia su interior. Un maltrecho y débil puente era lo único que separaba la tierra del abismo. Mientras rezaba por no tener que cruzarlo las luces me acompañaron a través de éste hasta llegar al otro lado. Avanzamos unos metros más hasta llegar a nuestro destino.

Una vez me depositaron en tierra firme, las luces dejaron de orbitar a mi alrededor y lentamente fueron tomando el camino de vuelta. Al parecer ya habían cumplido su cometido y ahora era deber mío continuar.

Ante mí había dos senderos, ambos con grandes portones de barrotes de acero que se alzaban hasta donde la vista no alcanza. A través de estos se podía ver parte del camino a escoger.

En el sendero a mi izquierda, se divisaba un pequeño camino hacia la ladera de una montaña nevada. Todo el camino se encontraba cubierto por la nieve, y a los lados del mismo, unos cristales de color azulado iluminaban el sendero a través de la fría noche. Ese camino, al contrario de lo que pudiera parecer, emitía una extraña calidez.

Por otro lado, el sendero derecho parecía conducir a las ruinas de una ciudad a través de un maltrecho sendero. A lo lejos se divisaban grandes construcciones, dañadas por el paso del tiempo. Además, el aire que salía de aquel lugar se notaba viciado, caliente y muy denso.

Mientras me preguntaba qué camino escoger una figura apareció detrás del portón cálido. Era una mujer, desnuda, de largo pelo color negro azabache, el cual ocultaba sus senos. Sus ojos, de un color rojizo, se clavaron en mí.

- ¿Chris, qué haces aquí? - me preguntó.

Ese nombre me era familiar pero mi mente todavía estaba aletargada. Quién era esa mujer o si ese era mi nombre eran preguntas que se añadieron a la lista. Antes de pronunciar palabra la mujer se dirigió de nuevo hacia mí.

- Pensaba que ya habrías cruzado ¿Por qué estás aqui? - insistió.
- ¿Quién eres? - pregunté.
- Soy yo, Alice ¿no me recuerdas? - contestó de inmediato.

Al oír su nombre, un escalofrío recorrió todo mi ser, y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos sin motivo aparente. Uno tras otro, multitud de recuerdos empezaron a bailar por mi mente hasta hacer aflorar el recuerdo de esa mujer, mi mujer.

- Alice... Claro que te recuerdo ¿de verdad eres tú? Estoy muy confuso.
- Es comprensible, me ocurrió lo mismo al llegar aquí - confesó.
- ¿Dónde estamos Alice? ¿Qué es este lugar?
 - Estamos al otro lado, Chris - contestó a la par que bajaba la mirada.
- ¿Al otro lado? ¿A qué te refieres?
- Hemos muerto Chris.

Como un jarro de agua fría, los recuerdos venían a mí a la velocidad de la luz mientras me preguntaba si todo aquello era una broma de mal gusto.

 - Un momento, Alice ¿Cómo que hemos muerto? ¿Qué ha ocurrido?
- ¿No recuerdas el accidente?

Al oír aquella palabra lo recordé todo. Mi mente se despejaba y daba camino a los sucesos más recientes. El tacto del volante, el traqueteo del coche, la luz cegadora, el choque, el sonido del metal al romperse, la oscuridad absoluta...

- Ahora lo recuerdo ¿Así que... no sobrevivimos?
- No es así del todo, yo... sobreviví, pero...
- ¿Qué haces aquí entonces?
- Joe murió en el accidente, y tú entraste en coma, los médicos te daban prácticamente por imposible, y yo no podía soportar más dolor...
- ¿Joe también? Oh dios...
- Si... - apenas contestó.
- Entonces tú... - pregunté sin obtener respuesta.

El mundo se hundió a mis pies. Mi mujer, mi hijo y yo habíamos muerto. No era capaz de asimilarlo, pero todo parecía tan real. Caí de rodillas al suelo, intentando pensar con claridad mientras las lágrimas inundaban mis ojos. De pronto, el portal izquierdo, se abrió.

- Tienes que partir Chris, parece que es tu hora.
- ¿Cómo que partir? ¿A dónde? Yo quiero estar contigo, y ¿dónde está Joe?
- Es tu camino Chris, no dudes. Encontrarás las respuestas. Rápido, no queda mucho más tiempo.
- Alice... No quiero dejarte... Todo fue mi culpa, yo insistí en coger el coche, por mi culpa vosotros...
- No te preocupes por eso ahora, date prisa, cruza ese camino y reúnete con Joe. Te quiero.
- Te quiero Alice, volveré a por ti. - respondí mientras cruzaba el portón.

Con la mente a mil revoluciones ante lo sucedido, emprendí el camino hacia la cumbre, pero de pronto, todo empezó a oscurecerse a mi alrededor. Aturdido y desconcertado, me dejé caer en la nieve mientras sólo podía llorar y rezar por reunirme con mi familia de nuevo.

De pronto, una luz muy intensa me bañó por completo y me hizo perder la consciencia. Cuando recobré el sentido, estaba flotando, recorriendo de nuevo el prado turquesa junto a las luces. Llegados al punto inicial, éstas comenzaron a girar a mi alrededor a toda velocidad hasta que todo se tornó de nuevo oscuro y el sueño se apoderó de mí.

Desperté tumbado, de nuevo, pero esta vez en la cama de un hospital. Al parecer había despertado del coma. ¿Había sido todo un sueño, o había sido real? Los médicos no salían de su asombro pero yo no estaba por la labor. 

¿Cómo estarlo?

Ahora piensan que estoy loco, por eso estoy encerrado, y quizás estén en lo cierto, pero debo hacerlo, por mí, por Joe, por Alice. No pienso abandonarlos. 

Pateó la silla, y todo se tornó oscuro de nuevo.

- ¿Chris, eres tú?

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