Capítulo 3. 🐺 ¿En quién confiar? 🐺

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El cielo se llenó de miles de estrellas, brindando a Fugaz y al cazador la oportunidad de disfrutar de la hermosa noche en esa parte del planeta

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El cielo se llenó de miles de estrellas, brindando a Fugaz y al cazador la oportunidad de disfrutar de la hermosa noche en esa parte del planeta. Las constelaciones adornaban el firmamento, invitando a todos a familiarizarse con ellas. Fugaz reconocía muchas de ellas, pero la que más le llamaba la atención era la Osa Mayor y la Osa Menor, ya que le recordaban que su madre siempre estaría allí, protegiéndola desde las estrellas..

Después de compartir la cena, Fugaz entregó a Cipriano su arco y flechas, los cuales habían estado ocultos detrás de un arbusto a plena vista todo ese tiempo.

—¿Cuál dijiste que era tu nombre? —preguntó el muchacho mientras revisaba su arma.

—Fugaz, un placer —respondió la pelinegra, sentándose en el pasto junto a él para darle un sorbo de agua de una pequeña cantimplora cubierta de madera.

—Yo Cipriano, un gusto.

—Bueno, Cipriano, aparte de buscar hombres bestia, ¿hacia dónde te diriges?

—No tengo un destino en particular... ¿Y tú, adónde te diriges?

—Estoy camino a Zantenia —dijo Fugaz emocionada, aunque sin comprender del todo la razón detrás de su propia emoción.

Cipriano la observó perplejo durante varios minutos, como si estuviera intentando procesar aquella información.

—¿Zantenia? —repitió, mientras acomodaba suavemente la flecha en el arco—. ¿Por qué mencionaste que mataron a tu padre? —preguntó de repente.

Fugaz, asustada y deseando escapar, lo miró nerviosa, pensando que él ya se había dado cuenta de que era una bruja, y lamentablemente, estaba en lo correcto.

—¿Has oído hablar de las criaturas mágicas? —cuestionó el cazador.

Fugaz negó con la cabeza, temblando y sudando de miedo, lo que aumentó las sospechas de Cipriano hacia ella. Él se enfadó y apuntó su arco hacia su cabeza.

¡Mientes! Eres una de esas criaturas, ¿verdad? —gritó, levantándose del suelo y preparando sus manos para soltar la flecha.

—¡Espera! ¿De dónde sacaste esa idea? —exclamó ella con voz temblorosa, colocando rápidamente sus manos en forma de equis para protegerse de la flecha que Cipriano le apuntaba.

—Por eso defendiste a esos lobos... Ahora todo tiene sentido.

—No es así.

—¡Dime! ¡Dime qué clase de criatura maligna eres!

Fugaz estaba aterrorizada. Era la primera vez que alguien le apuntaba con una flecha. Sabía lo que debía hacer, pero su cuerpo no dejaba de temblar, lo que la incapacitaba para huir de aquel lugar.

Un sonido proveniente de los arbustos desvió la atención de ambos. Cipriano tuvo la extraña sensación de que alguien los vigilaba, por lo que, sin dejar de apuntar su flecha hacia Fugaz, se dirigió hacia el lugar para inspeccionar. Sin embargo, no vio a nadie y regresó antes de que ella tuviera la oportunidad de escapar. Mientras tanto, Fugaz mantenía su mirada fija en los árboles, con la inquietante sensación de que algo podría saltar hacia ellos en cualquier momento.

De repente, la manada de lobos a la que había ayudado poco antes se abalanzó sobre Cipriano, haciendo que la flecha se soltara accidentalmente del arco y se dirigiera directamente hacia Fugaz, hiriendo gravemente su brazo izquierdo. La mitad de la manada adoptó forma humana para socorrerla, mientras que la otra mitad se enfrentó a Cipriano, arrebatándole sus armas y empujándolo hacia un pozo cercano que era lo suficientemente profundo como para impedir atacará a alguien más.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que ustedes eran de esas bestias! —exclamó Cipriano desde lo profundo, luchando por levantarse debido al intenso dolor que le causó la caída.

—Mejor cállate —dijo uno de los hombres lobo mientras rompía su arma y se la arrojaba a la cara.

Cipriano, furioso, volvió a gritar, más enfurecido que nunca, lo que causó temor en algunos de ellos.

—¡Me las van a pagar cuando salga de aquí! Sé cómo encontrarlos, y cuando lo haga, los mataré uno por uno, incluyéndote a ti, Fugaz. ¡Lo prometo!

La manada de lobos ignoró por completo sus amenazas y se centró únicamente en el bienestar de Fugaz, quien se había desmayado debido a la pérdida de sangre provocada por la grave herida causada por la flecha de Cipriano.

Al día siguiente, Fugaz despertó sin poder creer que había logrado dormir toda la noche. Después de todo lo que había ocurrido el díaanterior, pensó que no podría cerrar los ojos ni por un momento. Afortunadamente, pudo descansar tranquilamente y ahora se sentía lo suficientemente energizada como para continuar su viaje hacia Zantenia.

En primer lugar, preparó un delicioso desayuno que compartió con sus nuevos amigos del bosque, quienes habían estado a su lado durante toda la noche, protegiéndola por si Cipriano lograba escapar del pozo. Luego, con una cuerda y una cesta llena de comida que también preparó con cariño para el cazador, se acercó con precaución al pozo, esperando que él estuviera más tranquilo para poder tener una conversación tranquila.

La manada la advirtió que si alimentaba a Cipriano, él tendría suficiente energía para escapar y buscarla. Sin embargo, Fugaz no estaba de acuerdo, ya que pensaba que tal vez Cipriano tenía a alguien esperando su regreso. Al final, ellos accedieron a su petición con la condición de que si él lograba salir antes de lo esperado, ellos lo matarían.

Con la ayuda de la cuerda, Fugaz logró bajar la cesta al pozo. Cipriano, quien la esperaba al otro lado, tiró de la cuerda para finalmente salir de ese oscuro y desagradable lugar. Sin embargo, su acción inesperada sorprendió a la joven, quien soltó la cuerda por accidente, haciendo que él también cayera y se torciera el tobillo al golpear una pequeña roca que no había visto antes.

—¡Maldición! —gritó el muchacho, desesperado—. Me las pagarás cuando salga de aquí. Sé adónde te diriges, sé cómo encontrarte, y no pienses que me comeré tu comida.

—¡Está bien! Pero te recomendaría que comas esa comida, o de lo contrario, morirás de hambre... Así que... es tu decisión, Cipriano... piénsalo bien.

Fugaz se alejó del pozo y recogió todas sus pertenencias para continuar su viaje, pero antes de partir, les pidió a sus nuevos amigos que la acompañaran a Zantenia.

—¿Les gustaría venir conmigo? Voy a un lugar donde se supone que estaremos seguros.

—Sabemos a qué lugar te refieres, y créenos, no es un lugar para criaturas como nosotros. Es un lugar destinado a seres mágicos como tú.

Fugaz se sorprendió de que le revelaran tan directamente que ella era una criatura mágica, ya que en ningún momento había mostrado evidencia de ello. Aunque desconocía cómo se habían enterado, decidió no darle demasiada importancia y trató de comprender su perspectiva..

NOTA:

¡Hola! Bienvenido/a a un nuevo capítulo, y muchas gracias por seguir leyendo.

Cuéntame, ¿qué te ha aparecido este capítulo?

¿Crees que Fugaz tendrá un viaje tranquilo?

Reinos: El árbol de plata. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora