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- Si ve, yo le dije que no se fuera por allá - fueron las únicas palabras de mi madre que comprendí.

Esa piedra como caída del cielo dejó mi mente en blanco, veía todo negro.

A las 8 de la mañana del mismo día me despertaba, y en mí se notaban unas ansias profundas de ir a jugar con mi primo en nuestro mundo pequeño de 3 hectáreas, así que en cuanto me pude levantar, con un poco de dificultad pues me trastorné un poco, fui corriendo hacia casa de mi primo Jair. Mi aspecto al levantarme nunca ha sido muy agradable, ojos pesados y cansados (no importa cuánto duerma), expresión como de insatisfacción, labios secos y blancos; en cambio mi primo siempre se levanta bello, listo ya, pestañas lisas, ojos despiertos como un búho. Y ese día no fue la excepción, como nadie respondía a mi llamado a golpes a la puerta, mi única opción fue decir con tono de voz alto:

-¡Buenaaaaaas! ¡Tía!

Y por fin me abrieron. Como lo presentí, Jair tenía el mismo aspecto como de cuento de hadas ¿Sería por su vieja costumbre de ducharse solo en las horas de la noche?

-¿Qué pasa pollo? - dice levantándose

-¿Vamos a jugar? – le digo con el entusiasmo que se me nota en las mejillas.

-Toca pedirle permiso a mi mamá- dice él- ¿le pides permiso?

- Mejor los dos- digo yo con pena.

- Está bien, a la una...- dice él.

- A las dos...-digo yo.

-¡A las tres! – decimos juntos

-¿Que si dejas que vayamos a jugar?-dice al mismo tiempo que yo.

-¿Tía me presta a Jair para ir a jugar?-digo al mismo tiempo que él.

-Uuum, bueno vaya, pero ojo se cae Jair.

Aproximadamente media hora después estábamos cocinando junto con mi compañero de cocina Jair unas deliciosas y orgánicas tortas, y todo cuanto puedas imaginar teniendo de únicos ingredientes agua, flores, tomatillos y abono; nuestros clientes siempre estaban a gusto con nosotros aunque la edad de los dos sumada no llegaba a los 18, usábamos especias y las llamábamos según su color como un valor ético.

Llegó Jair diciendo:

-Señora Eilen, ¿sumercé tiene por ahí una de esas tortas siete leches con esencia de compañerismo y cereza? – representando a uno de nuestros preferidos clientes.

-Sí, de hecho hoy hicimos más de lo normal pues el compañerismo nos sobra.

-Regáleme unas 7, hágame el favor para las 10 de la mañana.

-Listo Mauricio.

Así es, nosotros éramos nuestros propios clientes; y qué clientes tan buenos éramos.

Las tortas estuvieron listas para las diez, no era tan difícil hacerlas: primero se crea un biscocho de abono de gallinaza, luego unos tomatillos que llamábamos cerezas, y como último "el compañerismo" un polvo del residuo del cemento en los escombros, llamado así porque el cemento une a los bloques igual que el compañerismo a las personas. Otros elementos como la paz, la amabilidad, la intelectualidad, la humildad, también estaban representados en algunas mezclas, como los pétalos de una flor (amabilidad).

Atendimos todos nuestros clientes uno a uno y al final arrojamos el abono a nuestro jardín, ese mismo día.

Cuando llegó la hora de almorzar, una voz dijo:

-A almorzaaaaaaar ¡niñoooooooooos!-entre dientes.

-Ya vamos!- grité.

Una hora después recordamos el almuerzo, y fuimos de prisa a casa de nuestros abuelos a comer; comimos muy rápido. Los frijoles del almuerzo nos impidieron volver a nuestro restaurante improvisado, o más a mí que tenía problemas de azúcar debido a mi peso y mi hábito de comida, era pequeña, tenía el cabello largo y mi rostro estaba decorado por muchas pecas; en cambio mi primo tenía una figura atlética, piernas largas, buenos hábitos alimenticios, abdomen plano y por sobre todo una mejor salud. Por eso, asume que no volvimos a jugar ese día por mi culpa.

Como buena niña holgazana, me recosté a ver televisión, y mi madre apagó la televisión. Con su forma cruda de prohibir algo, los labios delicados tensos, y sus ojos un poco saltones fijos a mi mano que estaba cercana al control remoto, me dijo simplemente: "Haga caso". Le pedí un argumento, y me dijo que si estaba mareada no debía ver televisión. Tenía un buen argumento así que no pude refutarle nada. Me quedé dormida.

Cuando desperté, inmediatamente vi el reloj: eran las cinco de la tarde. Recordé que había dejado unas ollas en el sitio de respectivo a nuestro restaurante. Me levanté despacio para no marearme y comencé a correr para recoger las cosas, al salir de la casa vi a Jair estaba con sus mascotas jugando, una hermosa situación que expresa lo más inocente y hermoso del actuar de un niño, sus mascotas no lo mordían porque eran conscientes del juego y de lo felices que eran al ver la ternura y la comprensión con que él los trataba, lazy y bruno; seguí mi rumbo.

No vi hacia los lados e ignoré cualquier tipo de sonido o grito. Al llegar al restaurante busqué con veracidad la vajilla que recordaba había dejado allí, no recuerdo ni cómo estaba vestida, el sueño todavía invadía mi cabeza. Mi concentración fue tal que no me di cuenta de donde estaba sino hasta que recibí un golpe certero en la frente. Pensé "dónde estoy", no reaccioné muy bien ni relacioné la situación hasta que subí a una carretera y mi hermana me dijo:

-No llore que nos regañan a las dos. No llore. Sana que sana culito de rana sino sana hoy sanará mañana, la frente de Eilen...

No estaba llorando, no me dolía tanto; pero en ese momento de lástima sentí unas profundas ganas llorar. Y mientras lloraba recordaba todo lo que pasó: Mi hermana y mi primo mayor, estaban jugando a atinarle a un árbol; yo recibí una de las piedras llenas de arcilla en la frente y pude ver cómo se dividía la piedra en dos por el impacto. Y en ese instante llegó mi mamá. 

No me dolió tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora