unico

316 33 0
                                    

En un de mis visitas a mis tías, conocí allí a un bello chico de piel castaña y bellas pecas en el rostro; como estrellas en el cielo.

Félix era el hijo menor de una de las amigas de mi tía Young, el pequeño chico era muy tímido, cuando hablaba con él sus mejillas se acaloraban y bajaba la mirada con vergüenza. Aún recuerdo la primera vez que me acerqué a él.

Con los nervios a la vista vi al lindo Félix ayudar a su madre a limpiar la cocina, estaba de visita en su casa y el niño no podía alcanzar una de las repisas más altas.

Me acerqué con cuidado y tras de él lo ayude a limpiar, pude ver como el rostro de Félix se tornaba rojo como el mantel de la mesa y me miraba fijamente con un pequeño brillo en sus ojos.

-H-hola, vi que tenías dificultades, q-quería ayudarte -maldije que mi voz saliera entrecortada y el pequeño chico de 14 solo bajo la cabeza tímido.

Lo ayudé a limpiar mientras escuchábamos las canciones de su madre por la radio, hablamos un poco más, aunque él era muy ensimismado y era yo quien más hablaba.

Una de las veces que me gusta recordar es la vez que Lixie, como me gustaba decirle, me besó en el cachete por primera vez en una salida.

Mis tías me habían llevado al mercado local, el lugar estaba lleno por lo que era muy fácil perderse, y eso fue lo que ocurrió.

En una de las tantas vueltas que dimos perdí de vista a mis tías y a la madre del pequeño pecoso, este estaba asustado a pesar de conocer muy bien ese lugar, decidimos quedarnos juntos, pero en una de esas un hombre grande y gordo se atravesó entre nosotros.

Félix iba a caer, así que tomé su mano en un reflejo y lo acerqué a mí, cuando el momento pasó nuestras manos seguían unidas y el rostro del niño estaba coloreado de rojo hasta las orejas.

Yo no podía estar diferente, me puse nervioso y las palabras no salían de mi boca, el chiquillo aprovecho el momento y se paró de puntillas para dejar un corto, pero dulce beso en mi mejilla.

Casi por impulso solté su mano por los nervios y podía sentir mi rostro caliente, el pequeño me sonrió con ternura y algo de burla.

Cuando por fin pensé que podría formular palabra nos encontraron y nos llevaron a casa, en el transcurso el pecoso me dedicaba sonrisas tímidas con sus mejillas coloradas.

Después de ese día las cosas habían cambiado un poco, siempre buscaba escusas para ver al pequeño niño y ayudarlo en lo que pudiera, el padre del chico solía retarlo pues a diferencia de sus demás hermanos el pequeño no era tan fuerte ni fornido.

Cuando esto pasaba no podía hacer nada, pero una vez que vi al pequeño niño llorar tras uno de los insultos de su padre, la ira me ganó y lo enfrenté.

La cosa salió bien y mal, lo bueno fue que al pequeño no le hicieron daño, y luego de eso se acercó a mí para ayudarme con una herida que había quedado en mi rostro.

-No debiste hacer eso -me regañó el pecoso mientras me ayudaba con la herida, me quejé por el ardor, pero no dejé de mirar su rostro en ningún momento.

Él suspiro y Miró hacía un lado, sus mejillas tornándose rojas, iba a preguntar que pasaba cuando el niño se acercó a mi rostro y unió sus labios con los míos, fue solo un roce, pues se separó al instante, pero podía sentir las famosas mariposas en mí estómago y para este punto podrían confundirme con un tomate.

Con rapidez se paró y salió corriendo hacia su habitación, quise detenerlo, pero parecía una estatua, mire por la ventana encontrándome con el rostro del chiquillo, le sonreí aún sonrojado el pequeño se coloreó hasta las orejas y cerró las cortinas.

LixieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora